miércoles, 19 de agosto de 2015

QUERIDA DULCE MARÍA




                                   "Si dices una palabra más, me moriré de tu voz"



                       La poesía debe tener instinto de altura. La poesía debe llevar en sí misma una fuente generadora de energía capaz de realizar alguna mutación por mínima que sea. Poesía que deja al hombre donde está, ya no es poesía.

                                                                                           Dulce María Loynaz





                              Se llamaba María de las Mercedes. Cuando la vi deslizarse por los salones en penumbra de su hermosa residencia en el barrio de El Vedado de La Habana, vestida en seda como para un baile de época, de frágil figura, casi minúscula, etérea y transparente, flotando por entre los antiguos pero ricos muebles y objetos de valor sin tropezar con ellos - pues ya no veía apenas-, cuando entonces, intuyéndome, me preguntó por mi procedencia con voz suave y delicada, comprendí por qué desde pequeña la llamaron Dulce María y con ese nombre se había quedado. Sin embargo, su vitalidad desprendía una firmeza y seguridad que dejaban intuir un carácter poderoso y profundo que no menoscababa su gentileza y refinamiento. Al pie de la solemne escalinata de mármol, en uno de los salones, el Colonial, había tocado el piano que aún presidía la estancia, Federico García Lorca, durante su estancia en Cuba, donde compuso El Público. En el salón Dorado -el Francés- todo brillaba, aunque igual que el jardín de la entrada, la mansión era ya una sombra del esplendor pasado, el pasado de la hija de un General del Ejército Liberador cubano que compuso el Himno Invasor, Enrique Loynaz del Castillo, de ascendencia vasca, gran amigo de José Martí, que prefirió que sus hijos no estudiaran en la escuela sino en casa hasta la entrada en la Universidad, donde Dulce María cursó Derecho Civil -su secretaria siempre la llamaba "doctora" en nuestra conversación. Con vocación de escritora, tras la Revolución Cubana se aisló en ese entorno para escribir sobre todo poesía, con esa perfección suya que le hacía romper innumerables poemas, pero también prosa (que consideraba esencial) y ensayos, cartas, artículos, traducciones o tratados, siempre con altibajos y épocas de mayor producción debido, seguramente, a las circunstancias de su vida... Entonces, al oír Zaragoza , comenzó a recitar : "Y de Aragón en España, tengo yo en mi corazón, un lugar todo Aragón, franco, fiero, fiel, sin saña", emocionándose con los versos de José Martí , quien, como sabrán, realizó parte de sus estudios universitarios en Zaragoza, y con el recuerdo de su propia visita a la ciudad de la que se trajo una reproducción "chiquita" de la Virgen del Pilar -"que la tengo guardada, o la tenía, porque ya yo no sé las cosas que tengo o he dejado de tener...", por lo que cuando recibió mis regalos de Zaragoza que tanto le gustaron, le comentó a su secretaria: -Póngamelos a buen recaudo, que ya sabe usted cómo es la cosa. Se aprovechan de que yo no veo...


                Al otro lado del Malecón, en el palacete las estatuas aparecían mutiladas por el paso del tiempo y la falta de medios para efectuar reparaciones. A la entrada, una cabeza en bronce de Enrique Loynaz se apoyaba en una de las columnas de orden corintio que sostenían el amplio porche donde las viejas mesas y mecedoras metálicas recordaban mejores épocas. Los árboles del jardín -tal vez el Jardín de su mejor novela, ese cuya plasticidad tan cercana a la técnica cinematográfica, hizo que Luis Buñuel pensara llevarla al cine-, crecían al ritmo de la tierra tropical, altos y frondosos, en un silencio que Dulce María, niña siempre, no osaba turbar en ningún momento. Al cabo de muchos años de revolución, seguía habitando su mansión entre versos, la ilusión de recibir los mejores premios y reconocimientos- cubanos y españoles- por su obra, y los sueños acerca de un mundo ya lejano, más allá del mar...


                  Hoy esa mansión es Monumento Nacional, Centro Cultural "Dulce María Loynaz" del Instituto Cubano del Libro y museo que conserva el legado de la escritora. La Junta de Andalucía y el Ministerio de Cultura de Cuba rehabilitaron el palacete y lo transformaron en uno de los escenarios culturales más significativos de la cultura hispánica. Se cumplen veintitrés años de la concesión del Premio Cervantes de Literatura en España a Dulce María Loynaz. Fue la segunda mujer en recibirlo, tras María Zambrano, y le fue otorgado superando las candidaturas de Cela, Vargas Llosa, Rosa Chacel y Miguel Delibes. Para entonces, ya había obtenido el Premio Nacional de Literatura en Cuba y era miembro de la Academia Cubana de la Lengua y correspondiente de la Real Academia de la Lengua Española. Su discurso -que ya no pudo leer, aunque sí recogió el premio en España-, versó sobre la función y el papel de la risa en la vida y en el Quijote, risa que reivindicó como algo fundamental e imprescindible en la literatura y en la forma de vivir. El Centro Cultural  Dulce María Loynaz  albergó la sede de la Academia Cubana de la Lengua, que presidía ella misma, y que se encuentra en la actualidad en otro edificio de la Habana Vieja. A los dieciocho años de su muerte, la residencia, que fue un foco intelectual pionero por iniciativa de la escritora, se ha renovado manteniendo el espíritu de los mejores artistas que pasaron por allí ,como Juan Ramón Jiménez, Alejo Carpentier, Gabriela Mistral, Luis Cernuda, Azorín, Carmen Conde y García Lorca, entre otros, siempre amigos. Ahora soplan nuevos aires de energía creadora, con el afán de seguir avanzando en la dignidad literaria que construyó Dulce María Loynaz, que se muestra así vencedora del tiempo y la memoria.





                 Ya Juan Ramón Jiménez definió su poesía y a ella misma como "increíblemente humana, de letra fresca, ingráfica, rica de abandono, sentimiento y mística ironía", y su obra ha sido señalada entre las más representativas de una exquisita sensibilidad, de carácter estetizante y con vetas impresionistas, comparada con la mejor poesía iberoamericana como la de las escritoras Gabriela Mistral, Juana Ibarburu o Alfonsina Estorni. Dulce María Loynaz, siempre al margen de la política, declaró en 1992 cuando recibió el Premio Cervantes: "Las autoridades revolucionarias no me han tratado ni bien ni mal, pero me han respetado". A mí me confesó -aunque procuraba no entrar en ese tema- que el gobierno cubano aún sabiendo cómo pensaba se comportaba con ella con mucha consideración, por eso nunca pensó en marcharse de Cuba, no tenía interés en obtener mayor compensación económica por derechos de autor, y sobre todo, necesitaba irremediablemente ese calor para vivir. Pasó una época de ostracismo para después ser reeditada en múltiples versiones a medida que iba siendo reconocida su proyección literaria fuera de la isla, que manifestaba su orgullo y admiración por elevar y trascender el nivel cultural cubano.


             Ajena a grupos y modas literarias, los estudiosos de las letras cubanas reconocen su diferencia, una nueva forma de expresión sin las influencias de todo tipo que se han querido ver y que ella rechazó en una independencia y rebeldía artísticas que le gustaba mantener. La obra de Dulce María Loynaz es valorada en estos momentos por la plasmación eficaz de los valores universales y esenciales del hombre con autenticidad lírica y excepcional dominio idiomático del habla de Cuba, "el país hispanoamericano donde mejor se habla el español, sin que ello signifique hacerlo a la perfección". Dulce María nunca admitió el hermetismo de su obra, por el contrario, defendió su voluntad de transparencia y accesibilidad al gran público, aunque sí reconocía la fuerte impronta de los grandes autores clásicos y contemporáneos en su bagaje cultural. Junto a una constante inquietud metafísica hay un alma de mujer que transmite sensorialidad teñida de añoranza por el paso del tiempo, en una búsqueda del intimismo más puro junto al deseo de rebelión y huida del mundo, generalmente, en plena libertad formal.









                     Inclasificable resulta el poemario escrito en su juventud Bestiarium, que fue editado después de permanecer inédito durante décadas y que, de no haber sido así, ocuparía un lugar preferente como precursor de la corriente vanguardista en la poesía cubana. Es una colección de poemas breves, "Lecciones", correspondientes cada una a una especie zoológica, que escribió para sus profesores que la suspendieron en Historia Natural por no hacer una serie de ejercicios sobre la materia, requisito que ella desconocía. La autora crea unos universos mínimos, insólitos en la poesía cubana de la época y en el contexto de su obra. Recuerdan a la tradición de tratados de zoología medievales, los Physiologus, que pueden rastrearse posteriormente en Borges o en el novelista aragonés Javier Tomeo. La escritora aporta un gran dominio técnico presentando su fauna personal en un original manual de historia personal, con enorme gracia e ingenio. Por fortuna, se rescataron aquellos cuadernillos que han vuelto a ver la luz en edición facsímil:


                                   LECCIÓN SÉPTIMA
                                        Bombix mori
                                     GUSANO DE SEDA

                    Él se crea su mundo y se lo cierra:
                    (¡Sueña en romperlo pronto con dos alas¡)
                    Mas, luego viene el hombre y de aquel hilo
                    -mínimo mundo, vuelo en la promesa-,
                    hace un vestido para su mujer.


            Quedan textos inéditos todavía, pero quizá la obra más conocida de Dulce Mª Loynaz sea su novela lírica Jardín, en prosa poética, para algunos caracterizada por un "realismo mágico" que para otros no existe. Se trata de la biografía simbólica de una mujer que sueña con que el amor le dé libertad y no esclavitud. El propio jardín y el mar son los símbolos de la Poesía. Dulce Mª me dedicó varios de sus libros. En Jardín: "A Charo, que tiene un espíritu claro que puedo ver a través de mi sombra". Escribía las dedicatorias con caligrafía de grandes caracteres, ya que la mano era guiada por el cerebro y el corazón más que por los ojos. Estaba casi ciega pero llegaba a conocer la dimensión de la página fácilmente, y su letra se ayudaba para poder plasmarse en el papel con los dedos de las dos manos que formaban círculos precisos y exactos; al fin y al cabo, siempre había escrito a mano. Queda para siempre un jardín "sagrado, infinito, misterioso, como una continuación de sí misma". El Ballet Nacional de Cuba se inspiró en el libro para estrenar un espectáculo del mismo nombre, interpretando a la protagonista Alicia Alonso.

             Su obra es, relativamente, poco extensa. Cuando la repasaba con ella, se emocionaba comentando Un verano en Tenerife, o La novia de Lázaro ("!qué tragedia la de esa mujer!, usted me comprenderá"...), la personalísima, desconcertante y vehemente Carta de amor al Rey Tut-Ank-Amen ("un encaje tejido con los más sutiles hilos de la fantasía") y, sobre todo, el libro que más le entusiasmaba, Poemas sin nombre, de gran pureza, intensidad y fuerza, donde para ella podía encontrarse "su poesía más plena y perdurable", una poesía desgarrada, nada convencional, con versos autobiográficos reflejo de un alma angustiada en continuo enfrentamiento o convivencia entre el erotismo más profundo y la espiritualidad más elevada:


                                       POEMA LXI
                                                                                                 ...

       Hombre del sol, sujétame con tus brazos fuertes, muérdeme
       con tus dientes de fiera joven, arranca mis tristezas y mis
       orgullos, arrástralos entre el polvo de tus pies despóticos.
       !Y enséñame de una vez -ya que no lo sé todavía- a vivir
       o a morir entre tus garras!




                 Gran parte de la sensibilidad poética de Dulce María Loynaz se nutre de los paisajes caribeños, de su vegetación y del agua, eterna, principio generador de vida, agua misteriosa que rodea a esa tierra, la recorre y la ilumina. Hoy, la figura de Dulce María mantiene el eco poético que nunca debió quedar en silencio, sigue enraizada a su tierra cubana con la lealtad propia de sus orígenes, irradiando luz permanente, como su isla, "la tierra más hermosa que ojos humanos contemplaron",


                            Rodeada de mar por todas partes, 
                            soy isla asida al tallo de los vientos...
                            nadie escucha mi voz si rezo o grito:
                            Puedo volar o hundirme... Puedo, a veces,
                            morder mi cola en signo de Infinito.
                            Soy tierra desgajándose... Hay momentos
                            en que el agua me ciega y me acobarda
                            en que el agua es la muerte donde floto...
                            Pero abierta a mareas y a ciclones,
                            hinco en el mar raíz de pecho roto.
                            Crezco en el mar y muero en él... Me alzo
                            !para volverme en nudos desatados...¡
                            !Me come un mar batido por las alas
                            de arcángeles sin cielo, naufragados!

             Dignísima Dulce María, luminosa Cuba... "Tú te ofreces a todos aromática y graciosa como una taza de café; pero no te vendes a nadie". Libre, querida, que todo vuelva a empezar...




                                                      Los Jubilados de Cuba. Puro arte, maestros de los jóvenes
       




                                                                                               

sábado, 1 de agosto de 2015

TOROS, y III




                    Un día me dijiste, Nancy, que el toro "no pintaba nada" en la cultura española. Yo te podría decir que pinta tanto como el camello en la cultura árabe, con la diferencia de que el toro no es esclavo, sino amigo. Es nuestro amigo.
                               
                                                               
                                                                                    Ramón J. Sender




        ¿Les han dado alguna vez en la vida una larga cambiada? ¿Son de los que se vienen arriba y cogen al toro por los cuernos o prefieren hacer un brindis al sol y ver los toros desde la barrera? Como señaló Enrique Tierno Galván "los toros han agregado un nuevo aspecto a la palabra, que ha renovado el subsuelo plástico de su intuición", y pone como ejemplos de enriquecimiento en la expresividad semántica los de "ceñirse", "crecerse" o "adornarse". Tierno Galván ya estudió la transposición del vocabulario taurino, por ejemplo, a las relaciones entre hombre y mujer, así como a la postura ante el mundo con la que vivió uno de los lugares comunes de la cultura española, Don Juan, o a la situación que se produce en una corrida de toros, que recuerda el juego de los elementos integradores de la tragedia clásica. Sin embargo, los toros, que han aumentado el acervo metafórico del lenguaje, no se han prestado para el pensamiento proverbial del refrán, lo que extraña al profesor, dada la sabiduría popular del español que encuentra refranes para todo pero apenas ha extraído alguno del mundo taurino, seguramente porque la actitud de reflexión fría de comportamiento precavido y poco arriesgado le resulten algo ajenos al toro.

                El léxico taurino impregna nuestro lenguaje coloquial. A su vez, el origen popular del lenguaje taurino es innegable. En ocasiones, la terminología técnica taurina se ha desposeído de ese carácter para ofrecerla al uso corriente, a veces en su genuina significación y otras en sentido traslaticio o metafórico. El lenguaje taurino es expresivo, gráfico, concreto, dirigido más a la sensibilidad que al raciocinio y se refiere, generalmente, a las características del toro y a su lidia, en todos los aspectos. El toro (también en gitanismo "burel" o en término procedente de la numismática , "cornúpeta" -siempre en -a, según la RAE), se suele llamar como su madre. Algunos nombres se repiten como homenaje a algún toro famoso y otros resultan únicos, curiosísimos, aquellos en que la imaginación popular alcanza hallazgos sorprendentes, como la denominación con nombres de políticos o de forma poética, cariñosa y a veces misteriosa, "Duende". De modo espontáneo, funcionan los campos semánticos: de una vaca "Discreta" nacerán "Reservada", "Calladita", "Mudita", "Silenciosa"... En la dehesa, una "faena" básica es la de "tentar" a las reses para probar su bravura, es el "acoso y derribo", expresión utilizada muy frecuentemente para la persona hostigada y perseguida, ya sea en el plano político o en cualquier otro. En cuanto al pelo, pinta o capa del toro (!qué pintas llevamos todos a veces!), que el profano dice color, de las sesenta variedades clasificadas, algunos términos resultan especialmente pintorescos, sobre todo en cuanto a su formación léxica. Así, el hoy ya raro toro "albahío", blanco amarillento, andalucismo formado a partir de "alba" (blanco), o el toro tan espectacular, totalmente blanco, "ensabanado". El "salinero" mezcla pelo blanco y rojo. El "sardo", negro, blanco y rojo y los "berrendos", varios colores separados en manchones; el "tiznado" o "atizonado" presenta manchas negras como de carbón y el "retinto" es bermejo con cabos negros. Por el color de la cara, se llama careto al que tiene blanca la frente y el resto de la cabeza más oscuro (la sufijación es uno de los recursos más provechosos en este tipo de lenguaje). Hoy, careto es un simple derivado expresivo de cara para las personas (como bocata, cubata...), que, a veces, es mejor no mirar... Si el toro tiene una mancha blanca o de otro tono en la tripa o en otros lugares, se le denomina "bragado", "botinero", "calcetero"... A la cornamenta, elemento que más caracteriza al toro bravo, la raíz de su peligro, se la designa con diferentes sinónimos (astas, puntas...). Rafael Alberti en sus famosas Chuflillas dice:

                                         De la gloria a tus pitones
                                         bajé, gorrión de oro,
                                         a jugar contigo al toro...

       O con abundantes metáforas: agujas, puñales, cucharas, perchas, velas, arboladura, madera... Los cuernos del toro se han utilizado en el lenguaje coloquial con gran frecuencia de forma figurada: " !Vete al cuerno! ", exclamamos. Por lo demás, ya conocemos la significación que se da a "cornudo", del que hay numerosos ejemplos en la literatura (clásicamente, sólo referido al hombre...). El toro puede ser según la apariencia de sus cuernos cornalón, destartalado, abrochado, recogido, bizco, despuntado, mal armado, bien puesto, playero, cubeto, astillado, afeitado...o, con diminutivo irónico, "tocaíto". Al toro "embolado" le colocan bolas u otros artificios en las puntas para impedir que hiera. Ha pasado a ser metáfora de "situación difícil" o "papeleta", "!Vaya embolado!", se suele decir ante una de esas situaciones.


                      El toro ha sido visto como símbolo de fuerza "viril", ejemplo de energía creadora y reproductora, de ahí los tópicos de casta y raza que se relacionan con palabras como embestir, emplazarse, engallarse, arrancarse, acometer, empujar..., referidos al comportamiento del toro en la lidia trasladados al ámbito humano en algunas de sus actitudes. Lo contrario se expresa como achicarse, venirse abajo, blandear o rajarse y, en el caso del toro manso, aplomarse o taparse, mientras que "romper" posee un claro valor polisémico. El cuello del toro se llama, metafóricamente, la gaita, y con ella puede dar un gañafón, un derrote, un hachazo o una tarascada, cuya consecuencia puede ser, una cornada. Un toro no es solamente bueno o malo, manso o bravo. El aficionado a su lidia añade otros matices, precisa mucho más, acumula adjetivos e imágenes para definir con la mayor exactitud su presentación y comportamiento, que a veces podrán aplicarse también al individuo: escurrido, bien presentado, con hechuras, cuajado, remolón, reservón, marmolillo... o " un regalo", incluso con la presunta peligrosidad de una ganadería en frases coloquiales: "tiene peores intenciones que un miura". Algunos animales insignificantes se utilizan como apelativos para calificar a un toro que no gusta: borrego, sardina, gusano o el compuesto nuevo, perritoro. La lidia del toro exige "pararle los pies" -igual que el trato con algunas personas-. Y eso supone no huir previamente "saliendo por pies". Los toros mansos suelen tener querencia a toriles. Miguel Hernández recurre con gran acierto a este vocablo cuando quiere expresar que su amor no es nada intelectual sino que posee la fuerza irremediable de lo instintivo:


                               Una querencia tengo por tu acento
                               y una apetencia por tu compañía
                               y una dolencia de melancolía
                               por la ausencia del aire de tu viento.
                               !Ay, querencia, dolencia y apetencia...!


                Cuando el toro es lidiado, la expresividad lingüística adquiere otras dimensiones. La palabra plaza conserva su sinonimia con respecto al ámbito urbano que le dio origen. Para designar el recinto taurino, existen otras voces: ruedo, redondel, anillo,arena, albero, coso (término que ya aparece en La Celestina)...,  un espacio que es como un laberinto formado por diferentes partes denominadas según su función, en las que da el sol o la sombra. "Sol y sombra" es fórmula metafórica usada en todos los órdenes de la vida cotidiana: pros y contras, ventajas e inconvenientes, tesis y antítesis, vida y sueño, juego de contrarios. Todo, en la vida, está en el sol (luces) o en sombra. Cada uno lo puede observar en la propia. El lidiador utiliza avíos, igual que en la cocina , o trastos, cuyo verbo, trastear, ha dado lugar a poemas denominados cómicos, a veces con poca gracia. La capa ( o capote) era una prenda de vestir que luego sirvió para capear toros, lo mismo que en la vida se tienen que capear situaciones difíciles o un temporal, o echarle un capote a alguien para ayudarle o un capotazo. Como pueden ser de seda (de paseo) o de percal, la expresión metonímica "cambiar la seda por el percal", coloquialmente, equivale a iniciar una tarea o poner manos a la obra (todos, aficionados o no a los toros). No está claro el origen de la palabra banderillas. Cossío apunta a su posible conexión con bandera, que adornaba a ese instrumento. Corominas en su Diccionario etimológico cree que proviene de bandera en su sentido originario de estandarte. En el Diccionario de Terreros, poner banderillas equivale a zaherir en el lenguaje coloquial. Popularmente, las banderillas se comen en los bares, como sabemos. La muleta coincide con el palo en el que se apoyan los cojos, igual que una mula lleva a su jinete. En cuanto a entrar al trapo, ¿qué no diríamos todos? Los sinónimos para la espada son abundantes: estoque, acero, sable, tizona..., y su creación atiende, como puede verse, a la utilización de diferentes procedimientos semánticos figurados. A veces, es necesario que el puntillero o cachetero dé la puntilla a un toro. A lo largo de la vida, en algún momento, hemos sentido también que rodábamos sin puntilla, que nos habían dejado para el arrastre.


                 El que torea a un toro puede recibir distintos nombres. Para mí el más interesante es el de lidiador, pues esa es su labor si es que la realiza. Los demás son de sobra conocidos: torero, toreador, matador, diestro, espada, maestro, se oyen comúnmente. Diestro alude al experto en un oficio, a la cualidad de ser hábil en cualquier terreno de la vida, a quien posee destreza. Maestro es quien demuestra sabiduría y por ello merece respeto, también en cualquier aspecto de la vida cotidiana. Algunos expertos refieren que quizá sea algo exagerado utilizar este término para el torero pues hoy se ha perdido el aura especial que tuvo. Sabemos la importancia que tuvieron algunas instituciones nobiliarias en el nacimiento de la tauromaquia, como la Real Maestranza de Caballería. Originariamente, los maestrantes eran caballeros que se ejercitaban en la equitación y el manejo de las armas. La etimología subraya la conexión con el saber, el maestro, y la maestría. Los aficionados a la ópera habrán contemplado el pintoresco ballet y coros de La Traviata de Verdi,  acompañados por una música muy brillante pero más cercana a la tarantela napolitana que al pasodoble, que cantan al matatore, ( por cierto: el paso-doble, que suele acompañar a la lidia de los toros en la plaza es una palabra que designa una composición de origen incierto, teatral, festivo o militar, cuya melodía ha resultado muy productiva a lo largo de muchos años en el mundo taurino).

             Los escritores han utilizado a veces términos cultos para llamar al torero que no han cuajado popularmente: tauricida, beluario o gladiador. Para los subalternos que participan en la lidia destaco esta sustantivación de una interjección que denomina a los toreros de a caballo: "los de aúpa". Y monosabio, término del que se suele ignorar su origen, que no es otro que el de una cuadrilla de monos amaestrados que actuó en un teatro en Madrid, vestidos de rojo y a los que llamaban  monos sabios. Como los mozos de caballos de la plaza vestían de ese color y dicen que eran bastante feos, les colocaron ese apodo para los restos. Los toreros también han tenido sus apodos, que tienden al elogio hiperbólico en esa tendencia taurina siempre tan apasionada. El de Juan Belmonte, por ejemplo, era "el Pasmo de Triana", aunque otros prefieran el diminutivo, "Finito", "Rafaelillo", "Miguelín"..., posean un sabor castizo, "Chufero", "Horchatero", "Escabechero" o sean tan sorprendentes como "Huevero" o "Pollero". Algunos resultan impensables como "Come Arroz", "Poquito Pan", "Muchos pañuelos", "Calzonazos"..., están formados por una muletilla de tres palabras que forman una expresión coloquial "Nosevé", "Noteveas", o son surrealistas como "Gregel Bahl Lesspes" (sic), que parece el nombre de un faquir o de un domador. Aunque tal vez el que se lleve la palma del pasmo sea "el Culón"... ¿qué le gritaría el público en una tarde poco afortunada?

             La despedida del torero incluye la ceremonia solemne de cortarse la coleta (figuradamente, supresión definitiva de cualquier actividad o profesión). Cuando Frascuelo planeaba su retirada, el famoso compositor y musicólogo Barbieri le dedicó una epístola humorística en verso con doble sentido que en aquella época creó gran expectación: Frascuelo, no te la cortes/no te la cortes, Frascuelo... El director ruso Eisenstein retrató con gran belleza plástica el momento de enfundarse el traje de torear en Tormenta sobre Méjico, deteniéndose en las escenas en que el torero se ciñe la taleguilla, la faja y sobre todo se aprieta los machos, pero aún no en el colorido del traje que suele recibir nombres tan hermosos: champán, tórtola, verdegay, tabaco, nazareno, corinto, ceniza... El aficionado critica muchas veces al torero porque no quiso, no pudo, citó fuera de cacho, tuvo mieditis, canguelo, se piró... (la literatura costumbrista, sainetera con sus seudocultismos y los gitanismos han aportado numerosas expresiones generalmente humorísticas al ámbito taurino). Por otra parte, los eufemismos han sido muy utilizados en el mismo contexto pero aplicados a la valentía: agallas, redaños, riñones, y en perífrasis zarzuelera "lo que hay que tener" y además de todo eso, facultades, o sea, capacidad para ejercitar su profesión (obsérvese el significado del término actualmente), y "conocimiento", ser conocedor, ver claro, tener inteligencia ( o en caló, chanelar, quinqué...), estar mentalizado para transmitir una emoción, enfrentarse "de poder a poder", lidiar con ritmo y medida, expresar sentimiento, arte, alma ( "olvídate del cuerpo", decía Belmonte), sentirse, gustarse, tener estilo y estética, esencia

                                  Y a su paso marchoso y jaranero
                                  se vendían esencias de torero.      (Gerardo Diego)

       O en comparación con el cante flamenco, tener música, duende, destello, ángel, encanto, compás... Es decir: naturalidad, la difícil facilicidad del arte, lo mismo que cuando se escribe, se canta o se interpreta extraordinariamente. En los toros, si es con la mano izquierda, mejor, la de verdad, la de la diplomacia en la vida cotidiana, la del savoir faire. "El cuerpo lo organizas tú como sin querer", según Pepe Dominguín.


                    En el siglo XIV, en la Crónica de Pedro I del canciller Pedro López de Ayala , aparece la expresión correr toros, que el diccionario define como lidiar a los toros y también, torearlos. Cossío dice que "consiste en una vez arrancado el toro al cite del torero salir este por delante, adecuando su velocidad a la del toro, del que se deja perseguir, y recorrer de esta forma una parte del ruedo. Su finalidad suele ser cambiar al toro de lugar", a lo que añade que es una forma de burlar los toros, de ahí, el burladero, para refugiarse. En el plano simbólico, la misma idea se convierte artísticamente en la figura del Burlador de Sevilla de Tirso de Molina, en que la palabra adquiere un doble sentido: engañar y jugar. Posteriormente, reaparecerá en el Don Juan Tenorio de Zorrilla. La lidia clásica ha consistido en parar, templar y mandar, de cuyos conceptos hay constantes muestras en la vida cotidiana (hasta se templan las cuerdas de una guitarra). Con el tiempo a esa tríada se añadió la acción de cargar, con valor polisémico muy claro, que aparece con frecuencia en la literatura (Cargar la suerte, de Gerardo Diego, por ejemplo). En la lidia hay que dar la distancia adecuada a cada toro, arrimarse, embarcarlo, encelarlo sin que sienta que le están quitando las moscas..., ¿no ocurre igual en la vida?, y siempre sin descomponerse -algo tan difícil-, manteniendo la compostura, término que se usa como metáfora moral, individual o colectiva. Dar la distancia es igual que dar su sitio, su terreno, al toro sin que tampoco lo pierda el que lo lidia, no taparle la salida pero tampoco perder el tren, con la debida ligazón en los pases. El aficionado habla a menudo de rematar, que puede aplicarse a lo que cada uno quiera en la vida: todos rematamos, lo mejor que podemos, una faena, un trabajo o un capítulo de nuestra vida. También se torea de salón.


               Desde el siglo XVII los soldados o guardias despejaban el ruedo antes del toque del clarín, a la manera de los golpes de bastón que indicaban el comienzo de una obra en el teatro clásico. Clarín es el nombre del gracioso en La vida es sueño, el del apodo del autor de La Regenta y doña Clarines es un personaje de los hermanos Álvarez Quintero. Ángel M. de Lera escribió la novela Los clarines del miedo, posteriormente llevada al cine. Ante ese sonido comienza cualquier actividad humana sin que sirvan ya las dilaciones. En la lengua coloquial, "faena" ha adquirido un sentido peyorativo, en la plaza es la acción del lidiador ante un toro construida con pases y sólo la faena de aliño no resulta lucida. En cualquier terreno, además de talento y esfuerzo, necesitamos suerte, una palabra clave en el contexto de la lidia con múltiples significados. En todo momento, el torero se arriesga a la cogida, lo que ha dado lugar a una notable riqueza de sinónimos muy expresivos: el toro pilla, empitona, encuna, voltea... Así, a muchos, alguna vez, nos ha cogido o pillado el toro de la vida, o nos ha dado un revolcón... Los taurinos hablan de "la hora de la verdad",- título elegido por Francesco Rossi para una película-, la hora del toro, del torero, y la hora de todos. Para ella el léxico es abundante, incluyendo el lenguaje de germanía.


                  El escritor Andrés Amorós recuerda esta frase de Rafael el Gallo "Torear es tener un misterio que decir y decirlo", y comenta que si esto se le hubiera ocurrido a un filósofo lo celebrararíamos todavía. Se torea para alguien, un público, la afición,"el respetable", palabra que alude al vocativo que usaban los locutores o presentadores en el circo o en espectáculos de varietés, pero que hoy se ha especializado únicamente para el público de los toros. A él los toreros dedican un brindis (del alemán, ofrecer), lo que tampoco ocurre en otro contexto que no sea el cotidiano para una celebración o actuación. A veces, a la manera de la claque en el teatro, entre el público se encuentra el animador que aplaude o incita al !olé!. No está claro el origen de esta exclamación, en un principio taurina pero tan extendida que ya se oye hasta en partidos de fútbol. Expresa admiración, emoción y alegría. Se la relaciona con el árabe wa-llah, que significa "!por Dios!", aunque para Corominas, se trata de la interjección americana hole, variante de hola y hala, que se emplea para llamar, y para otros, proviene del hebreo oleh, "tirar hacia arriba", a la manera de los derviches giróvagos de Túnez.


             Las metáforas taurinas sirven para expresar multitud de sentimientos y actitudes que todos podemos adoptar: hacer novillos, ponerse como un toro, saltarse algo a la torera, lanzarse al ruedo, ser de mucho cuidado, dar juego, dar largas, estar al quite, escurrir el bulto, pasar por alto, a toro pasado, bregar..., son frases y modismos taurinos de uso corriente en el lenguaje familiar. Diferentes autores han analizado con agudeza estos aspectos lingüísticos como recientemente Carlos Abella, Luis Nieto Manjón, José Carlos de Torres y Andrés Amorós, entre otros.


                  En los carteles de toros también se utilizan recursos expresivos muy interesantes para comprender la dimensión cultural, intelectual y social del universo del toro, un mundo de ponderaciones desmesuradas con estilo hiperbólico y adjetivación superlativa, como corresponde a la publicidad que, a veces, no se circunscribe solo al ámbito taurino sino que adquiere otras connotaciones propagandísticas de corte político y nos ilustran sobre un contexto histórico concreto. Extraordinario, monumental, sensacional, fabuloso, arrollador, magnífico... son algunas muestras de la función persuasiva que se intenta transmitir. La historia del cartel taurino presenta unos rasgos muy peculiares, que, generalmente, han pasado desapercibidos, desde el punto de vista técnico en su confección ( grabado, pintura, fotografía,etc.), pasando por el objetivo que persigue (informativo, estético, económico...) para convencer de la importancia del contenido que expresa. Persiguiendo plasticidad en la imagen, belleza y perfección a través de un texto sugestivo, el cartel introduce elementos iconográficos e iconológicos junto a las elocuencias estilísticas que van más allá de lo figurativo (por ejemplo, la presencia de la mujer o de una locomotora, muy frecuentes en los carteles de principios del siglo XX). Así, el cartel taurino contribuye de forma destacada a una meritoria formación en los preceptos que configuran nuestra Historia del arte y de la cultura. Por ejemplo, el creado para la plaza de toros de Jerez de la Frontera el 29 de septiembre de 1929, que presenta una "Magnífica y extraordinaria corrida en honor y con motivo de la inauguración del monumento erigido en esta población por suscripción nacional al Excmo. Sr. D. Miguel Primo de Rivera". En las cuatro esquinas de este cartel puede leerse lo siguiente: "Gloria al Caudillo"; "Paz en Marruecos", "Gratitud de las madres españolas"; "Fomento de la enseñanza y de la riqueza nacional"; "Extinción del terrorismo", "Prosperidad de la Hacienda Publica", "Etc., Etc." (sic).

         
              Por último, dos brindis para el recuerdo de la corrida "patriótica" del 12 de mayo de 1898, del torero Mazzantini : "Brindo por el heroico pueblo del Dos de Mayo, por el Señor Alcalde que lo representa en este palco y porque el importe íntegro que se recaude en esta corrida se destine en dinamita para hacer saltar en mil pedazos a ese país de aventureros que se llama Norteamérica", y de Guerrita: "Brindo por la Presidencia y por su acompañamiento y porque no quisiera más sino que se volviera un yanqui el toro"...


               En definitiva, usamos muchos términos taurinos para intentar comprender en ocasiones lo que es la vida y viceversa: el toro y la vida se retroalimentan mutuamente en sus manifestaciones expresivas. Y para conocer la vida, sentimos la noble dignidad del toro burlado. El toro desprende misterio, fuerza, destino trágico, dolor, ambición, deseo..., una especie de actitud ante las tres heridas que señaló el poeta con la que algunos encontramos afinidad,

                                    la de la vida, la del amor, la de la muerte.

                                          

                                                                       Toreador.   Ópera  "Carmen"