lunes, 29 de junio de 2015

TOROS. I


                                                              De frente, que el toro elija
                                                              y dibuje, cierre, exija
                                                              base, pase, clase, frase.

                                                                      Gerardo Diego
                                              


     
       Sin  entrar en el debate sobre las corridas de toros - no es esa la intención ni este el lugar adecuado-, es interesante reflexionar sobre  los aspectos culturales y artísticos  relacionados con ese animal, así como su influencia creativa en la lengua que ha llegado a impregnar de unas metáforas originales y un léxico nuevo el lenguaje cotidiano, de igual forma que la realidad ha generado formas expresivas de influencia en ese campo. De las distintas manifestaciones culturales y el enriquecimiento lingüístico se han ocupado estudiosos y expertos dando a luz un gran número de diccionarios,tratados, enciclopedias y ensayos que nos ilustran de forma exhaustiva sobre la dimensión intelectual alcanzada. Todos coinciden en afirmar que lo primero que hay que conocer es al toro.


         Ese "lujo de sí mismo" , considerado como tótem mayor de toda la cultura europea pues siempre estuvo presente como mito, símbolo o imagen que tutelaba la cotidianeidad desde los días de Creta, Uruk o Iberia, ese animal sacro, aparece entronizado ya en los templos prehistóricos, como el de Chatal Huyuk (6000 a.C.). El toro significa  la fuerza creadora, representa a los dioses celestes, se vincula a la naturaleza: tormenta, lluvia, luna, rayo; interviene en los ritos agrícolas y pastoriles y es sacrificado como ofrenda dedicada a un dios como se observa en los taurobolios o en el impresionante culto de Mithra.


         El profesor Antonio Beltrán observa en Aragón la aparición del toro a veces como elemento de tradiciones populares (Sigena, Benabarre, Pina de Ebro) , como tipo de las monedas de muchas cecas hispanas romanizadas del valle del Ebro,  formando parte de un templo (Azaila, Javalambre) o decorando piedras y teselas como las del conjunto de las Cinco Villas entre Sofuentes y Uncastillo. La existencia de un culto doméstico y taurobólico explicaría relieves como el de Sos del Rey Católico en donde aparece la cabeza de toro vista de frente con dos coronas entre los cuernos y una escena que sin duda se refiere a un sacrificio.


           El toro bravo pertenece a una arcaica variedad zoológica que Cossío califica de "anacrónica". Todas las especies del toro, manso o bravo, proceden de un tipo originario, un bos primigenium que los alemanes llamaron auerochs y que los primitivos germanos y celtas designaban con un nombre que Julio César en sus Comentarios de la guerra de las Galias transformó en el latino urus : un animal feroz y de gran talla cuya caza se convirtió en el deporte practicado en la Europa central y del norte en su tiempo. Formó parte de la fauna del neolítico junto al bisonte, el caballo salvaje, el oso, el rinoceronte lanudo y el lobo, extendiéndose hasta China. Aparece reproducido en cuevas de Francia y España, más en las regiones de Levante que en las del Norte, en las que debió de predominar el bisonte. Desaparece en Europa durante la Baja Edad Media, aunque en siglos posteriores perduraba  en los bosques de Lituania y otros países hasta el siglo XVII. Según Cossío, la forma del toro actual no es ajena a la influencia del que entra por el sur de la Península procedente de África, un toro bravo y peleador,  ni a la del toro celta, manso, que en su variedad escocesa reúne caracteres morfológicos muy semejantes a los de nuestros toros bravos, y más aún a las especies mansas del norte de la Península. Ambos procederían de tierras asiáticas en origen.
                                                                     
                       
             La anatomía del toro se conoce detalladamente. Su morfología externa aparece definida por su trapío, su estampa, aspecto, las condiciones de bravura y nobleza. La forma de la cornamenta, la cabeza, el cuello, el tronco y las extremidades clasifican los diferentes tipos de toros, no hay dos iguales, como las personas, cada uno tiene su nombre y sus "pintas" (el pelo). En la cabeza destacan los ojos, brillantes, encendidos, de mirada fija casi siempre. Y en esto, como en todo, siempre aparecen los iluminados de turno que en el afán de modificar las características del toro llegan al absurdo de querer cambiarle hasta el color de los ojos. Es el caso de Fernando Villalón, conde de Miraflores, que pretendió criar toros con los ojos verdes... Algunos hablan de la mirada melancólica y triste del toro, otros de que los han visto literalmente llorar y a más de uno les dan miedo... La edad del toro se conoce por su cornamenta: al mes de nacido al ternero le aparecen los cuernos que van creciendo a razón de un centímetro por mes, a partir del año, ya becerro, comienza el fenómeno de la descamación y el desarrollo de una especie de anillos, uno cada año. El novillo, utrero de tres años tiene tres anillos. Desde los tres, la edad del toro será la de dos años más que el de anillos permanentes existan. El toro tiene voz, el mugido o bramido, muge de distintas formas expresando su "estado de ánimo": muge por celos, por pelea, pidiendo ayuda o en la huida.


          Efectivamente, ahora ya se habla de la "psicología" del toro. Como rumiantes que son, herbívoros, no necesitan atacar a ninguna clase de animales ni al hombre, sino que se defiende de los carnívoros como todos los bovinos para mantener sus condiciones de vida y así no desaparecer. Los rumiantes son tranquilos. En las pinturas rupestres, puede observarse el primer intento del hombre por someter al toro que le es útil por su carne, su piel y sus astas, pero el toro no embiste siempre, en manada, huye.


         La selección artificial del ganadero sí que ha creado una especial hipersensibilidad para la acometida, pero el toro verdaderamente bravo no ataca a los demás y, consciente de su poder, aparece pacífico y hasta tímido, dicen, en calma. En el mundo taurino se concede inteligencia al toro, una inteligencia elemental, naturalmente, basada sobre todo en las intensas sensaciones que han desarrollado su olfato y oído. Destaca su memoria, recuerda los lugares vividos, recorren enormes distancias cuando son separados de ellos, haciéndolo con una facilidad para reconocer caminos y sendas que el hombre no tiene. El grado de inteligencia, curiosamente, es máximo en los cabestros, por el adiestramiento y educación a que están sometidos. En lo que nadie se pone de acuerdo es en si el toro distingue o no colores y en su caso, qué colores ve y cómo le impresionan. Unos dicen que ven en blanco y negro, o que son daltónicos, o no ven el rojo, o al revés, el rojo los pone nerviosos  y colores más suaves no hieren tanto su sensibilidad... Les gusta vivir en manadas y a las cualidades instintivas o hereditarias se añaden otras por la crianza como el aumento de su poder, por ejemplo. Las variaciones de clima, alimentación o altitud les influyen notablemente, transformando sus condiciones.


         Por último, los toros son animales bastante emotivos, sienten simpatía o antipatía por pastores y querencias, y exteriorizan su agrado o rechazo con actitudes y gestos. Dice don José María de Cossío,- yo creo que dejándose llevar por la pasión que profesó al toro-, que llegan " a dejarse acariciar hasta por los niños"..., lo que debe tomarse, como es lógico, con toda la precaución. Recordaremos, sin embargo, cómo Antonio Chenel "Antoñete" le daba de comer con la mano al toro de su ganadería "Romerito" que acudía al escuchar su especialísima voz convirtíéndose en su mejor amigo...


            Son innumerables los ejemplos de mitología taurina hispánica. El toro aparece en la historia más primitiva, en la de las culturas más viejas que se asentaron en nuestra Península, y en las religiones ibéricas era, sin duda, animal sagrado y a él se le rindió culto, adorado como símbolo o empleado como víctima de sacrificio. Así lo muestran los testimonios encontrados anteriores al de la estela de Clunia, que ofrece la primera representación del hombre hispano ante el toro no como escena de caza ni con una significación religiosa sino más bien con el afán de diversión desafiante, juego o fiesta. A partir de entonces, es en la prosificación del Poema de Mio Cid donde ya por primera vez se mencionan las fiestas de toros, en este caso como celebración de las bodas de las hijas del Cid. Gonzalo de Berceo proporciona una visión realista, divertida y tierna de una suerte primaria de capa: el demonio se aparece a una devota de Nuestra Señora "en figura de toro", Nuestra Señora socorre a su devota y de forma muy taurina "menaçoli la dueña con la falda del manto", y el toro huyó ante la amenaza más que quite, pues la audacia del Malo no había de llegar hasta embestir a Nuestra Señora. A Alfonso X el Sabio le parece digno de infamia  que se lidien "bestias brauas por dineros que les dan", son los matatoros que, sobre todo en el norte de España eran requeridos para acontecimientos regios en los que se agasajaba a huéspedes distinguidos. En el alfarje del claustro del Monasterio de Silos se ve una escena de una "lanzada a pie" que más adelante aparecerá en grabados de época como reminiscencia de los juegos y venationes romanos.


     La evolución es hacia el alanceamiento caballeresco y a la participación de la plebe en los espectáculos. Se habla de una supuesta aportación de usos árabes a esta costumbre, creencia que ha difundido el arte, por ejemplo los aguafuertes de La Tauromaquia de Goya, pero hoy se ha descartado por completo. La iglesia consideró en su momento inmoral la lidia taurina y la prohibió bajo pena de excomunión.



           El interesado en la cultura taurina puede darse un paseo por la Taberna de Antonio Sánchez en Madrid, un carismático lugar, de los más antiguos de España de su género (1830), situada en la calle Mesón de Paredes, que conserva con mimo los vestigios de una rica herencia taurina, literaria y pictórica. Refugio de soñadores, sus paredes, teñidas de nostalgia y romanticismo, evocan los cuadros costumbristas más castizos. Antonio Díaz-Cañabate publicó su Historia en 1947, escrita sobre los veladores de mármol del lugar, de la que se conserva un ejemplar viejo, releído y subrayado por todo el que,siguiendo el ritual, decide hojearlo. El vino de consagrar contribuye a respirar ese mundo diferente con ecos de tertulias literarias en medio de exposiciones pictóricas que inició Antonio Sánchez. Por allí pasaron Baroja, Sorolla, Marañón, Camba, Cossío o Zuloaga. La taberna atrae la curiosidad de periodistas y escritores de Europa y Estados Unidos con intereses literarios donde se encuentran como en un museo vivo. Hoy es conocida como "La Taberna de los Tres siglos" y a ella acuden sucesivas generaciones y sagas familiares del mundo de la farándula y el arte movidos por la curiosidad taurina.


                                                                  "Espérame en el cielo", canta Mina.
                                                                      ( Matador, de P. Almodóvar )




 

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