martes, 8 de marzo de 2016

Los senderos lúdicos de LUIS LANDERO



                                          ¿Al dinero y al interés mira el autor?, maravilla será que acierte..., las obras que se hacen apriesa nunca se acaban con la perfección que requieren.


                                                               Miguel de Cervantes (El Quijote)


                                                  
                                                               Entre los pies de un gigante
                                                               un cabezudo cantó
                                                               y le enredó los volantes.
                                                              Nunca más se levantó.

                                                          José Ignacio Cardona Herrero

        
                                          La literatura es como la experiencia del amor o de un dolor de muelas. Hay que sentirla para saber en qué consiste.

                                                                         Luis Landero





                                 Conmemoramos el IV Centenario de Miguel de Cervantes -que nunca será honrado lo suficiente por más eventos que se celebren este año- para el que el mejor recuerdo es la lectura ambiciosa de su obra completa y no sólo del Quijote, aunque bien es cierto que nadie debería privarse del absoluto disfrute de la mejor novela de la historia. Cuando salió a la luz Juegos de la edad tardía, la primera publicación de Luis Landero, fue calificada como el "Quijote moderno" y provocó tal impacto que el escritor fue merecedor del Premio Nacional de Narrativa (o de Literatura), así como el Premio de la Crítica. La trayectoria posterior de Luis Landero ha demostrado la procedencia de semejantes honores por la calidad significativa del conjunto de sus escritos que lo han convertido en uno de los autores contemporáneos más relevantes. En el periódico "Heraldo de Aragón" analicé pormenorizadamente en un artículo esta novela, convirtiéndose en el germen de mis investigaciones posteriores para el inicio de una tesis sobre los aspectos fundamentales de la obra de Luis Landero. Lo reproduzco en esta ocasión acompañado de la primera entrevista que me concedió para el mismo diario porque mantiene su vigencia, aprovechando la celebración centenaria y en homenaje al quijotesco personaje cervantino y landeriano, con la intención de ir ampliando esporádicamente en este espacio algunas de las consideraciones más apasionantes que han suscitado mi estudio y reflexión acerca de un escritor fantásticamente diferente que sigue contemplando la vida para contarla desde su balcón en invierno...





                 
                            "Una serie de galardones ha acompañado a la primera novela publicada de Luis Landero, Juegos de la edad tardía, entre los que destaca el Premio Nacional de Literatura. Descifrar estructuras, estilo, lenguaje, fabulación y otros elementos narrativos es oficio de sesudos críticos literarios o material para las a veces tediosas clases de literatura en las que se bombardea las mentes saturadas de los bachilleres con tantas teorías, sin haberse aventurado previamente por lo elemental: la lectura de la obra. Además, las obras de arte son también una cuestión de fe y si se examinan excesivamente, puede diluirse su magia.

                       JET es un extenso cuento con el lógico final feliz, una parábola sobre el significado de la existencia; es la historia de un hombre -solitario, tímido, y en el fondo, poeta- que, cual Minotauro asfixiado en un laberinto de vida obligada y sin riesgos, espera algo extraordinario que lo transforme: la búsqueda de la tierra prometida -un lugar ameno-, la recuperación del tiempo perdido, el hallazgo de sus señas de identidad. Náufrago en un mundo hostil, decide crearse otro en el que inventa tantas mentiras, tantos juegos, que lo hacen caer en su propia trampa, hasta el punto de verse envuelto en un delito que no ha cometido y por el que es perseguido. Finalmente es salvado por el amigo fiel como un Caronte que lo conduce al nuevo mundo deseado, al futuro, en una explosión catártica final en la que obtiene el premio, la recompensa del éxito nacido de su fracaso continuado.








                         En una historia que podría llegar a ser interminable, Gregorio recoge su nostalgia juvenil de escritor y se disfraza, se calza la máscara (o se la quita) y comienza a escribir: versos, cartas, prólogos y hasta un libro. Pero sobre todo, ávido de palabras mágicas, crea nombres para que todo exista, para alimentar su atrevida quimera -como un Quijote cualquiera-, para mantener la amistad y admiración de ese ser noble, Gil -un Sancho más-, que sólo busca la verdad y que, paradójicamente, se ha creído los engaños de Faroni, un poeta surgido de las ambiciones y miserias de dos seres ilusos. Así, Faroni es "la brisa mágica de un ideal de oro"; la amada , una "violeta selvática" o una "alondra marina", y una lámpara de tantas, una "marchita matrona suspendida en enaguas".



                     El transcurso de los acontecimientos obliga a Gregorio a ayudarse de nuevos trucos, payaso al fin, de nuevos malabarismos: necesita de otras personalidades que, como un mago encantador, va dejando escapar de los secretos de su imaginación, de los misterios de su fantasía. Pero la senda de ser sabio, de mantener un heroico ideal, es extremadamente dura. A punto de ser descubierto, víctima de sus embustes, elige otro camino, el de viajero vagabundo, peregrino al azar, el de la aventura y la sorpresa. Porque como le había dicho Antón Requejo (personaje esperpéntico que, abandonado por su mujer, quiere fundar una compañía de cornudos bajo el lema aproximado de "coronados del mundo, uníos"), vivir es "estar de camino". Y aunque otro vagabundo le anima a esperar la crecida de un río -el río de la vida- para obtener una buena fortuna entre los objetos arrastrados, un negocio completamente legal ¡porque son bienes francos!, comprende que esa vida no es para él que sólo posee palabras, palabras inventadas. En medio de tanta sutil y fina ironía, Gregorio vislumbra su fracaso final. Su amigo es el verdadero héroe por asumir su vida mientras está anhelando la inventada por Gregorio (el arte, la ciencia, el progreso). Él, por el contrario, envidia la vida retirada de Gil.





                       Será don Isaías, maestro adivino, quien le ayudará a desbrozar la senda, a buscar su destino, a no sucumbir a los espejismos de la felicidad y a comprender que vivir es errar, que "en la continua derrota del que da mil veces en la misma piedra está la gloria", el acto de fe que supone buscar la felicidad. Cuando Gregorio se reprocha haber mentido a su amigo, don Isaías le hace ver que para ser feliz unas cuantas mentiras es precio barato. A lo largo de su recorrido por los senderos lúdicos, Gregorio ha perdido todo, hasta la maleta; así, ligero de equipaje, quiere cerrar el círculo y volver a la infancia, al recuerdo. Más tarde, desea la eternidad del presente, pero nada de ello le sirve. Es en ese momento climático cuando ocurre la maravilla: el encuentro con su amigo en un lugar cualquiera, apartado de toda veleidad, para así, embriagado por su bondad y generosidad, aceptar la invitación de quedarse para siempre en su compañía. El poeta queda conmovido profundamente al saber que lo único memorable para Gil es querer a Faroni (o lo que es lo mismo, a Gregorio), su vida y su arte. Ambos -engañados y desengañados, derrotados y triunfantes, quijotes y sanchos ambos-, seres complementarios que se necesitan, deciden emprender una nueva vida -la de pastores, en principio-, y para la que hay que cambiarse, claro está, el nombre. Gil se inventa uno que debe ser único en el mundo: Lino Uruñuela. Y, efectivamente lo es, por ser real, por existir. Es la sorpresa final, el último guiño lúdico del autor al lector: su gran amigo. JET es, en fin, la historia de no poder vivir el uno sin el otro ("de tu noble amistad vivo cautivo", dedica en un verso el poeta a su admirador), la historia de una gran amistad. En ese camino de la utopía, comprendemos que Gregorio se ha convertido en dueño de su destino con el descanso al término del trayecto, que en su alegría última ha encontrado la salida del laberinto.

                     La identidad definitiva del personaje en ese "ser dos en uno" se consigue a través del equilibrio que concilia verdad y apariencia, ficción y realidad, aventura y fe en sabia mezcla que es literatura, que es vida. Ecos clásicos, míticos y sobre todo cervantinos con sus juegos de espejos, resuenan desperdigados por toda la novela. Desde rituales de iniciación como la entrada nupcial en el futuro o el bautizo que permite comenzar una nueva vida; desde la encrucijada de caminos que supone vivir, pasando por distintos toques bíblicos, borgianos, alguna pensión galdosiana o cualquier elemento folclórico y tradicional (los consejos del abuelo, los nombres simbólicos, ser héroe y mártir, el fracaso como victoria, merecer las maravillas, la literatura dentro de la literatura...), desde las dudas nivolescas ("¡Y dale con la mentira!, ¿tú qué sabes si yo soy o no soy?"), hasta llegar a Cervantes, siempre Cervantes, en JET se relativizan la fantasía y la realidad. Todo se entrelaza en una mutua dependencia que Vladimir Propp analizaría como las claves imprescindibles de la historia... o de la vida. Por eso de que la realidad es un revoltijo, una materia imprecisa y caótica que hay que ordenar, que no todos perciben igual y que es posible construir a la medida de las propias apetencias, o sea, como una novela. Y a cuento nos viene esa frase de Ortega y Gasset cuyo final se desconoce corrientemente y que dice: "Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella, no me salvo yo".





                     Que nos cuenten historias es siempre un regalo, que las cuente Luis Landero es un regalo del cielo, a pesar de que JET desprenda un cierto olor a tristeza. Luis Landero -solitario, tímido y en el fondo poeta- se siente abrumado por el éxito inesperado de su novela. No se ha dado cuenta todavía de que se ha intrincado por el sendero de la gloria. Pero sus amigos sí lo sabemos. Y también muchos lectores sabrán que Gregorio no es un Quijote de segunda división, como se ha dicho, sino un gran campeón estremecedoramente envidiable.


              "El contundente éxito obtenido en España por Juegos de la edad tardía se ha repetido ahora, con la correspondiente versión francesa Les jeux tardifs de l´âge mûr, editada por Gallimard, con un reconocimiento de crítica y público de nuevo excelentes. Por otro lado, su artículo "¡A aprender, al asilo!" ha recibido el premio Mariano José de Larra de la Asociación de Profesores de Español por su defensa de la lengua y la literatura. Actualmente Luis Landero compagina la enseñanza de la literatura con la publicación de artículos periodísticos y la elaboración de una nueva novela. Confiesa que no le gusta hablar de sí mismo como escritor, que el éxito de JET le produjo cansancio, un estar sin estar en mí, aunque también ganas de vivir y la ocasión de sacudirse durante algún tiempo la carga de la literatura. Su futuro profesional se centra en avanzar en su próxima novela, en "congraciarme con ella", a pesar de que su presente vital no tiene un argumento concreto, y por eso se parece tanto a una novela experimental. Sin embargo, su actual libro de cabecera es El sentido de la vista de John Berger, "además de otros que son mis ángeles de la guarda literarios" como La Cartuja de Parma de Sthendal. Cree que en los últimos años ha ganado algo en sabiduría, ha perdido oficialmente la juventud, ha trabajado mucho con la pluma (y por tanto, mucho placer y algún tormento), y cuando ahora mira atrás comprende un poco mejor a Jorge Manrique. No tiene ninguna esperanza en la humanidad (hay mucha miseria alrededor, muy poco progreso moral), pero alberga algunas en el hombre.





        - ¿Cuál es tu método de trabajo?

        - Flaubertiano.Un plan riguroso pero con muchos márgenes para la invención espontánea. Prefiero lo extenso con momentos intensos en literatura. Yo, si algo soy, es narrador (sólo cultivo la poesía para consumo propio). Me interesa hacer buenas novelas: significativas, bellas, perdurables.

       - ¿Qué opinas de la literatura del momento en España, los nuevos autores formáis una "generación"?

       - El verdadero protagonista de la literatura en España es el público, los lectores. En 1975 los españoles nos miramos en el espejo y nos encontramos guapos. Y entonces ocurrió algo extraordinario: decidimos leernos entre nosotros mismos. Así que la generación anterior (Ferlosio, Martín Gaite, Marsé incluso, Matute, Espinosa) quedó olvidada y sepultada por el boom hispanoamericano. En 1975 empezó un largo domingo en España. El 92 es quizá el fin. Mañana será lunes y nuestra literatura será también de día de diario. A lo mejor mañana no nos gustamos a nosotros mismos. Pero, entretanto, ahí están los lectores.

     
            A Luis Landero, especialista en temas cervantinos, no le ha gustado demasiado el Quijote televisivo, a pesar de la buena ambientación. "¿Cómo es posible que aparezcan unos cabreros que no hablan, y un don Quijote y un Sancho cabalgando en silencio? Afortunadamente, esto demuestra que una palabra vale tanto o más -y casi siempre mucho más- que una imagen". Tampoco le interesa el 92: "En España nos gusta tener muy limpia la fachada, pero ¿y la trastienda? El estado de un país no se mide por olimpiadas ni centenarios, sino por la humilde trama de una escuela pública. Aquí nos gusta mucho la grandeza efímera. Por mi parte, prefiero los proyectos a largo plazo, aunque sean más modestos".




        - Has dicho alguna vez que a lo largo de la historia de la literatura siempre se ha contado el mismo argumento, que sólo cambian las situaciones.


       - Sí, siempre pasa lo mismo: alguien lleva una vida normal y "de pronto" le ocurre algo, se rompe la monotonía. Simbad, Penélope, Don Quijote, Emma, Raskolnikov, etc. Ese algo es más o menos espectacular, pero siempre hay algo que rompe la monotonía. Es decir, la realidad florece; el asombro, el azar o el sueño (o la locura) germinan repentinamente en la realidad. No hay más que escuchar los chistes o las anécdotas del prójimo: "Iba Juan a su casa tranquilamente, como siempre, cuando de pronto..." Esa historia ya la contó Homero, ¿no?


      - ¿Cómo se consigue la originalidad en el arte entonces?


     - Ser original consiste en tener una voz propia y, sobre todo, una visión propia del mundo. El arte no es progresivo, en el sentido usual que le damos a "progreso". Hita no es mejor ni peor que Ramón Gómez de la Serna. Ocurre que uno reelabora lo que vive y uno vive también la literatura. En ese sentido sí se puede hablar de literatización como recurso estilístico en mi novela anterior: la lámpara, "una madura matrona sorprendida en enaguas", es un eco de la "lámpara con enagüillas" valleinclanesca, como tú señalas. Pero si se coteja a Valle con Rubén, ¿qué no saldría?


      - Michael Werner ha manifestado que la política cultural que se hace en España es ridícula, que la cultura no es el mercado, que el arte español actual es mediocre y que no hay libros. La literatura y el arte en el mundo actual, ¿son buenos compañeros del negocio, del Estado?


     - Todo eso son tópicos que dicen muy poco. El asunto es más complejo, un lamento no es necesariamente una opinión. De todas formas, la literatura va muy mal acompañada. La literatura debe renovar el fuego de su vieja rebeldía e independencia, es su única salvación. Hoy, el dinero y el poder se han lavado la cara con las aguas de la democracia. El capitalismo se ha hecho inevitable y razonable y esa es la burra que se nos vende a diario. Pero la literatura no debe andar entre malas compañías, por muy aseadas que vayan.


                Luis Landero nunca escribirá sus memorias, porque cuando se pone a escribir algo objetivo y real en seguida desemboca en la ficción. Está satisfecho de mantener una buena relación con los amigos del oficio, "gente maja", dice: Rosa Montero, Llamazares, Luis Mateo Díez, José María Merino, Muñoz Molina, Rafael Conte, Almudena Grandes, Lourdes Ortiz, Manuel Vicent, Carme Riera, Quim Monzó... Le pido los nombres de un libro, una canción, un país, una mujer, un hombre. Contesta rápido: "Las mil y una noches", cualquier habanera, este país, Emma Bovary, Ellacuría.


         - ¿Ha cambiado tu vida después de "Juegos de la edad tardía"?


        - Ha cambiado psicológicamente, respecto a mi relación con la escritura. Ahora tengo más prejuicios, más inseguridad y mucha autocensura. Yo no soy un escritor profesional. Me gustaría poder decir públicamente: señores, no esperen nada de mí porque ya no pienso escribir nunca... y luego volver a escribir en secreto, a ser posible, llevando una vida retirada en un pueblo. La nostalgia de la infancia y de la naturaleza está muy presente en mi vida, así como la de mi padre, la gran y devoradora nostalgia.

       - Como al principio me has rogado que no te preguntara por la novela que estás escribiendo, lo hago al final, aunque sé que no has desvelado nada de ella.


       - La editará de nuevo Tusquets -yo soy leal-. Será más bien larga, pero no demasiado. También en esta, como en la anterior, la vida les pasa factura a los personajes, así pasa siempre, ¿no?, aunque no juegan, en el sentido de mudar de identidad. Trata de un hombre que, desde su infancia, se asusta de vivir, contrae terrores (el mundo es violento, irracional, amenazante) y se refugia en los libros. Hace un plan de vida: quiere ser un hombre ejemplar, un sabio, un solitario, como los estoicos que fueron sus héroes juveniles. Estudia historia, se hace profesor de instituto. Se muestra razonable, cortés, estudioso, tolerante. Le sale al encuentro el amor. Surge el idilio pero tiene dudas. Renuncia al amor y prosigue su camino de perfección. A los sesenta años, ya te puedes imaginar: la realidad que se le echa encima, las pasiones que lo dominan, etc. Pero la historia es mucho más compleja. Esa es sólo una línea dramática y hay por lo menos otras cuatro.


                Tengo la impresión de que la nueva novela de Luis Landero -virtuoso guitarrista y amante del flamenco- va a tener bastante, como la anterior, de soterrada autobiografía. Tal vez sus memorias, esas que no piensa escribir aunque darían para otras mil y una noches se tornen -como en un juego de la edad tardía- en novelas por espaciadísimas entregas, escritas casi en secreto.



       






                                                                Dibujos animados para don Quijote y Sancho



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