Comentaba hace unos días con nuestra simpar Corita Viamonte cómo se pasa la vida, qué rápidamente han transcurrido estos diez años sin el aragonés contemporáneo más querido por los amantes de esta tierra, y que tal vez eso haya ocurrido porque la memoria no olvida, ni la colectiva ni la individual... La biografía de Alfonso Zapater -ese hombre de blanca melena al cierzo y manos que el Greco habría querido pintar, unas manos que hablaban por sí solas aún sin escribir-, ha sido glosada convenientemente por sus colegas de "Heraldo de Aragón" para homenajear su figura profesional y personal. Camilo José Cela, que compartió con él tardes de tertulias literarias en el madrileño café "Varela", lo calificó para siempre como el amigo más auténtico, el "genuino". Ese inagotable narrador de la vida, el sempiterno fabulador de fantasías sin fin, el defensor de las causas justas y el brillante estandarte de nuestras mejores señas de identidad aragonesas, nos dejó un poco desprotegidos hace hoy diez años. Sólo un poco desprotegidos, porque como ocurre con los perfiles grandiosos que no desaparecen nunca, nos queda su voz y su palabra, esa potente prosa, el verso delicado y encantado de sus comienzos, el solemne de la madurez o los que todavía siguen sin conocerse completamente de su obra inédita ("En mi obra inédita insisto en los mismos planteamientos que están presentes siempre", afirmaba en su "Autocrónica literaria").
Por razones diversas, Alfonso Zapater no publicó varias novelas, pero sus poemas desconocidos son innumerables: "No he dejado la poesía. Recurro a ella casi a diario, es un desahogo muy conveniente para el espíritu. Como todos -o casi todos-, yo empecé por la poesía y confieso que durante muchos años sólo soñé con ser poeta. Publiqué en Madrid mis primeros cuatro libros de poemas, entre los años 1952-1955; la impaciencia por publicar es muy grande a los veinte años de edad, un quehacer y sarampión literario que me asaltó con las armas propias del caso: la poesía, y llega a convertirse en una enfermedad crónica asentada en una vocación firme, lo que sucede en raras ocasiones, pues en la mayoría de los casos desaparece sin dejar más rastro que unos malos versos como testimonio de la adolescencia y quién sabe si coincidiendo, también, con el despertar al primer amor". Probablemente pertenezca a esa época un opúsculo titulado Buscando el cante, originalísimo, que recoge letras para diferentes "palos" de flamenco, algunos de los cuales son tan antiguos que me ha resultado prácticamente imposible encontrar y reconocer en las manifestaciones folclóricas andaluzas actuales, y sólo los expertos en el flamenco antiguo son capaces de evocar. Así, junto a los tientos, saetas, verdiales, alegrías, tarantas, bulerías, martinetes, seguiriyas, fandangos, soleares, malagueñas y zambras, se entremezclan los polos, las cañas, la media granaína, las milongas y tangos andaluces, el tanguillo... Eran tiempos de torería y gusto por composiciones poéticas diferentes, más cercanas a su vocación taurina y admiración por los toreros cultos con los que se identificaba. Elegiré algunos poemas breves y que el lector ponga guitarra y palmas:
Malagueñas
Siento y no sé lo que siento
por sentir lo que no debo
siento y no sé lo que siento.
Es un sentimiento nuevo
que me hace sentir por dentro
lo que por dentro no llevo.
...
Fandangos
...
El vino no lo remedia
este dolor que me mata
el vino no lo remedia.
Es dolor de noche clara
y de mujer traicionera.
pero no puedo olvidarla.
Media Granaína
Seis cuerdas de mi guitarra,
seis coplas yo necesito,
seis flechas firmes que vayan
en busca de seis suspiros.
...
Alegrías
Si estaría el marino
ciego de rabia,
que se fue a las marismas
y no vio el agua.
Y yo presumo
que el amor de un marino
es como el humo.
...
No me lo digas,
que no hace falta:
aquel marino
se ahogó de rabia.
Tientos
Corazón partido en dos.
No me preguntes por dónde
cuándo ni quién lo partió.
No me preguntes por dónde
vamos perdidos tú y yo.
Busqué una luz y al mirarla
quedé ciego para siempre;
nunca pensé que una luz
pudiera causar la muerte.
La noche es mi compañera,
mira si es negro mi sino.
Mas si mil años viviera
mil volvería al camino
cegando porque te viera.
...
En 1991 escribió: "Mi último libro serio, de poemas, fue Hombre de tierra, que ganó el Premio "San Jorge" de Poesía. Posteriormente escribí otro poemario en sintonía con el pueblo aragonés, que fue escenificado por el grupo de teatro independiente "La Taguara". Eran momentos en los que convenía hablar claro y devolverle la poesía al propio pueblo del que procede, porque los poetas se olvidan -o nos olvidamos- con frecuencia de él y escribimos tan sólo para los demás poetas. Aquel poemario puesto en pie sobre los escenarios alcanzó centenares de representaciones. Se tituló Aragón para todos. Con ese título fue publicado y se vendieron más de diez mil ejemplares, algo insólito tratándose de poesía. Sin embargo, ¿quién lo recuerda ya? Aquí somos muy olvidadizos. Yo vivo preocupado por los diarios aconteceres, por el mundo que me rodea, por el ser humano fundamentalmente, porque pienso que es totalmente injusto nacer para morir y que uno está obligado por eso mismo, a dejar profunda huella de su paso por la tierra. Ignoro si mis obras entran o no dentro de eso que denominan la novela social, o la poesía, que también recibe ese bautismo". Más tarde aparecería Afirmación del ser, con el trasfondo del pensamiento de Joaquín Costa, su mentor ideológico y mejor ejemplo de hombre comprometido, al que dedicó varias obras. Alfonso Zapater consideraba que tanto el escritor como el periodista se deben a su tiempo, con el que están obligados, y a ellos les corresponde, por una parte, cumplir un servicio a la sociedad y por otra, realizar la labor creadora que es, en cierto modo, la razón de su vida. "Su ser y su esencia".
Juan Domínguez Lasierra, Clara Sánchez, Julio Llamazares
Recordaba Alfonso Zapater al magnífico escritor y periodista César González Ruano y cómo quiso escribir en vida su epitafio, que para Alfonso encerraba una gran verdad pero que no deseaba para él: "Vino, venció, fue vencido/ en lo que quiso vencer,/ y se dejó en el tintero/ todo lo que quiso hacer/ por hacer lo que quisieron/.Y se fue". Más bien prefería dejar constancia de su fidelidad a la tierra y su testimonio de libertad en el más amplio sentido de la palabra. En un poema que él mismo definió como "inédito, como tantos" -que aparece como colofón a su conferencia "Escritores periodistas y periodistas escritores"-, y que reproduzo parcialmente, afirma:
Nací cuando la espiga sólo es oro
y se abate quebrada sobre el campo;
con mi pan y mis sueños bajo el brazo
irrumpí en el camino de este mundo.
Me equivoqué de rumbo muchas veces,
y en el hoy me equivoco como antaño;
pero sigo adelante por los campos
persiguiendo la luz del horizonte.
A pie firme soporto vendavales
-estoy hecho de sol, de lluvia y viento-
y me siento cual roble del camino
con profundas raíces andadoras.
He sufrido amistades desleales,
zancadillas con trampa de palabras,
y yo doy mi amistad de todas formas
indiferente a la traición que pasa.
...
La injusticia me encrespa y me subleva,
maniatado me siento, una mordaza
con frecuencia me ahoga los sonidos:
libre en la idea y preso en la palabra.
...
La huella de Alfonso Zapater sigue viva, no sólo a través de su obra colosal sino en la representación exacta y verdadera de la naturaleza de lo aragonés, él, que vivía cada día como si fuera el primero anhelando lo inalcanzable, el eterno artista con alma de poeta...
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