El que no sabe gozar de la ventura cuando le viene, no debe quejarse si se pasa.
Miguel de Cervantes
Pero el viajero que huye
tarde o temprano detiene su andar
y aunque el olvido, que todo destruye
haya matado mi vieja ilusión
guardo escondida una esperanza humilde
que es toda la fortuna de mi corazón.
Carlos Gardel, ("Volver")
La música es sinónimo de libertad, de tocar lo que quieras y como quieras, siempre que sea bueno y tenga pasión, que la música sea el alimento del amor.
Kurt D. Cobain
"...Quisiera morir como Kurt Cobain, de sentimiento."
Enrique Bunbury, ("Decadencia")
Para vivir hacen falta las pequeñas cosas, esas tan hermosas que a veces nos trae el perfume de un viento humanizado que canta a la libertad, y nos sumerge en un remolino de sensaciones que huelen a nostalgia del recreo de la infancia, o hace que nos dejemos llevar por el seguro refugio de un amor correspondido... A este universo nos traslada la voz de Sara Comín.
En el principio fue la jota: el sentimiento, la emoción y la pasión por la tierra. Recuerdo cómo las paredes del vetusto edificio del Instituto de Calatayud vibraron cuando se produjo el silencio tras la jota que Sara nos cantó a Alfonso Zapater y a mí en el despacho de dirección, espectadores privilegiados de tan inédita actuación. Yo creo que hasta Alfonso XIII que diariamente nos observaba imperturbable desde su retrato con rostro hierático, esbozó una entusiasta sonrisa que seguramente todavía mantiene... Desde entonces la voz de Sara Comín forma parte de la banda sonora de mi vida. Ya con pocos años, Sara se abrazaba al mantón de la tatarabuela y se inventaba funciones ante la concurrencia familiar -a la que luego pasaba la bandeja en la que obtuvo sus primeros laureles-, pero a la que, sin embargo, no permitía asistir como público cuando empezó a participar en los iniciales concursos de jota, por eso de los nervios... En esos certámenes consiguió importantes galardones, y eso que siempre ha preferido no competir sino sólo vivir la magia del escenario para disfrutar todavía más de lo que siente, esa esencia que traspasa el alma de los oyentes... Entonces cantaba con Nacho del Río ("su amigo del alma" y "su maestro", así, por separado) y con Yolanda Larpa, el gran trío jotero bilbilitano. Después, el inigualable Jesús Gracia le aportó más conocimientos, absoluto respeto por la historia de la jota, y todo el cariño y la generosidad del mundo...
Esa voz comunicadora, enérgica, cadenciosa y dinámica a la vez, apuntaba sus primeros pasos profesionales en la locución radiofónica de Calatayud, así que entonces ya cantaba y contaba, eso que ha constituido para siempre el núcleo profundo de su vida, lo que ama intensamente y le permite exprimir el momento tanto de sus quehaceres como de sus deleites y hasta arrinconar las contrariedades de la rutina diaria. Pero además, Sara Comín, soñadora y emprendedora valiente, siempre buscó nuevas experiencias musicales, adentrarse en lo desconocido, enriquecerse con nuevos proyectos, perseguir otros ideales creativos, reinventar retos y metas, dibujar esperanzadores estados de ánimo en los demás, pasear por el tiempo a través de la música, viajar hacia melodías con las que arriesgar y tal vez ganar, y encontrar esa misteriosa "gracia" compartida entre su voz y los que la escuchamos...
Así que a los 17 años consiguió una beca de la DPZ y se fue al Conservatorio de Madrid, en una diferente aventura confiada en su talento vocal. Los aspirantes interpretaron canciones líricas y ella cantó la jota de "La Bruja", provocando el aplauso de todo el jurado. El presidente, el gran Pedro Lavirgen, recordó que estaba prohibido aplaudir. Pero aprobó. Estudió vocalización y base de solfeo, y su voz no se vio perjudicada por la dualidad canción lírica-jota, pues como ya le había comentado Pedro Lavirgen, Sara cantaba "con el estómago", alcanzando de esa forma las notas más altas sin gran esfuerzo y la mayor potencia en esa expresión musical ancha, amplia, de soprano. Su aspiración en aquella época era ser cantante de ópera, a la manera de las figuras a las que admiraba, Pavarotti, Plácido Domingo, Pilar Lorengar y, más tarde, Miguel Fleta, al que tanto ha estudiado. Las ayudas prometidas se convirtieron en humo y Sara continuó en su empeño musical ampliando modernos recorridos y crecientes anhelos.
Su andadura profesional se decantó hacia el periodismo del relato y sus gustos musicales a los que ya provenían de la infancia, esos que extraían del alma las emociones y los sentimientos más íntimos, los que buscaban con la melodía y la letra la mayor complicidad con el público: tango, copla, bolero, canción de autor, música de ayer y de hoy, siempre que su poesía le permitiera cantar y contar con los ojos cerrados... canciones que invitaran a vivir o lamentaran amores imposibles. Por eso le resulta difícil la elección de los temas para sus conciertos, porque quiere que las historias que canta sean las que más corazón contengan, así que las jotas a veces son tristes, a los tangos les añade mucho desdén o enaltece el tremendismo de coplas como alguna que puede parecer anticuada, "Y, sin embargo, te quiero". Pero ya lo dijo Gabriel García Márquez: el bolero es la mejor novela, en su brevedad existe una historia, y, ¿qué decir de una copla jotera?, si su ímpetu arrastra allá o aquí, como aquella vez en que una mujer en Turquía no paraba de llorar después de escuchar cantar una jota a Sara Comín, sin haber entendido nada de la letra...
Sara Comín no se prodiga demasiado en destapar el tarro de las esencias. A veces, sólo los muy íntimos saborean la versatilidad y transparencia de su voz, su pasión viva por el arte. Hace unos años ofreció un memorable concierto en el Auditorio de Zaragoza (acompañada al piano en esa ocasión), y yo tuve la suerte de asistir el pasado día 20 al que tuvo lugar en el Centro Joaquín Roncal, y ella sabe que fue mi mejor regalo de cumpleaños: la guitarra de José Luis Arrazola hizo el resto. En Aragón se valora el prestigio, mérito y profesionalidad que Sara Comín se ha ganado por personalidad, categoría y experiencia en el riesgo esforzado. Es una artista que se encuentra a la altura de las excelencias musicales aragonesas que triunfan por el mundo, otra genuina seña de identidad de nuestra cultura. Ilumina con su voz honesta, intuitiva, inspiradora, esas canciones, esas pequeñas cosas que todos necesitamos y que nos hacen escapar de la mediocridad hacia un horizonte infinito, que nos hacen vivir que nuestra casa es el mundo, que lo que sentimos con la verdad no lo mata el tiempo ni la ausencia, que la música es el alimento del amor...
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