viernes, 13 de abril de 2018

FERNANDO MUSCAT, una estrella de Tobed en el baloncesto nacional







                                   De localidades impensables surgen, a veces, destellos brillantes únicos que iluminan el mejor esfuerzo, el más elegante estilo, la más certera canasta que puede hacer triunfar a todo un país. Fernando Muscat (el número 9 en la foto), que alcanzó el mayor éxito que un deportista puede soñar cuando empieza desde niño a darle a un balón, nació en 1911 en Tobed, el pueblo de mi padre, un enclave único en la provincia de Zaragoza, que aúna naturaleza y arte enriqueciendo de forma incomparable el patrimonio cultural aragonés. Fernando Muscat comienza la lista de los dieciséis jugadores de baloncesto aragoneses que han formado parte de la selección española a lo largo de su historia, una lista que continuaría con Emilio Galve, J.M. Pérez Loriente, José Luis Martínez, Alfonso Martínez, Lorenzo Alocén, Javier Sanjuán, Julio Descartín, Jorge Guillén, J.A. San Epifanio "Epi", Fernando y Pepe Arcega, Paco Zapata, Alberto y Lucio Angulo, el más reciente, que debutó el pasado febrero, Rodrigo San Miguel (y desde 2019, Carlos Alocén).  A esta lista de ilustres deportistas aragoneses, yo añadiría -en calidad de entrenador incomparable aunque también comenzara su trayectoria como jugador-, a nuestro inolvidable José Luis Abós, al que se le sigue negando la justicia debida en su tierra, siempre vinculada a este deporte.




                         Muscat fue un adelantado a su tiempo, un precursor que, aún antes de que existiera la selección española de baloncesto, fue capitán del equipo de Cataluña. Cuando era todavía un niño, debió trasladarse a Barcelona por motivos familiares y aunque le gustaba practicar además otros deportes, era el momento del baloncesto, al que se dedicó plenamente con enorme talento y continuado esfuerzo. El baloncesto daba sus primeros pasos en España, gracias a la labor que en el colegio de las Escuelas Pías de Barcelona ejerció el padre Eusebio Millán, que había conocido este deporte durante su estancia en Cuba. La carrera del tobedano permaneció ligada al primer club de baloncesto que se fundó en España, el Laietà Basket Club. Considerado uno de los mejores jugadores nacionales, fue convocado para jugar el primer partido de la historia de la selección española. Nos situamos en el año 1935, tiempos difíciles, y la empresa en la que trabajaba,Telefónica, no le concedió el permiso necesario para desplazarse a Madrid, porque ya había solicitado las vacaciones para jugar el Europeo si España se clasificaba, así que se vio obligado a debutar más adelante, eso sí, para conseguir una histórica medalla de plata en ese campeonato europeo (la primera medalla de España en competición oficial). Su carrera internacional, como la de sus compañeros, se vería frenada bruscamente con el estallido de la Guerra Civil. Aunque estaba convocado para los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936, España debió retirarse de la competición deportiva. Jorge Albericio y Sergio Ruiz han buceado recientemente en estos comienzos de la historia del baloncesto nacional, rescatando figuras que tanto hicieron por este deporte y difundiendo sus investigaciones a través de distintos medios digitales con proyectos atractivos y muy ambiciosos sobre el origen del baloncesto en Zaragoza y en España, a partir del estudio de Muscat y la localidad de su nacimiento,Tobed. Estos periodistas intentan conseguir un mayor reconocimiento para los auténticos héroes legendarios del baloncesto español.







                          Fernando Muscat jugaba de pívot -lo que entonces llamaban "centro" en esos equipos de siete jugadores-, medía 1,75 cm., altura no muy elevada para estos tiempos pero sí para la época, y siempre destacó por su gran fortaleza física (¿sería por la famosa agua de Tobed?), que cultivaba en entrenamientos incesantes que comenzaban a las seis de la mañana, sin agua caliente en las duchas, antes de ir al trabajo, y en los diferentes deportes que practicaba con estupendos resultados. Estos jugadores no sólo no ganaban dinero sino que, como socios del club o equipo al que pertenecían, debían pagar mensualmente. Y les ocurrían anécdotas como la que contaba siempre Fernando, que tuvo que huir de un hincha del equipo rival del Laietà, el Patrie, que le perseguía con un hacha, cuando vencieron en un partido. Pero no sólo ejerció de jugador, sino que también fue árbitro y entrenador.Y es que el baloncesto lo atraparía para siempre desde que el soriano Eusebio Millán, misionero escolapio, lo dio a conocer tras aprenderlo en Cárdenas, lugar caribeño donde se jugaba ese nuevo deporte americano: el basquet-ball. En 1921 lo introdujo en Barcelona, lo que se considera oficialmente como el inicio del baloncesto en España, aunque parece que desde hacía diez años se jugaba a los tiros a canasta. Y no le fue fácil al misionero inculcar a sus alumnos la atracción por lo nuevo, porque los chicos querían seguir dando patadas a un balón. Pero la creación del Laietà cambió el panorama y el nuevo deporte se fue expandiendo por toda España, así que Eusebio Millán Alonso es considerado por todos "el padre" del baloncesto español. Muscat había pasado su infancia jugando en medio de un entorno rural, el de su pueblo, Tobed, donde fue a la escuela y seguramente soñaría con su futuro contemplando cualquier noche de verano el inigualable cielo estrellado... Siempre volvió. Su lejanía física no marchitó su sentimiento aragonés ni ese carácter auténtico de su tierra del que hizo gala y presumió a lo largo de su vida.





                 

                               José Luis López Zubero, eminente oftalmólogo y primer jugador formado en Zaragoza que fue citado para la selección española, evocaría hace unos años la importancia de esta época y de aquellos jugadores pioneros para la génesis y la formación de la historia del baloncesto español. A López Zubero el baloncesto también le robó el corazón cuando lo descubrió con 14 años en el club Helios, mientras estudiaba en el antiguo Instituto Goya, en la Magdalena, aquí, al lado. En una revista francesa, Busnel, aprendía con sus amigos técnicas baloncestísticas, y en entrevista concedida a Heraldo de Aragón declaraba: "Los desplazamientos eran largos, caros y difíciles. Las condiciones del país eran terribles. Por ejemplo, para jugar en Huesca había que pedir permiso a la Policía para podernos desplazar". Y relata cómo los genuinos precursores de la canasta fueron la fuente de su vocación, y cómo en 1955, cuando se fue a Estados Unidos todavía no había en Zaragoza ningún lugar apropiado para jugar al baloncesto. Los catalanes que iban a Zaragoza a hacer el servicio militar enseñaron a jugar a los locales. Una lesión impidió a López Zubero fichar por el Barcelona y jugar en la selección española que ya lo había convocado. A cambio, esta circunstancia propició que estudiara Oftalmología: Como dicen los americanos, "cuando la vida te da un limón, haz limonada". Así que esta fue la estrella que alcanzó, aunque no pudo conseguir las metas de Muscat, que aun después de la guerra civil, volvería a jugar al más alto nivel, ocupando las portadas de la prensa de la posguerra y siendo el ídolo de genios posteriores como Eduardo Kucharsky. Muscat fue uno de esos 200 locos de otra pasta que dedicaron al baloncesto un esfuerzo y una pasión hoy inimaginables, una especie de superhombres cuyas hazañas merecen ser propagadas y admiradas.





                                                Alfarje. Iglesia gótico-mudéjar de Santa María, Tobed (Zaragoza)
                                                                                           (s.XIV)



                         Y en este empeño se encuentran nuestros investigadores. López Zubero insistía en la necesidad de que debía de tenerse siempre presentes a estas leyendas para disfrutar con más intensidad de la bonanza del baloncesto actual, de una época que puede considerarse la edad de oro del baloncesto nacional que se ha visto reflejada en el panorama internacional con grandes éxitos y triunfos, en los que siguen teniendo un papel relevante los jugadores que han conseguido competir con estrellas de otros mundos, y al que, sin duda, han contribuido nombres que, sin privilegios, con un gran mérito y abnegación, popularizaron este deporte, por lo que no deben caer en el olvido. Aquellos hombres vivieron otra España, afortunadamente, transformada. Hay que celebrar iniciativas como las de Jorge Albericio y Sergio Ruiz y apoyar una labor de justicia y reparación de los que abrieron caminos como Fernando Muscat, que, aun habiendo combatido en el frente republicano durante dos años en la guerra, mantuvo su ilusión intacta para continuar trabajando, entrenando y dejando una impronta perenne en el baloncesto y en el deporte español. En su momento llegó a convertirse en una figura pública de primer orden y no fue menor el mérito logrado en su vida profesional, pues comenzó a trabajar de mozo y terminó como alto directivo. Además, como nos recuerdan los periodistas, destacaba su porte de galán de cine con un físico arrollador que reflejaban las fotografías de las revistas de entonces. Fue proclamado el mejor jugador de la época, esa en la que no existían las zapatillas de marca y sólo se respiraba fútbol por todo el país, en que las pistas eran de arena y piedras, las canastas se encargaban al herrero y el balón de cuero basto raspaba si rozaba la piel. Una época de épica y gloria en que algún portento como Fernando Muscat miraba alguna estrella de niño en Tobed soñando tal vez en vestir la historia del deporte con estrellas.



                                                                                      Pasión y París