jueves, 27 de diciembre de 2018

TOVENISSA, el pueblo de mi padre






                                                                                                                           PARA JAVIER



                                                                (A los tobedanos, especialmente para los dos que hoy me mantienen unida a Tobed, y para el que se nos fue sin desearlo)                                                                      






                                                                            Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,
                                                                            y un huerto claro donde madura el limonero,
                                                                            mi juventud, veinte años en tierra de Castilla;
                                                                            mi historia, algunos casos que recordar no quiero.
                                                                                              
                                                                                                       (A. Machado, "Retrato")








                                       
                                                  Mi infancia son recuerdos de un patio de Codos... Todos los veranos se repetía lo que yo esperaba siempre con tanta ilusión: la "Fora" me dejaba justo a seis kilómetros de Tobed. Por el puerto pedregoso, con el embriagador olor del vino que desprendían las pipas, mientras uno de los tíos me contaba el cuento de "la fuente Culebrera", y el otro nos anunciaba con musicales bocinazos en todas las curvas, yo pensaba en el pueblo de mi padre. Pero para una cría aún con coletas, seis kilómetros eran demasiados para andarlos.

             Pasaron muchos años antes de poderlos recorrer. Mi ansiedad por conocer Tobed era enorme: ¿qué tendrá el pueblo de mi padre que no tenga el de mi madre? -me preguntaba. Porque en mi casa sólo se hablaba de Tobed... ¡Cuántas veces, a lo largo de mi ya extenso recorrido profesional por media España, la gente me ha interrogado con la mirada ante algunas expresiones mías! -Es que mi padre es de Tobed -me justificaba.

            Algo muy importante debía de tener, cuando a mi padre le brotaba esa palabra constantemente. Mi curiosidad aumentaba cada vez más. Y ¡por fin! un día veraniego, apareció ante mi vista una noguera impresionante que me daba la bienvenida. A lo lejos, una tierra rojiza dibujaba, junto a la ermita de San Valentín, unas figuras que no veía, pero que adquirían forma en mi imaginación al recordar las palabras de mi padre.

           ¿Cómo sería el pueblo? ¿Tendría escaleras para subir a la iglesia como las de Codos? ¿Habría también vacas furas?... No, no había escaleras, pero ¡qué iglesia! Aquí sí que mi padre se había quedado corto. No vi vacas, pero sí pinos, fuentes, huertos...

           Aquel día Tobed era una fiesta: todo eran risas y bailes. Animada por el vino de esta tierra, me dejé arrastrar por un torbellino de gentes, músicos y familiares. ¡Prácticamente todos los habitantes del pueblo eran familia mía!

           Ahora empezaba a contestarme qué tenía el pueblo de mi padre...

           Cuando pasó la fiesta, me acerqué a los pinos: el aire era purísimo, me parecía imposible respirar tanta tranquilidad. Y la noche... Nunca, en ninguna parte, he visto un cielo tan bellamente estrellado como el de cualquier noche de verano en Tobed.

          Subiendo o bajando cuestas, por algún camino o recorriendo una calle, alguien siempre me regalaba una rosa, un melocotón, una botella de vino, una torta hecha en casa.

          ¿Quién eres tú? -me preguntaban. ¿Cuál es el mote de tu padre? -me repetían. Ya no recuerdo quién me lo descubrió, pero seguramente se lo agradecí invitándole a bailar un pasodoble. Un mote de tantos años, del bisabuelo... ¡A mi padre se le había olvidado enseñármelo!

           Descubrí las bodegas, unas más grandes, otras más pequeñas, pero siempre abiertas en una invitación permanente. ¡El bisabuelo merendó todos los días de su vida -que fueron muchos-, a la puerta de la bodega, viendo el sol caer en el atardecer!

           A medida que iba conociendo más y más al pueblo, podía ir recomponiendo la historia de mis antepasados, unos antepasados que también han dejado su huella en mi sangre, unos antepasados a los que fui queriendo más gracias a Antonio, al que nunca olvidaré.

           Con los años, Tobed fue para mí aún más, algo más que el pueblo de mi padre. Hoy ya tengo mis preguntas contestadas. Y para quien piense que exagero, que se eche un sueño una madrugada, al raso, con olor a pino, y abra los ojos poco a poco a la salida del sol, viendo desde lo alto cómo se refleja en los cristales del pueblo.

           Ahora ya puedo responder: ¿Qué tiene el pueblo de mi padre que no tiene el de mi madre? Tobed os tiene a vosotros.







                                                               Iglesia de la Virgen o de Santa María. Tobed




                              Tobed, en la provincia de Zaragoza, perteneciente a Aragón (España), posee una de las iglesias-fortaleza más impresionantes y bellas de cuantas existen. De estilo gótico-mudéjar (aragonés), se construyó en el s.XIV con un concepto arquitectónico único en la España de la época, y es considerada Patrimonio de la Humanidad desde 2001. Fue promovida por la Orden del Santo Sepulcro de Calatayud con carácter defensivo por su cercanía a la frontera de Castilla ante la guerra entre Pedro IV de Aragón, el Ceremonioso y Pedro I de Castilla, el Cruel. Como he comentado en alguna ocasión, el pintor Jaume Serra realizó el retablo que actualmente se encuentra conservado en el Museo del Prado. Se la conoce como iglesia de la Virgen o de Santa María. Para algunos, la tradición de la Virgen de Tobed se remonta a tiempos de los godos y se tiene constancia de que la iglesia fue consagrada en 1066. La localidad fue encomienda de la Orden del Santo Sepulcro de Calatayud desde 1141 en que se llega a un acuerdo con Ramón Berenguer IV para compensarle por su renuncia al legado testamentario de Alfonso I el Batallador que dejaba el reino de Aragón a las órdenes militares de Tierra Santa. Esta cesión territorial comprendía un solar para levantar casa e iglesia en Calatayud, donde se establecería una comunidad de canónigos regulares con dotación de rentas de Tobed y Codos, entre otras poblaciones.



                                     





                                En el siglo XIV la Orden apoya a Pedro IV en la guerra de la que he hablado y es entonces cuando se inician las obras de la iglesia, no sin conflictos entre diferentes cargos eclesiásticos, ya que el obispo de Tarazona entendía que debía de haber otorgado su consentimiento a la vez que solicitaba las rentas correspondientes por pertenecer Tobed a su diócesis, pero se falló a favor de la Orden. En 1360, fray Martín de Alpartir contrata con Mahoma Granada, relojero moro de Pedrola, la fabricación de cincuenta mil ladrillos para la iglesia. Enrique II de Castilla, aliado del rey aragonés, donó las tres tablas de la Virgen de la Leche, San Juan Bautista y la Magdalena para presidir los altares de las tres capillas. Además, se incluye el escudo heráldico del papa Benedicto XIII en la clave de la bóveda del último tramo de la nave, en el alfarje del presbiterio y en la línea de impostas que corre por las capillas y nave a la altura del arranque de las bóvedas. Parece que la iglesia se concibió desde el principio de tres tramos y hoy la vemos con una sola torre, aunque mi querido experto Agustín Sanmiguel siempre la soñó con dos. Sorprenden su exquisita decoración interior y exterior, las pinturas y yeserías con motivos geométricos islámicos, las celosías con motivos vegetales, la techumbre o alfarje de madera pintada y la capilla de la Virgen con azulejos de Muel de colores. En el altar mayor se encuentra un icono de la Virgen obsequiado por el rey aragonés Martín el Humano, que a su vez le regaló Luis VI de Francia, representando a la Virgen con el niño en brazos pintados en lienzo sobre tabla. Se guarda en una hornacina de plata plateresca, labrada en Calatayud en el siglo XVI. La capilla se cierra con una verja del mismo siglo, similar a la de la iglesia de San Pablo de Zaragoza.






                                                                  Sierra de Algairén. Los abuelos. Tobed



                         La villa de Tobed se encuentra en el paradisíaco valle del río Grío, rodeado por la sierra de Vicor o Vicort (la Vicora) y por otras estribaciones montañosas como la sierra de Algairén y la del Espigar. Dependió del priorato de Calatayud hasta la desamortización de los bienes del clero del siglo XIX. No sólo es admirable la monumental iglesia de la Virgen, sino que también la dedicada a San Pedro Apóstol, de época más tardía (renacentista del s.XVI), es uno de los edificios más representativos, junto a otros, como el Palacio de los Comendadores y Canónigos, y el Castillo (BIC), conocido popularmente como El Palomar, fortificación medieval de origen musulmán, dentro de cuyo recinto se halla la Ermita de San Valentín, patrón de Tobed (los vecinos cuentan que su reliquia permanece en la iglesia desde hace casi 400 años, y un bonito día, el 14 de febrero, se celebra la fiesta dedicada a él, como único lugar de Aragón que posee el patronazgo del santo de los enamorados). Aquí nacieron Vicente Naharro, excelente pedagogo, el baloncestista Fernando Muscat, el actual Presidente de la DPZ, Juan Antonio Sánchez Quero, un alcalde amigo, Ángel Rodrigo Jimeno, y sobre todo, la prima de mi padre, la excelente tiradora con arco, pionera española y europea en esta especialidad, Paquita Millán Serrano, mejor deportista aragonesa de 1968, a la que el Ayuntamiento de Zaragoza le dedicó una calle (con la categoría de Avenida) en 2009, tan merecida, para lo que se decidió cambiar el nombre de otra calle ya existente, en el barrio de Valdefierro, donde residía. Compartió ese mismo año el honor de recibir la denominación de una calle zaragozana con un deportista muy querido en la ciudad, en este caso futbolista, Nayim, cuyo inverosímil gol en la Recopa de París que le dio el triunfo al Real Zaragoza, será recordado eternamente. Paquita Millán Serrano descubrió este deporte, tan minoritario entonces y más aún practicado por una mujer, al observar a unos arqueros ejerciéndolo en Grisén y desde entonces lo convirtió en su vocación. En los años 60 del siglo XX participó en diferentes competiciones nacionales e internacionales alcanzando grandes éxitos, y era habitual encontrar su nombre en los periódicos deportivos de la época. Yo la recuerdo con su Seat 600 viajando sola (hay que pensar en el contexto social de aquel momento) por diferentes países, siempre acompañada de su arco y sus flechas. Fue campeona de España en cuatro ocasiones y una de Europa, entre otros títulos, batiendo en 1967 la marca nacional en la especialidad de arco recurvo al Aire libre en la categoría Senior. Continuó enseñando este deporte a nuevos arqueros, y, siguiendo una de las milenarias tradiciones alfareras de Tobed, se convirtió en una experta ceramista.










             
                  Paquita tuvo un triste final. En 1991 el acelerador de electrones del hospital Clínico de Zaragoza fallaba en demasiadas ocasiones y en una de ellas, mi prima sufrió uno de esos fallos, el mayor fallo nuclear del campo de la medicina del mundo en todos los tiempos...




               











                                     





                          La Orden del Santo Sepulcro de Jerusalén, congregación monástico-militar, tuvo un origen francés, concretamente en Godofredo de Bouillon, líder de la Primera Cruzada que permitió a los cristianos tomar la ciudad santa de Jerusalén en 1099. Es la orden de caballería más antigua del mundo, nacida bajo el amparo del Santo Sepulcro, la tumba de Jesucristo, protagonizando numerosas batallas en la Reconquista contra los musulmanes. Su poder llegó a ser comparable al de las órdenes del Temple y el Hospital. El conde Ramón Berenguer IV de Barcelona otorgó tierras y encomiendas en el reino de Aragón, sobre todo en Calatayud, entre ellas Tobed y el Principado de Cataluña. Se sabe que Tobed ya existía en el siglo XII. Se identifica su nombre con la villa celtíberorromana Tovenissa, de reminiscencias literarias en los Epigramas de Marcial, pero sin que hayan aparecido restos arqueológicos que apoyen los escritos y por tanto, certifiquen científicamente esa relación, aunque en el mundo celtíbérico se habla incluso de la moneda sekaisa en Tobed. En 1144 quedó bajo la jurisdicción de los fueros de Calatayud, junto a Codos, Santa Cruz de Grío, Inogés y Aldehuela (encantadora población hoy deshabitada a la que se puede acceder andando por un pintoresco camino). Tras su incorporación a la Orden del Santo Sepulcro, el pueblo de mi padre conoció una etapa de gran desarrollo económico y social que duró siete siglos por su posición estratégica en las rutas comerciales y el cultivo de los olivos, que todavía hoy circundan su perímetro, de los que se originó una excelente producción de aceite para el que se construyó el "Molino del aceite", en la parte alta del pueblo.





                                                                  Los Abuelos (formación geológica). Tobed



                                             




                             Por la zona circula el GR 90 Tierras del Moncayo y Sistema Ibérico zaragozano, a través del que podemos conocer atractivos lugares de la comarca y alrededores, sobre todo, para los amantes del senderismo. La sierra de Vicor ofrece maravillosos parajes desde los que se contemplan singulares panorámicas, que llegan hasta las conocidas Hoces del Jalón. Desde el barrio antiguo de los Alfareros de Tobed puede comenzarse un paseo hacia lo alto para apreciar unas espectaculares vistas impagables, el de un entorno marcado por la belleza de una naturaleza de encinar y retama, así como divisar en el horizonte los restos del Castillo, ese pequeño conjunto de aire defensivo protegido por pendientes inaccesibles y un barranco que etimológicamente recibe el nombre correspondiente, Trascastillo, pero que popularmente se conoce como "Los Abuelos", peligroso lugar para el hombre pero idóneo para el refugio de los animales de carácter autóctono, algunos volando sobre el silencio. El impresionante escenario no tiene nada que envidiar a los que nos recuerdan ecos lejanos... La superficie de la plataforma del Castillo da idea de lo que debió de conformar la extensión original del conjunto fortificado. Se conoce poco de su origen y desarrollo histórico a excepción de su posición estratégica respecto a Tobed ante el avance de las tropas cristianas en la Reconquista, que se sitúa en los años inmediatamente posteriores a la toma de Zaragoza. Siempre está abierto. Este vigilante eficaz de la apacible existencia actual de Tobed, desde su ubicación en lo alto del cerro dominando el cauce del río Grío, nos regala un trocito de historia aragonesa, de patrimonio cultural, tradiciones y naturaleza... Para quienes la literatura es la vida, entre los que me cuento, Tobed siempre será Tovenissa, el pueblo donde el patrón es el amor, y por tanto, un lugar de futuro. 

                 

           
                          El 13 de febrero de 2019, víspera de San Valentín, Heraldo de Aragón publicaba en su sección de "Aragón, pueblo a pueblo" un amplio reportaje sobre Tobed, en el que se da amplia cuenta de los pilares en que se asienta su proyección en el momento actual. Así, por ejemplo, la Asociación Territorio Mudéjar desarrolla el objetivo de un mayor conocimiento y difusión del mudéjar empleando los recursos naturales que aporta este estilo artístico para generar riqueza y un mejor aprendizaje sobre todo en los más pequeños. De esta forma, el mudéjar les sirve para conocer desde otro punto de vista disciplinas como la  geometría, plástica, física o matemáticas. En 2006 se inició el primer plan de musealización del mudéjar abierto al de todo Aragón, habilitando parte del Ayuntamiento y la lonja, creando el museo parroquial dentro de la iglesia y organizando congresos y jornadas internacionales, así como visitas teatralizadas. En junio de 2018 se inauguró un espacio en el palacio de los Canónigos con piezas de la ceramista de Tobed, Conchita Gimeno. En el barrio de los Obradores -de ladrillo, teja o tapial, que funcionaron hasta el siglo XX-, se han recuperado la zona de los balseros y uno de los obradores de alfarería con su horno, únicos en España junto a otros de Almería. Ahora se rehabilita una antigua alcoholera para convertirla en museo.

                      El herrero, Manuel Cartagena -quinta generación en el oficio con taller desde 1842- continúa trabajando la soldadura a la calda en determinados trabajos como truedes, descansa-criadas, barrote cruzado aragonés, vertederas, aperos de labranza antiguos... pero también piezas modernas. La tradición apicultora se mantiene con los panales y la comercialización de la miel a través de la denominación El Colmenar del Grío, aprovechando las ricas plantas de la zona desde Codos a Miedes, que generará un centro de interpretación acerca del dulce producto. Distintas asociaciones fomentan, asímismo, la rica naturaleza que envuelve un ámbito montañoso y aumentan sin descanso incontables programas de actividades diversas: campamentos, conocimiento de oficios del campo y de animales, restauración de edificios para usos varios, edificación de otros nuevos...

                     Tobed, antes Tovenissa: un lugar de futuro. 





                                                                               Aunque no sea conmigo