Un día me dijiste, Nancy, que el toro "no pintaba nada" en la cultura española. Yo te podría decir que pinta tanto como el camello en la cultura árabe, con la diferencia de que el toro no es esclavo, sino amigo. Es nuestro amigo.
Ramón J. Sender
¿Les han dado alguna vez en la vida una larga cambiada? ¿Son de los que se vienen arriba y cogen al toro por los cuernos o prefieren hacer un brindis al sol y ver los toros desde la barrera? Como señaló Enrique Tierno Galván "los toros han agregado un nuevo aspecto a la palabra, que ha renovado el subsuelo plástico de su intuición", y pone como ejemplos de enriquecimiento en la expresividad semántica los de "ceñirse", "crecerse" o "adornarse". Tierno Galván ya estudió la transposición del vocabulario taurino, por ejemplo, a las relaciones entre hombre y mujer, así como a la postura ante el mundo con la que vivió uno de los lugares comunes de la cultura española, Don Juan, o a la situación que se produce en una corrida de toros, que recuerda el juego de los elementos integradores de la tragedia clásica. Sin embargo, los toros, que han aumentado el acervo metafórico del lenguaje, no se han prestado para el pensamiento proverbial del refrán, lo que extraña al profesor, dada la sabiduría popular del español que encuentra refranes para todo pero apenas ha extraído alguno del mundo taurino, seguramente porque la actitud de reflexión fría de comportamiento precavido y poco arriesgado le resulten algo ajenos al toro.
El léxico taurino impregna nuestro lenguaje coloquial. A su vez, el origen popular del lenguaje taurino es innegable. En ocasiones, la terminología técnica taurina se ha desposeído de ese carácter para ofrecerla al uso corriente, a veces en su genuina significación y otras en sentido traslaticio o metafórico. El lenguaje taurino es expresivo, gráfico, concreto, dirigido más a la sensibilidad que al raciocinio y se refiere, generalmente, a las características del toro y a su lidia, en todos los aspectos. El toro (también en gitanismo "burel" o en término procedente de la numismática , "cornúpeta" -siempre en -a, según la RAE), se suele llamar como su madre. Algunos nombres se repiten como homenaje a algún toro famoso y otros resultan únicos, curiosísimos, aquellos en que la imaginación popular alcanza hallazgos sorprendentes, como la denominación con nombres de políticos o de forma poética, cariñosa y a veces misteriosa, "Duende". De modo espontáneo, funcionan los campos semánticos: de una vaca "Discreta" nacerán "Reservada", "Calladita", "Mudita", "Silenciosa"... En la dehesa, una "faena" básica es la de "tentar" a las reses para probar su bravura, es el "acoso y derribo", expresión utilizada muy frecuentemente para la persona hostigada y perseguida, ya sea en el plano político o en cualquier otro. En cuanto al pelo, pinta o capa del toro (!qué pintas llevamos todos a veces!), que el profano dice color, de las sesenta variedades clasificadas, algunos términos resultan especialmente pintorescos, sobre todo en cuanto a su formación léxica. Así, el hoy ya raro toro "albahío", blanco amarillento, andalucismo formado a partir de "alba" (blanco), o el toro tan espectacular, totalmente blanco, "ensabanado". El "salinero" mezcla pelo blanco y rojo. El "sardo", negro, blanco y rojo y los "berrendos", varios colores separados en manchones; el "tiznado" o "atizonado" presenta manchas negras como de carbón y el "retinto" es bermejo con cabos negros. Por el color de la cara, se llama careto al que tiene blanca la frente y el resto de la cabeza más oscuro (la sufijación es uno de los recursos más provechosos en este tipo de lenguaje). Hoy, careto es un simple derivado expresivo de cara para las personas (como bocata, cubata...), que, a veces, es mejor no mirar... Si el toro tiene una mancha blanca o de otro tono en la tripa o en otros lugares, se le denomina "bragado", "botinero", "calcetero"... A la cornamenta, elemento que más caracteriza al toro bravo, la raíz de su peligro, se la designa con diferentes sinónimos (astas, puntas...). Rafael Alberti en sus famosas Chuflillas dice:
De la gloria a tus pitones
bajé, gorrión de oro,
a jugar contigo al toro...
O con abundantes metáforas: agujas, puñales, cucharas, perchas, velas, arboladura, madera... Los cuernos del toro se han utilizado en el lenguaje coloquial con gran frecuencia de forma figurada: " !Vete al cuerno! ", exclamamos. Por lo demás, ya conocemos la significación que se da a "cornudo", del que hay numerosos ejemplos en la literatura (clásicamente, sólo referido al hombre...). El toro puede ser según la apariencia de sus cuernos cornalón, destartalado, abrochado, recogido, bizco, despuntado, mal armado, bien puesto, playero, cubeto, astillado, afeitado...o, con diminutivo irónico, "tocaíto". Al toro "embolado" le colocan bolas u otros artificios en las puntas para impedir que hiera. Ha pasado a ser metáfora de "situación difícil" o "papeleta", "!Vaya embolado!", se suele decir ante una de esas situaciones.
El toro ha sido visto como símbolo de fuerza "viril", ejemplo de energía creadora y reproductora, de ahí los tópicos de casta y raza que se relacionan con palabras como embestir, emplazarse, engallarse, arrancarse, acometer, empujar..., referidos al comportamiento del toro en la lidia trasladados al ámbito humano en algunas de sus actitudes. Lo contrario se expresa como achicarse, venirse abajo, blandear o rajarse y, en el caso del toro manso, aplomarse o taparse, mientras que "romper" posee un claro valor polisémico. El cuello del toro se llama, metafóricamente, la gaita, y con ella puede dar un gañafón, un derrote, un hachazo o una tarascada, cuya consecuencia puede ser, una cornada. Un toro no es solamente bueno o malo, manso o bravo. El aficionado a su lidia añade otros matices, precisa mucho más, acumula adjetivos e imágenes para definir con la mayor exactitud su presentación y comportamiento, que a veces podrán aplicarse también al individuo: escurrido, bien presentado, con hechuras, cuajado, remolón, reservón, marmolillo... o " un regalo", incluso con la presunta peligrosidad de una ganadería en frases coloquiales: "tiene peores intenciones que un miura". Algunos animales insignificantes se utilizan como apelativos para calificar a un toro que no gusta: borrego, sardina, gusano o el compuesto nuevo, perritoro. La lidia del toro exige "pararle los pies" -igual que el trato con algunas personas-. Y eso supone no huir previamente "saliendo por pies". Los toros mansos suelen tener querencia a toriles. Miguel Hernández recurre con gran acierto a este vocablo cuando quiere expresar que su amor no es nada intelectual sino que posee la fuerza irremediable de lo instintivo:
Una querencia tengo por tu acento
y una apetencia por tu compañía
y una dolencia de melancolía
por la ausencia del aire de tu viento.
!Ay, querencia, dolencia y apetencia...!
Cuando el toro es lidiado, la expresividad lingüística adquiere otras dimensiones. La palabra plaza conserva su sinonimia con respecto al ámbito urbano que le dio origen. Para designar el recinto taurino, existen otras voces: ruedo, redondel, anillo,arena, albero, coso (término que ya aparece en La Celestina)..., un espacio que es como un laberinto formado por diferentes partes denominadas según su función, en las que da el sol o la sombra. "Sol y sombra" es fórmula metafórica usada en todos los órdenes de la vida cotidiana: pros y contras, ventajas e inconvenientes, tesis y antítesis, vida y sueño, juego de contrarios. Todo, en la vida, está en el sol (luces) o en sombra. Cada uno lo puede observar en la propia. El lidiador utiliza avíos, igual que en la cocina , o trastos, cuyo verbo, trastear, ha dado lugar a poemas denominados cómicos, a veces con poca gracia. La capa ( o capote) era una prenda de vestir que luego sirvió para capear toros, lo mismo que en la vida se tienen que capear situaciones difíciles o un temporal, o echarle un capote a alguien para ayudarle o un capotazo. Como pueden ser de seda (de paseo) o de percal, la expresión metonímica "cambiar la seda por el percal", coloquialmente, equivale a iniciar una tarea o poner manos a la obra (todos, aficionados o no a los toros). No está claro el origen de la palabra banderillas. Cossío apunta a su posible conexión con bandera, que adornaba a ese instrumento. Corominas en su Diccionario etimológico cree que proviene de bandera en su sentido originario de estandarte. En el Diccionario de Terreros, poner banderillas equivale a zaherir en el lenguaje coloquial. Popularmente, las banderillas se comen en los bares, como sabemos. La muleta coincide con el palo en el que se apoyan los cojos, igual que una mula lleva a su jinete. En cuanto a entrar al trapo, ¿qué no diríamos todos? Los sinónimos para la espada son abundantes: estoque, acero, sable, tizona..., y su creación atiende, como puede verse, a la utilización de diferentes procedimientos semánticos figurados. A veces, es necesario que el puntillero o cachetero dé la puntilla a un toro. A lo largo de la vida, en algún momento, hemos sentido también que rodábamos sin puntilla, que nos habían dejado para el arrastre.
Los escritores han utilizado a veces términos cultos para llamar al torero que no han cuajado popularmente: tauricida, beluario o gladiador. Para los subalternos que participan en la lidia destaco esta sustantivación de una interjección que denomina a los toreros de a caballo: "los de aúpa". Y monosabio, término del que se suele ignorar su origen, que no es otro que el de una cuadrilla de monos amaestrados que actuó en un teatro en Madrid, vestidos de rojo y a los que llamaban monos sabios. Como los mozos de caballos de la plaza vestían de ese color y dicen que eran bastante feos, les colocaron ese apodo para los restos. Los toreros también han tenido sus apodos, que tienden al elogio hiperbólico en esa tendencia taurina siempre tan apasionada. El de Juan Belmonte, por ejemplo, era "el Pasmo de Triana", aunque otros prefieran el diminutivo, "Finito", "Rafaelillo", "Miguelín"..., posean un sabor castizo, "Chufero", "Horchatero", "Escabechero" o sean tan sorprendentes como "Huevero" o "Pollero". Algunos resultan impensables como "Come Arroz", "Poquito Pan", "Muchos pañuelos", "Calzonazos"..., están formados por una muletilla de tres palabras que forman una expresión coloquial "Nosevé", "Noteveas", o son surrealistas como "Gregel Bahl Lesspes" (sic), que parece el nombre de un faquir o de un domador. Aunque tal vez el que se lleve la palma del pasmo sea "el Culón"... ¿qué le gritaría el público en una tarde poco afortunada?
La despedida del torero incluye la ceremonia solemne de cortarse la coleta (figuradamente, supresión definitiva de cualquier actividad o profesión). Cuando Frascuelo planeaba su retirada, el famoso compositor y musicólogo Barbieri le dedicó una epístola humorística en verso con doble sentido que en aquella época creó gran expectación: Frascuelo, no te la cortes/no te la cortes, Frascuelo... El director ruso Eisenstein retrató con gran belleza plástica el momento de enfundarse el traje de torear en Tormenta sobre Méjico, deteniéndose en las escenas en que el torero se ciñe la taleguilla, la faja y sobre todo se aprieta los machos, pero aún no en el colorido del traje que suele recibir nombres tan hermosos: champán, tórtola, verdegay, tabaco, nazareno, corinto, ceniza... El aficionado critica muchas veces al torero porque no quiso, no pudo, citó fuera de cacho, tuvo mieditis, canguelo, se piró... (la literatura costumbrista, sainetera con sus seudocultismos y los gitanismos han aportado numerosas expresiones generalmente humorísticas al ámbito taurino). Por otra parte, los eufemismos han sido muy utilizados en el mismo contexto pero aplicados a la valentía: agallas, redaños, riñones, y en perífrasis zarzuelera "lo que hay que tener" y además de todo eso, facultades, o sea, capacidad para ejercitar su profesión (obsérvese el significado del término actualmente), y "conocimiento", ser conocedor, ver claro, tener inteligencia ( o en caló, chanelar, quinqué...), estar mentalizado para transmitir una emoción, enfrentarse "de poder a poder", lidiar con ritmo y medida, expresar sentimiento, arte, alma ( "olvídate del cuerpo", decía Belmonte), sentirse, gustarse, tener estilo y estética, esencia
Y a su paso marchoso y jaranero
se vendían esencias de torero. (Gerardo Diego)
O en comparación con el cante flamenco, tener música, duende, destello, ángel, encanto, compás... Es decir: naturalidad, la difícil facilicidad del arte, lo mismo que cuando se escribe, se canta o se interpreta extraordinariamente. En los toros, si es con la mano izquierda, mejor, la de verdad, la de la diplomacia en la vida cotidiana, la del savoir faire. "El cuerpo lo organizas tú como sin querer", según Pepe Dominguín.
Desde el siglo XVII los soldados o guardias despejaban el ruedo antes del toque del clarín, a la manera de los golpes de bastón que indicaban el comienzo de una obra en el teatro clásico. Clarín es el nombre del gracioso en La vida es sueño, el del apodo del autor de La Regenta y doña Clarines es un personaje de los hermanos Álvarez Quintero. Ángel M. de Lera escribió la novela Los clarines del miedo, posteriormente llevada al cine. Ante ese sonido comienza cualquier actividad humana sin que sirvan ya las dilaciones. En la lengua coloquial, "faena" ha adquirido un sentido peyorativo, en la plaza es la acción del lidiador ante un toro construida con pases y sólo la faena de aliño no resulta lucida. En cualquier terreno, además de talento y esfuerzo, necesitamos suerte, una palabra clave en el contexto de la lidia con múltiples significados. En todo momento, el torero se arriesga a la cogida, lo que ha dado lugar a una notable riqueza de sinónimos muy expresivos: el toro pilla, empitona, encuna, voltea... Así, a muchos, alguna vez, nos ha cogido o pillado el toro de la vida, o nos ha dado un revolcón... Los taurinos hablan de "la hora de la verdad",- título elegido por Francesco Rossi para una película-, la hora del toro, del torero, y la hora de todos. Para ella el léxico es abundante, incluyendo el lenguaje de germanía.
El escritor Andrés Amorós recuerda esta frase de Rafael el Gallo "Torear es tener un misterio que decir y decirlo", y comenta que si esto se le hubiera ocurrido a un filósofo lo celebrararíamos todavía. Se torea para alguien, un público, la afición,"el respetable", palabra que alude al vocativo que usaban los locutores o presentadores en el circo o en espectáculos de varietés, pero que hoy se ha especializado únicamente para el público de los toros. A él los toreros dedican un brindis (del alemán, ofrecer), lo que tampoco ocurre en otro contexto que no sea el cotidiano para una celebración o actuación. A veces, a la manera de la claque en el teatro, entre el público se encuentra el animador que aplaude o incita al !olé!. No está claro el origen de esta exclamación, en un principio taurina pero tan extendida que ya se oye hasta en partidos de fútbol. Expresa admiración, emoción y alegría. Se la relaciona con el árabe wa-llah, que significa "!por Dios!", aunque para Corominas, se trata de la interjección americana hole, variante de hola y hala, que se emplea para llamar, y para otros, proviene del hebreo oleh, "tirar hacia arriba", a la manera de los derviches giróvagos de Túnez.
Las metáforas taurinas sirven para expresar multitud de sentimientos y actitudes que todos podemos adoptar: hacer novillos, ponerse como un toro, saltarse algo a la torera, lanzarse al ruedo, ser de mucho cuidado, dar juego, dar largas, estar al quite, escurrir el bulto, pasar por alto, a toro pasado, bregar..., son frases y modismos taurinos de uso corriente en el lenguaje familiar. Diferentes autores han analizado con agudeza estos aspectos lingüísticos como recientemente Carlos Abella, Luis Nieto Manjón, José Carlos de Torres y Andrés Amorós, entre otros.
En los carteles de toros también se utilizan recursos expresivos muy interesantes para comprender la dimensión cultural, intelectual y social del universo del toro, un mundo de ponderaciones desmesuradas con estilo hiperbólico y adjetivación superlativa, como corresponde a la publicidad que, a veces, no se circunscribe solo al ámbito taurino sino que adquiere otras connotaciones propagandísticas de corte político y nos ilustran sobre un contexto histórico concreto. Extraordinario, monumental, sensacional, fabuloso, arrollador, magnífico... son algunas muestras de la función persuasiva que se intenta transmitir. La historia del cartel taurino presenta unos rasgos muy peculiares, que, generalmente, han pasado desapercibidos, desde el punto de vista técnico en su confección ( grabado, pintura, fotografía,etc.), pasando por el objetivo que persigue (informativo, estético, económico...) para convencer de la importancia del contenido que expresa. Persiguiendo plasticidad en la imagen, belleza y perfección a través de un texto sugestivo, el cartel introduce elementos iconográficos e iconológicos junto a las elocuencias estilísticas que van más allá de lo figurativo (por ejemplo, la presencia de la mujer o de una locomotora, muy frecuentes en los carteles de principios del siglo XX). Así, el cartel taurino contribuye de forma destacada a una meritoria formación en los preceptos que configuran nuestra Historia del arte y de la cultura. Por ejemplo, el creado para la plaza de toros de Jerez de la Frontera el 29 de septiembre de 1929, que presenta una "Magnífica y extraordinaria corrida en honor y con motivo de la inauguración del monumento erigido en esta población por suscripción nacional al Excmo. Sr. D. Miguel Primo de Rivera". En las cuatro esquinas de este cartel puede leerse lo siguiente: "Gloria al Caudillo"; "Paz en Marruecos", "Gratitud de las madres españolas"; "Fomento de la enseñanza y de la riqueza nacional"; "Extinción del terrorismo", "Prosperidad de la Hacienda Publica", "Etc., Etc." (sic).
Por último, dos brindis para el recuerdo de la corrida "patriótica" del 12 de mayo de 1898, del torero Mazzantini : "Brindo por el heroico pueblo del Dos de Mayo, por el Señor Alcalde que lo representa en este palco y porque el importe íntegro que se recaude en esta corrida se destine en dinamita para hacer saltar en mil pedazos a ese país de aventureros que se llama Norteamérica", y de Guerrita: "Brindo por la Presidencia y por su acompañamiento y porque no quisiera más sino que se volviera un yanqui el toro"...
En definitiva, usamos muchos términos taurinos para intentar comprender en ocasiones lo que es la vida y viceversa: el toro y la vida se retroalimentan mutuamente en sus manifestaciones expresivas. Y para conocer la vida, sentimos la noble dignidad del toro burlado. El toro desprende misterio, fuerza, destino trágico, dolor, ambición, deseo..., una especie de actitud ante las tres heridas que señaló el poeta con la que algunos encontramos afinidad,
la de la vida, la del amor, la de la muerte.
Toreador. Ópera "Carmen"
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