lunes, 21 de marzo de 2016

PEÑA JUAN BREVA



                                                  La música compone los ánimos descompuestos y alivia los trabajos que nacen del espíritu.


                                                                          Miguel de Cervantes (El Quijote)




                                                                     Desde Ronda a mi Axarquía
                                                                     Llevo el cante por bandera
                                                                     Traigo rondeñas bravías,
                                                                     Serranas y malagueñas.
                                                                     Ay, que desde Ronda
                                                                     Hasta mi Axarquía
                                                                     Yo llevo el cante como bandera.

                                                                           Juan Antonio Espejo



                      Hay un lugar que el Mediterráneo halaga, donde la tierra pierde su valor elemental, donde el agua desciende al menester de esclava y convierte su líquida amplitud en un espejo reverberante, que refleja lo único que allí es real: la luz.

                                                                       José Ortega y Gasset





               
                                           Poetas esenciales la pintaron con pasión arrebatadora: Málaga es la fiesta del sentido y para los sentidos. Ya Salvador Rueda la caracterizó como "inglesa y mora, a la vez que andaluza", Rafael Alberti sólo necesitó tres colores: "Azul, blanco y añil", y el Premio Nobel de Literatura Vicente Aleixandre la piropeó: "ciudad graciosa", "ciudad honda", de brillo idílico y deslumbrante:

                         
                             Siempre te ven mis ojos, ciudad de mis días marinos.
                             Colgada del imponente monte, apenas detenida
                             en su vertical caída a las ondas azules,
                             pareces reinar bajo el cielo, sobre las aguas,
                             intermedia en los aires, como si una mano dichosa
                             te hubiera retenido un momento de gloria antes de
                             hundirte para siempre en las olas amantes.


            para exclamar turbadoramente el universo de su poderío,


                                            ¡Oh ciudad no en la tierra!



                      Efectivamente, Málaga se ha vinculado estrechamente a la literatura española contemporánea a través de la revista "Litoral", la más representativa de la Generación del 27, que crearon en 1926 los escritores malagueños Emilio Prados y Manuel Altolaguirre, siempre atentos a las corrientes más innovadoras que iban sucediéndose en una época de grandes convulsiones, tanto sociales y políticas como culturales, configurando una revista de vanguardia en la que participaron los más valiosos creadores de la que sería la nueva cultura española formada por los más significados pintores, dibujantes, músicos, tipógrafos e intelectuales, algunos de los cuales colaboraban desde el exilio, añadiéndose en sucesivas etapas nuevos nombres tanto locales (José Moreno Villa, María Zambrano) como nacionales (por ejemplo, Jorge Guillén, vallisoletano cuyos restos descansan en el singular y ameno Cementerio Inglés malagueño).

                    Málaga, cuna de insignes hombres y mujeres de pensamiento y arte, resplandece aún más, si cabe, cuando el buen flamenco le arrebata el sentimiento y la alegría de una tierra con señorío y verdad, cuyo cante a veces no se ha valorado suficientemente en su amplia riqueza, pureza y profundidad. El antiquísimo sustrato histórico de Málaga y el cosmopolitismo audaz de una actual ciudad atrevida y renovadora con el que encaja a la perfección, se tejen sin fisuras en esa manifestación folclórica apasionada y ardiente, de innegable alquimia, que es el flamenco. Se ha afirmado que su procedencia se remonta a los tercios de Flandes del siglo XVII, que la silueta de los bailaores cuando danzan recuerda al ave zancuda, el flamenco, o que el término procede del latino flamma, "llama", entre otras teorías. La realidad es que su origen hay que buscarlo en la zona delimitada por el norte de la India, el Tíbet y Nepal, cuyas danzas son asombrosamente parecidas al flamenco, así como en otras zonas más meridionales del sureste asiático. El movimiento de las manos de las bailarinas tailandesas o, incluso, las representaciones de la diosa Shiva, con múltiples brazos y manos que parecen moverse en el aire pueden confirmar esta teoría. La palabra proviene del árabe pelag-mengu o felamengu ("felah menghu", como ya señaló Blas Infante), que significa "hombre vagabundo" (o campesino huido o enfadado), como denominaban a los gitanos, o de los moriscos o del lenguaje de germanía. Seguramente, los árabes fueron los que, junto con otros aspectos culturales y diversos productos de Asia, trajeron estas danzas a la Península. Cuando llegaron los gitanos, ocho siglos después, se encontraron con algo asombrosamente parecido a su forma de cantar y bailar. Esta doble vía de penetración originó una fusión cultural que derivó en el flamenco reciente.


                           Cuando uno se pierde entre el puzzle de piececitas que conforman los recodos, recovecos, ángulos, esquinas y escondites del casco histórico de la capital malagueña..., ¿hacia dónde ir bajo la luz tamizada del día o de la noche? Entonces se descubre el faro que ilumina el camino hacia un rincón con embrujo, la calle de Ramón Franquelo (Callejón del Picador) y en su número 4, a la Peña Juan Breva, primera peña flamenca constituida en España, donde no hay quien imagine en su interior semejante galería de belleza que huele a historia y a memoria, a orgullo y afición, a ritmo y dato, a esfuerzo y aventura: el Museo de Arte Flamenco protagoniza el relato del hallazgo, que de forma inaudita, es desconocido por una gran parte de la sociedad malagueña y que, por tanto, no ofrece el apoyo y reconocimiento que serían necesarios. Sin lugares así..., ¿por qué parajes del alma transitar? El Museo de Arte Flamenco se ubica en una casa del siglo XIX, edificio inaugurado en 2008 con ocasión del 50 aniversario de la Peña, donde se encuentra su sede, y ocupa varias salas en diferentes plantas: grabaciones, voces, guitarras, gramófonos, cilindros para fonógrafos, pinturas, esculturas, dibujos... complementan el importante archivo fotográfico, todo ello ordenado, glosado y cuidado principalmente por Lourdes Gálvez del Postigo. La Peña agrupa a cuantos se interesan por el arte flamenco, ya sean profesionales o aficionados. Promueve y organiza concursos, festivales, recitales, seminarios, estudios, etc., así como elabora un fondo documental y de grabaciones de toda índole relacionados con el cante flamenco. Es la más antigua del mundo (junto a la Peña La Platería de Granada y Los Cernícalos de Jerez de la Frontera) y abre sus puertas a diario para que todo aquel que lo desee pueda acercarse a saborear su historia y archivos.





                    Cuenta el Presidente de la Peña que el Museo atesora una muestra de indudable valor histórico y cultural no sólo para el mundo del flamenco, sino para la ciudad de Málaga, que añade nuevos elementos para el completo conocimiento de su historia con piezas que la Peña ha reunido y conservado a lo largo de los años. Cuando la Peña Juan Breva nació para el flamenco en 1958 se fijó como objetivos "seguir aprendiendo, velar por la pureza y propagar enseñando" todo lo relacionado con ese arte, y aún con dificultades se ha ido logrando, muchas veces acompañando esa labor con el propio divertimento de lo que se denomina, a veces peyorativamente, la juerga flamenca. La palabra juerga es una variante andaluza de huelga, sustantivo de holgar, del latín tardío follicare, "soplar, respirar", término relacionado también con fuelle y...! Con el discurrir del tiempo, el significado se transformó en "tomar aire después de un esfuerzo físico o de una fatiga", de aquí a "descansar" hay sólo un paso. Y eso es lo que se hace tras ejercitar el cante y el baile flamencos, o sea, cuando se divulga y se enseña pero también se disfruta esa marca folclórica, que, como nos ilustra la RAE es sinónimo de jaleo, bulla, y juerga... Así, los barros malagueños que conserva el Museo, representan la juerga flamenca de los años 50 y 60 con cantaores, bailaores, guitarristas o palmeros, incluso a la flamenca con mantilla y busto de torero. Semanalmente, la Peña convoca una reunión con espectáculo de cante, toque o baile, en torno a un tablao situado en el centro de una de las salas. Las pinturas, esculturas y dibujos que van desde el siglo XIX hasta la actualidad, representan igualmente escenas populares de baile flamenco y retratos de cantaores. Y sus voces pueden escucharse en grabaciones, algunas inéditas (la más antigua data de 1907) en diferentes soportes: pizarra, vinilo, cilindros de cera, agujas de zafiro, microsurco..., que pueden reproducirse a soportes actuales si así se solicita (más de cinco mil piezas, entre ellas una colección de 2.500 discos).


                       Antonio Ortega Escalona, Juan Breva, la sido el cantaor flamenco malagueño más señalado de todos los tiempos. Adoptó su nombre artístico de su abuelo, que vendía frutas y brevas atrayendo a los clientes cantando. Creó un estilo de flamenco propio, las letras de los cantes y se acompañaba también de la guitarra. Algunos estudiosos creen que fue el impulsor primero de las malagueñas y verdiales. Cantó para los reyes Alfonso XII, que le asignó una pensión vitalicia, y Alfonso XIII. En Madrid vivió los mejores años de su carrera, convertido en la gran estrella del flamenco, llegando a compaginar tres espectáculos diarios distintos. Es de suponer que ganó mucho dinero en esa época, pues se hacía pagar en oro, pero a su regreso a Málaga lo dilapidó todo, debiendo realizarse una colecta para financiar su entierro. Sus cantes son imprescindibles para explicar la evolución de las malagueñas, los verdiales, abandolaos y medias granaínas. José Luque comentaba que "no es de buen aficionado llamar malagueña al cante de Juan Breva. La malagueña, en su sentido flamenco estricto, es un cante lento, triste, de gran flexibilidad en su estructura melódica, así como en el acompañamiento de la guitarra, que es libérrimo. No puede bailarse". Así que él piensa que esos cantes eran las bandolás de Vélez-Málaga, que desde entonces fueron conocidas como Cantes de Juan Breva (como ocurre con los tangos del Piyayo, que, en Málaga, no son tangos, sino Cantes del Piyayo). Sin embargo, otros flamencólogos han discrepado posteriormente de estas ideas. Juan Breva tuvo muchos discípulos que, comenzando a imitar al maestro, llegaron a generar un sello propio. Algunos de ellos aparecen fotografíados (en daguerrotipos, bromuros, fotografías iluminadas, en blanco y negro o a color, en fotografía comercial o artística, a veces con dedicatorias manuscritas...), constituyendo un gran catálogo antropológico que acentúa el carácter mitómano de unas instantáneas de profesionales que ilustran la evolución social y ética del flamenco y del mundo.


                         El Flamenco se ha consolidado como un arte culto, por lo que hoy es tratado desde una mirada científica más que desde una perspectiva costumbrista sin más, con puntos de vista multidisciplinares al amparo de las leyes de patrimonio histórico tanto del Estado como de la Junta de Andalucía, que establecen su divulgación y conservación. Como patrimonio etnográfico andaluz, la ley obliga a una pormenorizada investigación y catalogación que permitan cumplir las normativas específicas para su protección. Así se ha producido la recopilación del Museo de Arte Flamenco a través de la Peña Juan Breva, en una labor compiladora incesante que lo erige en el único existente en su tipología, con la dificultad añadida de no contar con patrocinio público ni privado. La línea creativa es igualmente interesante, sobre todo en la organización de la Moraga flamenca en honor a Juan Breva, la producción cartelística derivada de los distintos actos, la difusión mediática con Bandolá o la docencia. Porque a los peñistas les interesa seguir aprendiendo, en el afán por conocer las nuevas investigaciones, opiniones, hipótesis y debates en torno a su afición.


                        En este sentido, me gustaría ponderar la disposición por continuar estudiando la Fiesta de los Verdiales, auténtico fenómeno primigenio del floclore malagueño, de orígenes difusos en los que se encuentran reminiscencias griegas, fenicias y árabes, promoviendo conferencias que se alternan con las intervenciones de las pandas, que han aportado al Museo instrumentos como violines, platillos y panderos, sombreros de verdiales o la vara de alcalde de Antonio Fernández "Povea", verdadero referente en el mundo de la Fiesta. Los verdiales son la más genuina muestra de la música popular malagueña, coplas cantadas y acompañadas de un baile más parecido a una jota que al flamenco. Las letras, sencillas y alegres, se cantan individualmente pero con la compañía de una original rondalla, la "panda", que tiene su máxima expresión en la zona de los Montes de Málaga y en gran parte de la Axarquía. Cada pueblo tiene su panda que los interpreta con ligeras variaciones según el lugar y forman un grupo lleno de colorido por los espectaculares sombreros artesanales de flores con trozos de espejos y cintas multicolores, bailando con ritmo monótono y trepidante y el acompañamiento de instrumentación a veces casera como almireces, cucharas o cacharros, y guitarras, violines, panderetas y castañuelas.





                        Málaga ha tenido vital importancia en la generación de toda una rama del árbol genealógico del flamenco. La evolución parte de los verdiales, antiguo fandango popular, que va dando paso a los cantes abandolaos al perder su función social y adquirir el cantaor mayor protagonismo artístico desentendiéndose de la panda. La ralentización llevará a la malagueña, que será la fuente de las granaínas o cantes de Levante, con el influjo, por otra parte, del fandango abandolao en otras familias de fandangos. Es en Málaga donde conviven todas estas manifestaciones, desde el verdial, germen creador, al producto evolucionado, curiosamente sin que exista contaminación alguna entre ellos. El Niño de Juaneque ha editado un disco con un total de treinta cantes, uniendo los vernáculos y foráneos en "Desde Ronda a mi Axarquía". Realmente, el verdial significa el mantenimiento de ritos pretéritos en los que la música, la poesía y la danza conformaban auténticas expresiones orgiásticas, como se aprecia en las instantáneas de Pérez Berrocal en el Museo. Lo mismo ocurre con el flamenco, que remite a un valor enraizado con lo divino en el mundo antiguo, como ya evocaron Pitágoras y Platón, con el fin de provocar la catarsis aristotélica o purificación del alma y los sentidos. En las reuniones de la Peña, los consiliarios (miembros del órgano consultivo elegidos entre los expertos en materia flamenca con consideración de Maestro), imparten clases ilustradas con cante y toque, en directo o en disco, posibilitando el debate posterior que evita el olvido patrimonial.





                                                        Niño de Juaneque.  "Desde Ronda a mi Axarquía"       



                        Los amantes del cante jondo procuran mantener la autenticidad del flamenco y así lo hace la Peña Juan Breva, que vela por su pureza, a pesar de que el auge de lo comercial y el marqueting han descubierto un gran filón en la fusión de las distintas músicas, con especial predominio del flamenco, hasta llegar a denominarlo "nuevo flamenco", sin que haya nada de cierto en este concepto, que sólo refuerza la necesidad de cuidar su esencia. Si el Flamenco surge en el siglo XVIII, aludir al término "antiguo" implica lo puro y clásico, no lo viejo que sería lo desfasado y alejado del canon. Para lograr la pervivencia de lo jondo, se organizan concursos sin los cuales ciertos cantes malagueños hubieran caído en el más absoluto desuso, lo que ha ocurrido con los cantes más vernáculos como las rondeñas, jaberas y jabegotes; también con los "Cantes de Arar" (Temporeras, Cantes de la Trilla...) que no han contado con la misma suerte que otros cantes ligados al mundo del trabajo, como la Toná y el Martinete. La pureza ha abarcado las fuentes, los registros sonoros de la Historia del Flamenco, haciendo hincapié en la figura del creador, artista que con su técnica da lugar a una variante, un estilo o un palo: Malagueña de "La Trini", tangos de "La Repompa", fandangos de "Macandé", soleá apolá de Rafael Moreno..., puesto que el conocimiento y la consecución de los registros sonoros de estos creadores o sus discípulos corroborarán al fin y al cabo el canon.


                     Otro de los fines de la Peña Juan Breva es fomentar la afición al flamenco ("propagar enseñando"), pues, como todo en la vida, del conocimiento nace el gusto, la apreciación. Esta difusión ha traspasado el ámbito de la Peña para llegar a la Universidad con la creación del Aula de Flamencología, con una magnífica acogida entre la comunidad estudiantil. Los cuadernos de cante jondo Bandolá se presentaron como una apuesta por el estudio científico del flamenco, con una influencia formal evidente de la mítica revista Litoral. Otro de los elementos de gran valor e interés artístico recogido en el Museo ampliamente es el cartel, en un número muy elevado elaborados por el pintor y socio fundador Eugenio Chicano, figura fundamental del pop español (junto a Eduardo Arroyo y el Equipo Crónica) y del arte figurativo vanguardista de posguerra, como heredero de la renombrada cartelística malagueña del siglo XIX que floreció al abrigo de la Revolución Industrial, con sus etiquetados para pasas y otros productos de las viñas malagueñas... Otras veces, la Peña se ha servido de reproducciones de obras de artistas que considera pueden expresar su concepción y su posición ante el arte, como en el caso de José Moreno Villa, artista y poeta malagueño exiliado en México. La labor plástica de Federico García Lorca, con sus ingenuos dibujos, no fue apreciada por la crítica al principio, pero se convirtió en un referente imprescindible para el flamenco y para la Peña Juan Breva, puesto que este mundo siempre aportó mecenas de linaje que respaldaban a los artistas conocidos que destacaban lo popular (igual que ocurría en la pintura de Goya del siglo XVIII), como Serafín Estébanez Calderón con sus Escenas Andaluzas. Y los miembros de la Generación del 27 unieron a su producción literaria un conocimiento profundo de lo tradicional donde el flamenco gozó de una enorme trascendencia, como quedó reflejado en Poema del cante jondo y el Romancero gitano, del que la Peña conserva una primera edición.







                        Lo mismo ocurrió para la música con Manuel de Falla, el "primer músico flamenco". Tras el I Concurso de Cante Jondo de 1922, se produce el paso del Flamenco como arte popular a arte culto con el apoyo de Lorca y Falla que mezclaron lo ancestral, atávico, popular o jondo con las formas más modernas y vanguardistas que denotaban un conocimiento de lo exterior. Se dice que una de las guitarras que pueden admirarse en el Museo es la que usaba Lorca: la colección es amplia y variadísima, hasta el punto de que han sido seleccionadas según criterios de cronología, escuelas, autores y propietarios. Aspectos colaterales al mundo relacionado con el flamenco realzan los testimonios de los usos y costumbres de la población, de las artes populares y la artesanía, o la industria del bordado y el calzado, así como documentos que recogen los festejos y espectáculos de la Málaga decimonónica, que nos permiten comprender las modas del entretenimiento y la incursión del flamenco en esos eventos, hasta llegar a conformar festivales o recitales de cante: de gran sabor es el prospecto en seda del Café de Chinitas de 1896. Una exposición, pues, heterogénea y multidisciplinar, a la que añadir el fondo artístico que incluye óleos, grabados, esculturas, dibujos...




             

                 

                La Unesco declaró Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad al flamenco en 2010, además de estar considerado Patrimonio Cultural Inmaterial Etnográfico Andaluz, por lo que las instituciones andaluzas se implican en su promoción, mantenimiento, investigación y difusión, tras los innumerables avatares históricos que este arte ha debido recorrer, lo que quizá haya supuesto un enriquecimiento evolutivo más que un perjuicio para su alcance. Por tanto, procede avalar, estimular, respaldar y sostener -incluyendo en esos conceptos el factor económico-, espacios vitalistas como el de la Peña Juan Breva, hospitalarios con la más genuina cultura del pueblo andaluz y con quienes la frecuentamos, todo un lujo para el malagueño, el andaluz, el español y el extranjero, que encuentran en el conocimiento exhaustivo del flamenco el más profundo sentimiento y el encanto inefable del "duende", ese que Goethe definió como un poder misterioso que todos sienten y que ningún filósofo explica...

           
                 


               


               


               

               


                 













                                                               

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