viernes, 11 de septiembre de 2015

ARTEMISIA



                                            "Se necesitaría un fogón conocido y benévolo, un cacito, las yerbas recogidas en el prado, cosas lejanísimas todas, cosas sencillas, para confiarse y acudir a ellas cuando se está mal..."

                                                                    Artemisia. Anna Banti





                                 Artemisia Gentileschi fue una gran pintora de la primera mitad del siglo XVII, hija de Orazio Gentileschi, destacado seguidor de Caravaggio, a cuya pintura incorporó todo el refinamiento toscano de su patria de origen. Artemisia consiguió trabajar en Florencia y Roma, puso escuela en Nápoles y viajó a Inglaterra para pintar por encargo del rey Carlos I, a pesar de haber sufrido en su juventud un suceso que conmovió al mundo romano: el proceso judicial por la violación que le causó Agostino Tassi, su maestro, amigo y colaborador de su padre. La figura de esta mujer luchadora protagonizó a lo largo del tiempo diferentes relatos, una obra de teatro, un documental televisivo y una película, en 1997, que, desafortunadamente, no destacó por su calidad. La mejor biografía novelada o novela histórica sobre la pintora la escribió la novelista italiana Anna Banti, nacida en 1895 y fallecida hace ahora treinta años, Artemisia, "un retrato apasionado de una persona cuyo destino merece ser conocido y recordado como ejemplar". Anna Banti había escrito un manuscrito inicial que fue destruido en un bombardeo durante la segunda guerra mundial. Una vez acabada, la autora reconstruyó su obra confiriéndole una nueva forma literaria aunando la verdad histórica, la novela, el diario, la confesión del personaje y el diálogo cómplice con la narradora, creando así una de las novelas clásicas más reconocidas de la literatura italiana del siglo XX. Carmen Romero tradujo al español Artemisia en una primera edición de Cátedra en 1992. Años más tarde, la editorial Alfabia publicaba una nueva edición con prólogo de Susan Sontag, que Carmen Romero revisó asesorada por Francisco Rico. Tras la publicación, el Museo Thyssen de Madrid presentaba en 2009 uno de los cuadros más representativos y conocidos de la pintora, "Judith y Olofernes", prestado por el Museo Capodimonti de Nápoles, probable trasunto simbólico de la violación que sufrió Artemisia dadas la violencia y crueldad que manifiesta la imagen. Carmen Romero reconoce que Anna Banti aporta en su narración "la verdad poética" de la vida de esta gran figura del Barroco, una mujer que quiso ser libre como un hombre, consiguió su independencia a cambio de sufrimiento y vivió la soledad de la artista marginada por haber sido violada. La Historia del Arte le ha dado su lugar y a ello contribuyó una escritora que contempló con horror cómo las llamas destruían Florencia, la ciudad donde había nacido, Anna Banti.





                 Artemisia se introdujo en la pintura en el taller de su padre donde mostró más talento que sus hermanos que trabajaron con ella. El acceso a la enseñanza de las academias profesionales de Bellas Artes era exclusivamente masculino y por tanto le estaba prohibido, por lo que a los diecinueve años su padre le puso un preceptor privado, Agostino Tassi, que pintaba con él en el Palacio Pallavicini. La violó prometiéndole salvar su reputación casándose con ella pero ya estaba casado. Orazio lo denunció ante el tribunal papal que inició un proceso judicial en el que se descubrió que Tassi había planeado matar a su mujer, había cometido incesto y quería robar las obras de su amigo. La documentación conservada impresiona por la crudeza del relato de Artemisia y por los métodos inquisitoriales del tribunal. Se la torturó para comprobar si decía la verdad de forma cruel apretándole los dedos con un instrumento de cuerdas que podría haber provocado la incapacitación para pintar durante toda su vida, además de someterla a exámenes ginecológicos humillantes. Finalmente, el juicio se saldó con la pena de un año de prisión para Tassi que a los ocho meses ya estaba libre. Así describe Artemisia lo vivido:
      " Cerró la habitación con llave...me metió una mano con un pañuelo en la garganta y boca para que no pudiera gritar...Y le arañé la cara y le tiré de los pelos ... y le arranqué un trozo de carne".
      La pintura Giuditta che decapita Oloferne impresiona por la escena que representa que ha sido interpretada como un deseo de venganza por la violación sufrida y el odio hacia Tassi. Coloca sus rasgos en el rostro de Judith y los de Tassi en Holofernes en un ambiente de oscuridad y máxima frialdad en el acto de clavar la espada en el cuello de Holofernes para decapitarlo.

                  Un mes después del juicio, Artemisia se casó en un matrimonio concertado por su padre con otro pintor, Pierantonio Stiattesi, lo que le confirió un estatus de suficiente honorabilidad. A partir de entonces, mantuvo buenas relaciones con los artistas más respetados de su tiempo y consiguió la protección de personas influyentes como Cosme II de Médici o Galileo Galilei. Separada de su marido y arruinada, se asentó en Roma, intentando criar sola a sus hijas. Demostró su capacidad de renovación y de adaptación a las novedades artísticas y su determinación para vivirlas como protagonista. Sin embargo, Roma no fue tan lucrativa como ella esperaba, le estaban vedados los encargos de frescos y retablos todavía. Tras su estancia en Venecia, su situación mejoró en Nápoles donde fue aumentando su reconocimiento dada la calidad de sus obras por lo que ya comenzó a pintar para una catedral. Se reunió con su padre en Londres como pintores de corte, cumpliendo los encargos del padre cuando falleció. De regreso a Nápoles, no se conoce con exactitud como transcurrió su vida ni la fecha concreta de su muerte. Su tumba fue destruida tras la Segunda Guerra Mundial. Después de su muerte fue prácticamente olvidada.

               Sus pinturas pueden verse en Nueva York, Méjico, Madrid, Detroit, Brno, entre otros lugares como la Catedral de Sevilla y en las capitales italianas en las que pintó. La crítica destaca en su obra "el claroscuro de la luz de la vela", el fuerte acento dramático, la exaltación luminosa de la belleza del desnudo, los brutales contrastes, "la sofisticación poética" y el sentido del color y la plasticidad en el uso de los diversos matices del ocre, verde y amarillo. Muchos rasgos aprendidos de su padre y de Caravaggio pero con tratamiento personal en la superación de los maestros, en definitiva: su modernidad. Se impuso por su arte en una época en la que las mujeres pintoras no eran aceptadas fácilmente. Los temas heroicos que trató eran considerados inadecuados para el espíritu femenino. Su reivindicación inicial proviene del crítico italiano Roberto Longhi -esposo de la novelista Anna Banti- quien en su ensayo Gentileschi padre e figlia destacó la estatura artística de Artemisia, aunque con comentarios un tanto misóginos, que más adelante, se transformarían en un excesivo feminismo en otras opiniones. Longhi parecía asustado cuando expresaba "... pero...¡esta es una mujer terrible! ¿Una mujer pintó todo esto?". Artemisia utilizó su personalidad y cualidades artísticas contra los prejuicios expresados en contra de las mujeres pintoras, consiguió introducirse en el círculo de los mejores pintores de la época, abarcando una gama de géneros pictóricos amplia y variada que excluyen valoraciones guiadas por el cliché o el tópico.

             La primera escritora que decidió componer una novela en torno a la figura de Artemisia fue Anna Banti. En su segunda versión de 1947 -la década del neorrealismo- dialoga con la pintora en forma de un diario abierto mientras relata su adolescencia y madurez, expresando la necesidad de intercambiar de mujer a mujer las consideraciones artísticas que, seguramente, habría comentado muchas veces con Roberto Longhi, su profesor. Las obras de Anna Banti reflejan un trasfondo psicológico de la condición de las mujeres en la sociedad de su tiempo a través de personajes femeninos descritos con gran agudeza en momentos de crisis moral o existencial. Lo que la novelista siempre persiguió fue transmitir la soledad de la mujer que busca su dignidad en un mundo de hombres, a veces en medio de unas vidas llenas de humillaciones y dolor. En el prólogo a la primera edición española se explica la finalidad con la que Anna Banti creó esta novela: reconstruir el mundo de los afectos, "el más difícil de los mundos", centrando la atención en la relación entre padre e hija, contada como un juego entre imágenes y memoria , entre biografía y autobiografía, en una tensión en que confluyen la persona que existió, la recreada por Anna Banti y la propia autora, con un lenguaje "rico hasta el patetismo, impregnado de lirismo, de sintaxis impresionista con superposición de diversas técnicas narrativas".


         Por todo esto quizá debió de elegir la novela Artemisia Carmen Romero para realizar la primera traducción que se hacía a otra lengua distinta a la original, una traducción, por otra parte, certera, brillante, recogiendo perfectamente el estilo majestuoso de la autora sin que la prosa poética se vea empañada en ningún momento por el cambio de lengua. Así, Joaquín Marco concluye:" Artemisia incide en el género de la novela histórica desde una óptica femenina, la de su heroína, la de la propia autora y la de la traductora". Anteriormente, ya había traducido Carmen Romero la obra poética del poeta contemporáneo Valerio Magrelli, y aun siendo una experta políglota, viajó constantemente a Italia para perfeccionar esa lengua, además de estudiarla en el Instituto de Cultura Italiana de Madrid. La traducción de la novela de Anna Banti subraya y enfatiza la fuerza de la palabra original, sin desvirtuarla ni oscurecerla. No es una traducción de aproximación sino que llega a conmover respetando la cadencia auténtica del italiano. Carmen Romero me contó cómo su padre le inculcó el gusto y la afición por la pintura -además de por la literatura y la música- de la misma forma que le ocurrió a Artemisia. Vicente Romero y Pérez de León, que ejerció como médico militar en Zaragoza y Calatayud durante un tiempo, llegó a exponer sus cuadros de forma individual y conjunta  frecuentando las reuniones de pintores y plasmando temas de su especialidad, firmando siempre con minúsculas como señal de humildad. Inculcó a sus hijos la preocupación por lo social y lo cultural, lo que hizo que Carmen estudiara guitarra y formara parte de un cuarteto de guitarra clásica,  "si no hubiera tenido que ganarme la vida, habría sido concertista de guitarra", decía siempre, aunque en el cante flamenco ha brillado igualmente. Se proyectó como profesora y política en la pelea por la mejora de la sociedad en la medida en que ella lo entendía intentando ser útil, en la búsqueda continua de la libertad personal y colectiva. Recientemente, a Carmen le ha tocado superar una enfermedad  grave y en ese camino para conseguirlo se ha mostrado como lo que es, una mujer en constante crecimiento a la conquista de la vida, lo que ha conseguido en este momento. Carmen Romero defiende la sencillez, la que heredó del padre, y con esa dimensión ha vertido al castellano el relato de una novelista que rescató la biografía poética de una gran pintora que luchó por serlo.

          Tres mujeres y una pasión común: el arte. Tres mujeres con ideas propias, progresistas, pioneras del aprendizaje y de la defensa de la cultura como motor de desarrollo y cambio. Tres mujeres de diferentes épocas pero modernas, con los mismos sueños, amantes de las cosas sencillas y verdaderas que constituyen realmente la vida...



             
         

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