que no está en la elegancia
y modo de decir el fundamento
y principal sustancia
del verdadero cuento
que en la pura verdad tiene su asiento.
Miguel de Cervantes (La Galatea)
Then beauteous niggard, why dost thou abuse (Luego, bello egoísta, ¿por qué abusas
The bounteous largess given thee to give? de lo que se te dio para que dieras?
Profitless usurer, why dost thou use Avaro sin provecho, ¿por qué empleas
So great a sum of sums, yet canst not live? suma tan grande, si vivir no logras?
For, having traffic with thiself alone, Al comerciar así sólo contigo,
Thou of thyself thy sweet self dost deceive. defraudas de ti mismo a lo más dulce.
Then how when nature calls thee to be gone? Cuando te llamen a partir, ¿qué saldo
What acceptable audit canst thou leave? podrás dejar que sea tolerable?)
William Shakespeare (Sonetos) M. Mújica Láinez (Traducción)
El que dice una mentira no sabe qué tarea ha asumido, porque estará obligado a inventar veinte más para sostener la certeza de esta primera.
Alexandre Pope
El ovetense Gonzalo Suárez recibió el Premio Goya al mejor director de cine por su inquietante película "Remando al viento", y por el conjunto de su filmografía le fue otorgado el Premio Nacional de Cinematografía en 1991. Recordamos "Oviedo Express", "Epílogo", "El portero", "La Regenta", "Los pazos de Ulloa" (serie para televisión)..., pero la dimensión artística y creativa de Gonzalo Suárez engloba facetas menos conocidas: actor, director de teatro, guionista, adaptador de novelas (insuperable "La colmena", que dirigió Mario Camus), y sobre todo, la de escritor. En su obra no hay distancia entre creación y representación, porque el cine y la literatura no sólo se han ido alternando a lo largo de una trayectoria ya muy extensa sino que se han fusionado en ocasiones, incluso adaptando sus propias narraciones al cine y mostrando en películas y libros los mismos temas, obsesiones y una estética híbrida absolutamente sugestiva y original. Su vocación real, ha declarado, es escribir (en 2015 publicó su última novela, Con el cielo a cuestas). Y como lectores o espectadores, siempre tendremos asegurada la risa. Porque Gonzalo Suárez ha utilizado constantemente la imaginación como un modo de enfrentarse al mundo, como una forma de evadirse de una realidad demasiado aburrida y decepcionante, como una manera de "romper lo cotidiano", en palabras de Cortázar. Innovador y surrealista, muestra una enorme capacidad de sorpresa, la constante dialéctica entre realidad y ficción, la complicidad del público y un humor arrasador, cercano al absurdo, herencia, según confiesa, de escritores como Chandler, o de una tradición española que entroncaría con la primera línea vanguardista española: Mihura y "La codorniz", Jardiel Poncela, o cineastas como Buñuel y Berlanga.
Su obra literaria se reedita con frecuencia. Quizá los mejores libros se encuentren en el comienzo de su producción, cuando el relato corto se acomodaba perfectamente al deseo de libertad formal adecuado a narraciones breves de final abierto en la línea de las de serie negra de Dashiell Hammet, que más tarde adquirieron mayor complejidad estructural. En el volumen antológico La Literatura, se incluyó uno de sus libros de relatos iniciales, Trece veces trece -al que pertenece el "cuento" moderno Desembarazarse de Crisantemo-, que lleva esta cita inicial:
"Si yo paseo por un bosque y veo dos árboles, mi deber sería decir que lo que veo son dos árboles. Usted ve, en efecto, dos árboles. Pero yo veo el hueco que hay entre los dos árboles, y paso".
Los analistas actuales del cuento contemporáneo señalan que el relato breve de ficción recoge elementos del cuento folclórico tradicional y por tanto, de la oralidad, a los que se añaden nuevos rasgos renovadores. Augusto Monterroso afirma: "la única regla para escribir un cuento es que no hay reglas". Y el profesor de la Universidad de Zaragoza, Luis Beltrán Almería, según los planteamientos de Mijaíl Bajtin, señala que "el cuento literario conserva deformada su naturaleza folclórica". Además del didactismo, la atemporalidad, la agudeza, los personajes arquetípicos, el afán generalizador y el deseo de distraer, José Mª Merino especifica que en el cuento "debe producirse la mayor intensidad en la menor extensión posible", y que, efectivamente, en los autores españoles de cuentos de los últimos cien años el gusto por lo fantástico y lo humorístico es lo más relevante, puesto que las influencias más notables recibidas son las de los grandes rusos, la de Hemingway y otros escritores de "the lost generation" y la de Kafka, a través de Borges, Cortázar y Calvino: un humor que podría relacionarse con una "estética patética", la pertenencia del cuento a los géneros "serio-cómicos" o con el "fabliau" narrativo, o sea, una simbiosis de tradición y escritura e historia que da lugar al carácter proteico del cuento literario y que en definitiva, lo que pretende es criticar y ridiculizar la sociedad del momento a través de una sátira mordaz y burlesca, divertida pero un tanto cruel, como se aprecia en Desembarazarse de Crisantemo.
A esa combinación de rasgos temáticos y formales, añade Gonzalo Suárez en este cuento otros recursos técnicos compositivos que articulan el relato, como los que provienen de la parodia carnavalesca, de la animalización de la fábula, de la atmósfera caricaturesca y la bufonada engañosa, del mundo de las maravillas y las metamorfosis cercano al universo mágico de la ciencia-ficción y, sobre todo, del carácter que lo envuelve desde el principio: el misterio y el suspense, que sólo se resolverán en la sorpresa final de un desenlace inesperado (¡o no!...), una especie de pirueta última ingeniosa, el "golpe" definitivo...( el "knockout" de Cortázar), que recuerda inevitablemente a Hitchcock por ejemplo, en la adaptación de un episodio de los Relatos de lo inesperado de Roald Dahl. Por la vía de una estética de la mascarada clásica y moderna Gonzalo Suárez mostrará, en definitiva, la ética de la verdad.
El turbador título anticipa un desarrollo alarmante: Desembarazarse, ¿quién, por qué, para qué, cómo librarse de lo que genera un enorme peso o estorba? Crisantemo: el personaje que aparece abruptamente desde el principio se apellida así. "Crisantemo" es el nombre de una flor, pero no es una flor cualquiera sino una muy peculiar: una flor amarilla (del griego chrysos, oro, y anthemos, flor), considerada a veces como "una mala hierba" de la que se extraen polvos insecticidas. Tradicionalmente, en la cultura occidental es la flor que se lleva a las tumbas de los cementerios, y en las costumbres orientales se utiliza para celebrar "los hechos memorables" que implican sabiduría. En el lenguaje de las flores, simboliza la eternidad y la inmortalidad. Para su correcto desarrollo el crisantemo necesita la luz y una temperatura cálida. Aunque puede crecer en diferentes colores, en el más genuino, el amarillo, representa el estímulo de la memoria pues refleja el color del sol que surge de las tinieblas como mensajero de la luz y vuelve a desaparecer en la tenebrosidad, es el color de la intuición que ilumina las tendencias de los acontecimientos. Se asocia como superstición a la muerte. Crisantemo (amarillo) aplicado a nombre de varón implica rechazo y desdén. Por su naturaleza, las flores simbolizan la fugacidad de las cosas: los griegos y romanos cubrían con ellas a los muertos y las esparcían sobre los sepulcros y para los egipcios recordaban la realidad de la muerte y el bienestar de una nueva vida. Son una imagen arquetípica del alma. En fin, la flor de oro, en la mística china, es el símbolo legendario del imposible.
Con tales antecedentes, el título podría aclararse pero lo que realmente se acrecienta es la intriga. Crisantemo se ha presentado de repente ante un librero para requerirle la razón del envío a su padre -recientemente fallecido- de un lote de libros que ha debido abonar él. Dos, pues, son los personajes que protagonizan el hecho narrativo: un librero, sin nombre, que adopta la función de narrador, del que se deduce que es mayor ya que lleva "años de trabajo" ahorrando, según dice, frente a "un joven", de apellido simbólico, que ha realizado un "viaje a la ciudad" para hablar con él, que no se sabe de dónde viene pero sí que su padre no le había dejado "ni un céntimo", y que "sonreía" a pesar de llevar "el traje de luto", lo que resulta muy patético para caracterizar a un hijo. Dos personajes opuestos que entran en conflicto desde el principio a través del diálogo, basado en preguntas y respuestas rápidas, breves, inquisitivas por parte de Crisantemo, casi como ráfagas policiales. El relato remite a un comienzo tradicional, "hacía", y a un contexto espacio-temporal no absolutamente precisado pero intuido: un mundo urbano contemporáneo. Se sabe, también, que el librero hacía tres meses que había comenzado ese negocio: la venta de libros. La referencia al padre muerto es constante, como si se tratara de un fantasma que pulula a lo largo del cuento (el mundo de los muertos adquiere una enorme importancia en cualquier narración folclórica), con el que ya tenemos el número mágico, el tres, que se reiterará varias veces a lo largo de la narración, otorgándole cohesión y unidad, junto a otros elementos recurrentes.
El número tres es considerado como el de la armonía en los contrarios, síntesis espiritual base de la perfección. Crisantemo siente curiosidad -y con él, el lector- por saber qué motivos ha tenido su padre para comprar una serie de libros antes de morir, lo que le revelaba "un aspecto inédito" de su carácter...porque "no acostumbraba a leer", según le responde al librero. Los libros son tres, entre ellos un manual de gimnasia sueca. En la conversación, Crisantemo interroga al librero acerca de si recuerda a su padre cuando se presentó a efectuar el encargo, que tal vez hiciera en su última estancia en la ciudad. Al describírselo, el librero afirma recordarlo, pero Crisantemo confiesa que no fue a la ciudad. A estas alturas, el lector está confundido e intrigado (quizá ya menos el librero) y todavía más cuando añade estas enigmáticas palabras:
- Tiene usted un negocio bien organizado y muy próspero. Nunca hubiera sospechado hasta qué punto podía resultar lucrativo vender libros en este país. Compartía la idea, bastante generalizada, de que aquí nadie lee.
Para el librero, la clave del éxito radica en "localizar a los clientes". Crisantemo sabe que "usted ha descubierto una clientela segura. Esta es la razón por la que he decidido ser su socio", pero sólo para "compartir beneficios". Ante su negativa, Crisantemo deberá insistir y desenmascarar definitivamente al impostor de una forma sorprendente e irónica, que deja bien a las claras la catadura moral de un nuevo pícaro. Y lo hace de forma gradual, sin dar opción a las evasivas del librero que, acorralado, acaba sucumbiendo al descubrimiento:
1. Su padre estaba paralítico desde hacía cinco años, así que el manual de gimnasia le había producido "hilaridad".
2. "Además de paralítico, papá era ciego"
3. "El nombre y dirección de mi padre constaban en la esquela que publicaron los periódicos".
El diálogo continúa:
- El negocio ha sido concebido muy inteligentemente, y podemos pensar en nuestro porvenir. La gente no ha adquirido la costumbre de leer, pero no pierde la costumbre de morirse. Evidentemente, los muertos son unos clientes seguros y poco exigentes. Y las familias de los difuntos suelen estar atareadas y preocupadas.
- Siempre pagan, y se quedan con el paquete.
Y finaliza con la invitación a visitar el almacén, situado en el sótano, donde se guardan los libros, comprados "al peso". Con él termina el planteamiento de la historia y la caracterización de los personajes, aunque esperan sorpresas todavía: un librero se ha visto obligado a acoger como socio de su negocio a Crisantemo, al ser descubierto por éste en el fraude de vender libros a los ya fallecidos -en este caso, al padre de Crisantemo-, con el fin de lucrarse a costa de los familiares. ¿Podríamos considerar esta propuesta como imaginativa y ficcional a la manera clásica de una patraña? A partir de aquí, se ha planteado un problema que necesita una solución y para lograrla, el autor introducirá los componentes fantásticos necesarios para el desarrollo del relato hasta llegar a un final previsto o imprevisto, según le parezca al lector. Los personajes se reconocen en una caracterización emotivo-valorativa como astutos: los dos engañan, fingen, disimulan y silencian, carecen de integridad y honradez; probablemente, el librero muestra más ingenuidad, pues cae en su propia trampa y Crisantemo resulta un ser abyecto, que contiene "las carcajadas" simulando "que sollozaba" en una de las misas celebradas por la memoria de su padre mientras recordaba el manual de gimnasia sueca. La epifanía se resuelve rápidamente con el descenso al sótano de la sabiduría.
Acabado el diálogo y sin solución de continuidad, una elipsis temporal (que correspondería a un fundido en negro en una versión cinematográfica) interrumpe bruscamente el relato que intensificará la tensión con el desarrollo de la idea germen del título. En el lugar adecuado va a encontrar el librero -una vez descubierto en su mentira- el objeto mágico que le ayudará a intentar liberarse de quien le ha chantajeado queriendo sólo beneficios, pero sin trabajar. Es una nueva aparición que continúa manteniendo la expectación del lector: en el almacén aparece el libro Magia africana para influir sobre los acontecimientos, las personas y las cosas.
Desde que Crisantemo se había convertido en mi socio, busqué sin cesar la manera de desembarazarme de él. Descarté el asesinato por ética profesional y, sin embargo, comprendía que sólo la muerte podría librarme de mi colaborador, ya que nos unían lazos más indestructibles que los del matrimonio...Cada vez se volvía más insoportable y exigente... y él se limitaba a leer las esquelas del periódico que yo le llevaba cada mañana a la cama, con el desayuno.
En el mundo de valores del librero, sólo la muerte puede hacer desaparecer el conflicto, lo que evidencia una mentalidad primitiva y arcaica de la que se burla con un sarcasmo implacable el autor, que también satiriza la actitud pasiva y dominante de Crisantemo, que, en una vengativa inversión de papeles, se ha convertido en el amo y señor que no era, en clara parodia de ascenso social. En la descripción de la cotidianeidad de los personajes y la sobrevenida presencia de la inverosimilitud de la fantasía se observa una combinación de lo natural cotidiano más la espera de lo milagroso y maravilloso, como consecuencia de que en la modernidad el canon del cuento ha sido difuminado por un nuevo género, la novela. La muerte simboliza, en el caso del librero, la suprema liberación, el final de lo negativo: el sacrificio de Crisantemo (al fin y al cabo él siempre se había aprovechado de los muertos...). Cuando Crisantemo duerme, él desciende al submundo del sótano (los subterráneos -cavernas, pasadizos, el laberinto tenebroso, el interior de la tierra... encarnan la incomunicación, la visceralidad, la posibilidad de la búsqueda de la luz), para leer a hurtadillas y maquinar de forma maquiavélica cómo zafarse del intruso.
El librero se detiene en el capítulo "Cómo perjudicar a las personas a quienes no se quiere bien", pero los venenos hechos con plantas exóticas que aprende no le sirven porque a Crisantemo "no le gustaba la verdura" (a pesar de todo, el autor ha dotado a este personaje de un punto de inocencia que justifica de alguna manera el final todavía en suspense). Prefiere los procedimientos para "transformar a los amigos y esposas infieles en animales salvajes o domésticos":
Cada persona tiene propensión, desde su nacimiento, a convertirse en un animal diferente. Es conveniente, antes de iniciar los sortilegios, concretar la clase de animal adecuada en cada caso.
Este es el descubrimiento que le da la clave de la resolución del enigma: la metamorfosis, la transformación en el animal que le corresponda a Crisantemo. Descartada la idea de la muerte y convencido de que el negocio va a peor pues Crisantemo no colabora, piensa en convertirlo en animal, porque eso parece ser para el librero. Para saber en cuál, lo observa y anota sus palabras.Y le escucha nombrar a tres animales en frases absurdas: lobo, mariposa y asno. Como no le convencen, deduce que el adecuado es una jirafa porque lo había visto estirar mucho el cuello en tres ocasiones: cuando se hacía el nudo de la corbata, cuando se disponía a estornudar y cuando bostezaba. Y además le había dicho: "Los seres humanos estamos ante una tapia, y no conseguimos ver lo que hay detrás". Este es el punto de mayor concentración de intensidad y tensión en la narración, el lector se pregunta ¿qué pasará?, el misterio avanza y juega a imaginarse cómo se descifrará el embrollo.
Comienza, pues, el proceso, que no estará exento de enormes dificultades (las "pruebas" del cuento folclórico, en el que "todo se puede transformar en todo porque nada es realmente nada"). La jirafa es un animal totémico, mágico, dotado de una gran capacidad de ir más allá de su ámbito, con una visión de gran alcance y percepción. Los tres cuernos le aportan fuerza y poder, le ayudan a abrirse camino, y le añaden una mayor aptitud para la estrategia. El enorme cuello le hace extenderse y conectarse fácilmente con el medio. Alegóricamente, los elegidos por este tótem son visionarios, con mentalidad proyectada al futuro, capaces de influir en los acontecimientos, son intuitivos, detectan lo que otros están pensando, consiguen los logros propuestos y animan a cumplir desafíos (en negocios, empresas...). Las jirafas son de color amarillo con estampado laberíntico para mimetizarse convenientemente con el entorno y ayudarse de su táctica de supervivencia con más eficacia... (Gonzalo Suárez, en claro guiño buñuelesco, hace pasear a una jirafa por un exquisito salón en "Remando al viento"). Los orígenes de la "animalización" hay que encontrarlos en el cuento medieval de raíz oriental. Muchos proceden de las parábolas predicadas por los monjes budistas, "jatakas", reencarnaciones de Buda en diversos animales. Son los primeros cuentos que pasan a la escritura. La colección arquetípica es el Panchatantra, de donde nacen Calila e Dimna y el Sendebar. También hay que tener en cuenta la tradición de los bestiarios medievales con todas las derivaciones artísticas posteriores, sobre todo en la literatura (Borges, Tomeo...). Gonzalo Suárez relataba en una entrevista que a él le habría gustado ser una mosca, por la perfección de su vuelo y porque se lo pueden comer todo...
El ritual se inaugura con una especie de brebaje confeccionado con ingredientes dispares, entre ellos "cincuenta y tres gotas de vitamina A y agua abundante de la piscina municipal", lo que le provoca una ictericia que... ¿de qué color va a cubrir entero a Crisantemo? !Amarillo, claro! En ese gusto por contar que supone la amplificatio, el librero continúa realizándole "pases magnéticos" que cree han podido tener efecto cuando imagina verle un cuerno en la frente, que no es otra cosa que un chichón producto de un golpe, así que por tercera vez lo intentará acudiendo a la autosugestión psicológica: debe hacerle creer que se está convirtiendo en una jirafa. En ese clímax de horrores gradual que suponen todos estos pasos, recurre al disfraz, por lo que le regala una corbata !amarilla! con lunares negros, consigue que lleve calcetines amarillos y con un traje negro ya tenía "el aspecto de una jirafa". Al mismo tiempo, con el pretexto de comprarle una camisa, le va midiendo el cuello, comprobando que aumenta en tres milímetros en dos semanas, así que calcula que en tres o cuatro años el proceso de transformación habrá terminado.
Lo importante, ya lo decía el libro, era no desistir en el empeño y aplicarse con paciencia y meticulosidad
Ante esta actitud, Crisantemo respondía de una forma muy sospechosa para el lector. Dejaba proceder al librero disimulando mientras le repetía: "Tenemos una profesión privilegiada y trascendente.Vender libros a los muertos es una ocupación que enaltece", pero su socio estaba convencido de que "a pesar de ser un hombre listo, distaba mucho de imaginar mis propósitos". Cuando está en la creencia de que conseguir el objetivo va a resultar un proceso lento, se produce un corte repentino en la narración, una distensión conducente a un rápido y breve final, un cambio brusco, en palabras del librero "una brutal revelación". Dice el autor por boca del personaje introduciendo así al lector en el relato: "me sorprendió tanto como pueda sorprenderles a ustedes". Es un final con fuga: en el amanecer, con la luz de la aurora, Crisantemo desaparece. El librero, "despierta" de la oscuridad del sótano, de una forma tan despiadada que suscita la compasión del lector, de alguna forma cómplice, ante un burlador burlado.
Sobre la cama vacía aparece una nota o carta, a modo de nuevo recurso estilístico muy utilizado en la tradición literaria (como en Chéjov), en la que Crisantemo, dirigiéndose al librero como "colega" le cuenta que, probablemente a causa del "exceso de trabajo", se está convirtiendo en una jirafa y que huye a un zoológico por temor al ridículo y a dar explicaciones de su embarazosa transformación. Le agradece que se haya ocupado de su porvenir más de lo que lo habría hecho su papá. Pero no será hasta el último párrafo cuando se descubran todas las claves del cuento. Gonzalo Suárez "juega" con el lector hasta el final absoluto, momento en que el perfil del librero queda definitivamente caracterizado. En sus palabras, nos damos cuenta de su miseria moral por una parte, pero también de la estafa del que ha sido más listo: el librero no se lamenta de la huida pero le sorprende para qué querría Crisantemo, convertido en jirafa,
la cajita donde yo guardaba mis ahorros, fruto de años de trabajo, empaquetando y vendiendo libros, con el noble designio de elevar el nivel cultural de todos los muertos de este país.
Aunque podríamos entender que el final es definitivo, el cuento, no, no se ha acabado, cada cual puede cerrarlo según su imaginación. El "juego de inmorales" no tiene límites. Aunque el relato aparece como un cuento "novelizado" o "novelístico", se desprende una cierta estética carnavalesca, producto del canon de la sátira menipea antigua que ridiculizaba las actitudes de los cínicos y denunciaba los vicios y defectos de la sociedad. También Cervantes creó un pícaro, Pedro de Urdemalas, ingenioso, que simulaba simpleza para embaucar a los ambiciosos y obtener éxito en su supervivencia e intento de cambio social. Las historias de burladores se tejen con mentiras y verdades: descubrir en ellas el componente realista o fantasioso es tarea del lector. Los personajes engañan y son falsos: se mienten unos a otros sin importarles más que su propio beneficio, son hipócritas y deshonestos. El objetivo es denunciar la inconveniencia de estas acciones no éticas que corrompen a la sociedad y por las que deberían recibir lo que se merecen, su justo castigo.
A Gonzalo Suárez los seres humanos siempre le han asqueado, según ha declarado, por su pequeñez, porque tenemos una tapia delante y no conseguimos ver lo que hay detrás, porque no existen las verdades objetivas concretas... ¿Cómo seguirían comportándose Crisantemo y el librero en el futuro? Lo que este cuento refleja es el mundo de valores propio de la época del autor, de la cultura en que ha surgido, del tiempo español en que ha sido escrito. Gonzalo Suárez indaga con ironía en el lado oscuro de la vida y en las frágiles fronteras entre el bien y el mal, añorando un imposible paraíso mientras critica la evasión de la norma y la decencia. El individualismo de los tiempos actuales tiene un alto precio: la soledad. Crisantemo y el librero, a pesar de su "complicidad" inicial son dos personajes en soledad. Los espacios en que se desarrolla el hecho narrativo resultan asfixiantes en ese sentido.
Este mundo de valores presenta una defensa de los derechos humanos, de la dignidad personal, de la cultura y el trabajo, y una condena de la falta de honradez, la insolidaridad (que tanto criticó Chéjov) y de un nuevo valor material, el dinero generador de diferencias sociales. Pero también, un ciclo repetido del tiempo como reflejo del mundo primitivo: los muertos "sirven", la muerte está siempre presente en ese "eterno retorno" típico de Cortázar (porque las historias se repiten, lo mismo que la vida), así que seguramente se volverá a engañar para "enaltecer" el producto con cualquier método utilizado para ello. Parece que no se puede escapar al destino, fatum pesimista por parte del autor, por lo que al librero seguramente le volverá a pasar lo mismo porque es un personaje "crédulo", al estilo antiguo y su vida consistirá en un perpetuo "desembarazarse" de timadores como él y chantajistas como su socio. El cuento Desembarazarse de Crisantemo aparece configurado por la mezcla de ficción y realidad (un "realismo mágico" muy cinematográfico), la unión de lo maravilloso y fantástico con lo cotidiano, y la hibridación entre lo tradicional y lo moderno. A lo mejor, lo que el escritor pretende insinuar es que los avances tecnológicos, científicos y económicos de nuestra sociedad la mejoran de alguna manera, pero para conseguir un bienestar definitivo es necesario potenciar la sensibilidad social, el desarrollo espiritual y el progreso moral, o sea, que desaparezca la estupidez humana. O tal vez, usted haya deducido otras conclusiones...
Algunos de los componentes de los cuentos tradicionales dejan paso a nuevas técnicas para intentar "desrealizar la realidad", unas veces de forma impresionista, tan del gusto de Gonzalo Suárez, como ocurre con los irónicos diminutivos "cajita" -de ahorros- o "pobrecito" -el padre-, o bien expresionista, en las hipérboles deformadoras siempre en contraste con los claroscuros que potencian la intriga (esos puntos suspensivos misteriosos...), y en la forma más breve posible: es un arte miniaturista que correspondería a una fuga musical, a un vodevil teatral, a la cloisonné, a la presencia de un enano en un circo..., pero siempre con el tratamiento libre y personalizado de cada artista en su obra. El cuento está determinado por algo que está fuera de él, el escritor, con su carga de valores humanos, pero también literarios...
Julio Cortázar afirmó:
" Todo cuento está predeterminado por el aura, por la fascinación irresistible que el tema crea en su creador ".
Y Edgar Allan Poe:
"El cuento breve permite al autor desarrollar plenamente su propósito, sea cual fuere, de lo que se ve privada la novela ordinaria que, dada su longitud, no puede ser leída de una sola vez careciendo de la inmensa fuerza que se deriva de la totalidad".
He aquí un magistral ejemplo, Desembarazarse de Crisantemo, de Gonzalo Suárez.
Japón, la tierra de los crisantemos
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