Parece ser que el cambio de nombre del Pabellón "Príncipe Felipe" por el de "José Luis Abós" es definitivo tras meses de absurdas polémicas a las que he asistido con auténtico estupor por el cariz alcanzado tan poco deportivo y, por el contrario, tan centrado en supuestas justificaciones políticas o de otra índole, algunas ajenas absolutamente al propósito inicial.
Hasta los medios de comunicación locales - con excepción de la televisión autonómica aragonesa- se han hecho eco de opiniones y manifestaciones al menos sorprendentes cuando se expresaban en términos de "alcaldada" o pretendían comparar a los aragoneses con los catalanes o introducir el debate monarquía sí-monarquía no. ¿Qué tendrá que ver el tocino con la velocidad o el culo con las témporas? Tampoco entendí las declaraciones del club que, tal como se estaban sucediendo los hechos, habría quedado mejor no opinando como lo hizo, simplemente por respeto al Sr. Abós, ni las alusiones a la ilegalidad del cambio, que hasta el momento no se ha demostrado, ni a si el número de firmas era escaso o no (el baloncesto no es el fútbol, ya se sabe), ni comprendo que el personal se rasgue las vestiduras por el presupuesto del cambio de rotulaciones (!con lo que ocurre en Zaragoza para poder criticar en el aspecto económico!), ni que Zaragoza Deporte cuestione que los méritos del Sr. Abós sean "suficientes" para que el pabellón lleve su nombre. Inaudito. Es evidente que se trata de un pabellón polivalente pero su función primordial ha sido y es la de albergar como sede los partidos, entrenamientos y actividades del equipo de baloncesto del CAI Zaragoza, el que mayores logros ha conseguido para la ciudad y para Aragón, después del Real Zaragoza, club de fútbol (sin olvidarme de equipos e individualidades de incuestionable merecimiento).
Pero lo que no alcanzo de ninguna manera a asimilar es la razón por la que todos -y digo todos- los partidos políticos municipales no estuvieran de acuerdo en su día desde el primer momento en la aprobación del cambio de nombre sin querer regirse por valores exclusivamente deportivos y humanos, aunque me parece positivo que se regulen futuras situaciones similares. Todo el mundo conoce el mérito del Sr. Abós, políticos y no políticos, seguidores del baloncesto y los que no lo son, los que somos ajenos a cualquier partido político y los que están en ellos, lo sabemos todos. Pero Aragón ha sido históricamente poco agradecida con sus hombres y mujeres ilustres en momentos puntuales. Y alguna vez habrá que cambiar porque así nos luce el pelo. No me sirven homenajes y otros rótulos. Abós, el CAI Zaragoza y el pabellón son sinónimos.
El señor don José Luis Abós fue un hombre que amaba el deporte, le apasionaba el baloncesto y sus conocimientos y capacidades llevaron al CAI a conseguir cotas deportivas nunca logradas, transmitiendo una pasión y un entusiasmo a los aficionados que llevó a llenar el pabellón de una ilusión que a mí me recordaba a pasadas glorias zaragocistas. Ese fue su mérito, no sé si "suficiente". Cuando pregunto a algunas personas contrarias al cambio de nombre si han ido alguna vez al pabellón a ver jugar al CAI me contestan que "no, pero eso no tiene nada que ver", a la manera del que nunca ha ido a una plaza de toros a ver una corrida (salvando todas las distancias, evidentemente) y es antitaurino "porque se ve mucha sangre". Ante tales argumentos tan fundamentales y de tanta profundidad y enjundia, aumenta mi perplejidad de forma proporcional a mi alegría por la decisión del cambio, que debería ser ejemplo para otros posteriores.
Ole por el señor don José Luis Abós (al que no tuve el gusto de tratar personalmente), ole por el CAI Zaragoza, ole por el baloncesto aragonés, ole por aquellas primeras firmas que pidieron su nombre para honrar a una figura que fue quien realmente provocó que muchos tocáramos las estrellas en el pabellón y que sintiéramos esas tres grandes letras ahí dentro donde están también las del Real Zaragoza, las de esta ciudad, las de todo el deporte aragonés, que germinaron en todos esos niños que asistían a ver al CAI cuando lo entrenaba el señor Abós y que aprendieron unos valores con aroma a la magia y la fantasía del fútbol del Real Zaragoza.
Para mi alegría, el Pabellón lleva el nombre de "José Luis Abós" definitivamente. Merecidísimo.
Con fecha 4 de diciembre de 2018, "Heraldo de Aragón" informa de que "El Supremo rechaza el recurso de ZEC y el Pabellón Príncipe Felipe mantendrá su nombre", es decir, que no lo admite a trámite. El Supremo entiende que el recurso no está "lo suficientemente justificado". Parece ser que debería haber sido el pleno del Ayuntamiento el que hubiera debido tomar la decisión del cambio, y no fue así, mientras que la opinión del gobierno de esta institución era la contraria, ya que así se resolvió en alguna otra ocasión y lo apoyaba la propia abogacía consultada que asesora sobre la jusrisdicción contencioso-administrativa al Ayuntamiento, en el sentido de considerar que el gobierno sí tenía esa capacidad. Se trata, pues, de un problema relativo al "principio de jerarquía normativa". A su juicio, con este fallo se aplica "un reglamento municipal que choca con el contenido de la Ley reguladora de las bases de régimen local", y que suele así cambiarse el nombre de las calles o instalaciones, por lo que debería existir una seguridad jurídica sobre el órgano competente.
Como es natural, es preceptivo acatar las órdenes judiciales, pero me gustaría que quedara clara la constancia de que, en este caso, la resolución se ha debido a una cuestión procedimental, y no a otras causas. Para mí, aunque no sea de forma oficial, el Pabellón continuará llamándose -en el uso de mi libertad de expresión y a los efectos oportunos-, "José Luis Abós", pues es lo merecido.
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