El Zaragoza ganará, lo canta su himno. Tal vez ocurra muy pronto, o quizá cuando se hayan conjurado los peligros que han acechado el camino de los últimos años, pero el final del trayecto volverá a dejarnos en el cielo. El Real Zaragoza, ahora, es el equipo de los recuerdos, cuando la memoria evoca aquel fútbol poético unas veces, épico otras, que dibujó un sello de grandeza de espíritu indestructible, guiado por el impulso de una admirable afición comprometida en su militancia zaragocista sin reservas.
El Real Zaragoza "marcó estilo" tejiendo un fútbol espectacular, forjó un sentimiento profundo de identidad aragonesa, generó un incalculable patrimonio deportivo tan seductor para jugadores y afición que juntos desean mantener. Seguimos mirando hacia arriba. Señalados nombres de la cultura aragonesa como Pepe Melero, Luis Alegre o Antón Castro, por ejemplo, manifiestan con ahínco su entusiasmo por la historia de un club cuyo valor fundamental consistió en alcanzar la esencia del fútbol, transmitiéndola a los apasionados seguidores que la han dignificado con su incansable apoyo.
Hace ocho años, se conmemoró el 75 aniversario del nacimiento del Real Zaragoza. Cinco hitos han jalonado el transcurso de su historia: el ascenso a la Primera División con los Alifantes, la época imborrable de los Magníficos, la brillantez de los Zaraguayos, la obtención de la Recopa ("todavía se me pone la carne de gallina cuando recuerdo el gol de Nayim", Pardeza dixit), y la derrota al Madrid "galáctico" en la final de la Copa de 2004. Generaciones de mitos y héroes de un Zaragoza inolvidable conformaron esa historia en azul y blanco con aires de eternidad.
Joaquín Carbonell la sintetizó así en una entrañable y divertida canción:
¿Se adivina cercana una nueva etapa de éxitos? ¿Se estará gestando otra etapa de ensueño? El sentimiento que suscita formar parte de un equipo de la tierra aumenta la reafirmación del zaragocismo vivo, nos pone en modo "felicidad" en estado puro. Es lo que tiene un deporte que trasciende a varios jugadores persiguiendo un balón: la exaltación de los valores de un león en el corazón que no tiene fecha de caducidad en la memoria y que puede seguir manteniendo la ilusión de hacer realidad un sueño.
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