martes, 30 de abril de 2019

AMPARO AMORÓS





                                                    SONETO PARA ACABAR UN AMOR




                                                  He quemado el pañuelo por si acaso
                                                   se pudiera tejer de nuevo el lino.
                                                  Le sobra la mitad del vaso al vino
                                                  y más de media noche al cielo raso.

                                                    Tenía que pasar esto. Y el caso
                                                es que estando yo siempre de camino
                                                  y estando tú parada, no te vi y no
                                                me ha cogido el amor nunca de paso.

                                                 Puede que salga a relucir la historia
                                               porque nunca se acaba lo que se acaba,
                                                 que se queda a vivir en la memoria.

                                                Echa a andar el amor que te he tenido
                                                 y se va no sé dónde. Donde estaba.
                                                 De donde no debiera haber salido.


                       
                                                                            Manuel Alcántara






                                            Algo más que lluvia fina cayó el Jueves Santo en Málaga para disgusto de los hombres de trono que observaban continuamente el horizonte por el que circulaban incesantemente oscuros nubarrones amenazadores. Tanto inusual aguacero borró la ilusión de los que conocemos bien la exquisitez, elegancia y finura de los desfiles procesionales malagueños. Quizá lloraban por la muerte el día anterior de uno de los grandes andaluces, el escritor, periodista, y uno de los más significativos poetas de la llamada generación de los 50, Manuel Alcántara, quien recibió todos los galardones periodísticos y fue Premio Nacional de Literatura por su poemario Ciudad de entonces, dedicado a su querida Málaga, de donde era Hijo Predilecto y Doctor Honoris Causa por su Universidad. Premio de la Letras Andaluzas y Medalla de Oro de Andalucía, este año fue proclamado Autor del Año en Andalucía. Decía: "No he querido ser más que dos cosas en mi vida, poeta y articulista. A todo el que me dice que no tiene tiempo para leer le digo que podía ahorrarse la confidencia: se le nota". Y efectivamente, en palabras de su amigo José Luis Garci, su prosa nace atravesada por una flecha de poesía. Durante los últimos años, escribía su columna diaria para el diario "Sur" desde el azul picassiano del Rincón de la Victoria, abrazado al mar, a la playa y a la belleza: "El mar me produce un estado de hipnosis. Es enigmático, siempre distinto e igual. La comprobación de la radical soledad del ser humano. Fulge el sol vitalicio de Málaga, miro el mar. El mar. Con mirar el mar y leer las Coplas de Jorge Manrique ya se sabe todo lo que hay que saber". Con sus casi treinta mil artículos, es considerado uno de los mejores referentes del oficio periodístico y se le ha calificado como un "boxeador del lenguaje" (deporte que conocía muy bien desde niño) por el virtuosismo y contundencia de sus columnas. Manuel Vicent declara que aplicó la técnica del combate a su prosa: chispeante, sorprendente, imprevista... Por eso una de las claves de sus crónicas es el detalle, el trazo impresionista, rápido, sucesivo, la exacta designación léxica, siempre con una mirada cervantina humana y escéptica.










                           Los textos del malagueño son literatura, ni más ni menos, una literatura personalísima que combinaba distintos géneros y mostraban una preocupación por el cuidado del lenguaje: enseño a andar palabras. Su obra poética muestra los rasgos de identidad que lo caracterizan: el conocimiento, la comunicación y la temporalidad, que lo sitúan en la denominada generación de los niños de la guerra, junto a otros grandes como Ángel González, Gil de Biedma, Carlos Barral, J.A. Goytisolo, María Victoria Atencia, Claudio Rodríguez y José Ángel Valente. Ecos del último autor y también aires mediterráneos se cuelan en los poemas de la valenciana Amparo Amorós, una de las autoras más destacadas de la lírica española de los últimos años, mi amiga de madrileños tiempos inigualables. Tras la concesión del Accésit al Premio Adonais de Poesía (por Ludia), ofreció unas declaraciones a "Heraldo de Aragón" en las que me explicaba su concepto de poesía: La poesía son unas pocas palabras que salvan de morir, así como su cercanía a Eliot, Rilke, Hölderlin y Saint John Perse. Amparo es una poeta excepcional que representa la depuración de la experiencia, de la belleza que se transforma en música o en silencio, en fogonazo estético. Evita el barroquismo sin renunciar al juego preciso y sereno, de delicada sutileza y refrescante hondura, así como de una transparencia perturbadora. El sentimiento de la naturaleza es una de las notas que definen el poemario Árboles en la música, unos "árboles" que crecen en "un paisaje interior que canta". Así, los larguísimos poemas nacieron en el ámbito acogedor de unas composiciones musicales. Se proponía una poesía del pensamiento poético, de ideas poéticas, una música de las ideas. Amparo Amorós es poeta de contención expresiva, de palabra precisa, de exactitud persistente, de inteligencia intensa.










                                La rebelde locura de apostar por un sueño



                                 Reclamas horizonte que te finja futuro
                                 y espacio en lejanías presto a tus esperanzas,
                                 necesitas zozobra para sentirte seguro
                                 y fundo en tempestades naufragios y bonanzas.
                                 Amor, si en la quimera de un imposible agotas
                                 el vuelo condenado de tus dos alas rotas
                                 conserva esa inocencia que una utopía alienta,
                                 no creas que es inútil lo absurdo de tu empeño,
                                 porque esa terquedad de la vida alimenta
                                 la rebelde locura de apostar por un sueño.











                        Amparo Amorós escribe además ensayo, artículos periodísticos y de crítica literaria en revistas y otros soportes culturales. Ella los denomina textos "segundos" o "marginales", son el contrapunto que necesita a su labor poética. Su ensayo sobre el pensamiento de María Zambrano y sus estudios sobre José Ángel Valente o Jaime Siles la colocan en un lugar preferencial entre los autores que reflejan la denominada poética del silencio, corriente poética de importante calado en escritoras de los últimos años que no había sido suficientemente reconocida hasta la celebración hace unos meses en Córdoba de un Seminario centrado en las poetas del último cambio de siglo, cuyos antecedentes se remontan a las místicas de los Siglos de Oro y que contó con especialistas como Ángeles Hermosilla y María Rosal junto a algunas representantes de esta modalidad lírica como Ada Salas, María José Flores y por supuesto, Amparo Amorós, sin olvidar a las más jóvenes y prometedoras como Yolanda Ortiz o Ana Patricia Moya, entre otras. Así, esta tendencia cultivada por Ungaretti, Robayna o Valente se ha estudiado en su totalidad, es decir, analizando de forma igualitaria las aportaciones femeninas llenando los vacíos que existían. Algunas poetas han explorado un camino distinto de expresión del yo, a través del silencio, noción que se ha asociado a un discurso patriarcal, pero también a la mística y a una escritura basada en un pensamiento de oposición entre lo masculino y lo femenino que está más presente en las mujeres, poniendo el acento en el significado de lo secreto y que pretende subvertir el sistema patriarcal imperante. Por eso el lenguaje callado no significa dejar de hablar, sino crear un discurso que cuestione el orden vigente.











                           Quevediana es un poemario presidido por un tono lúdico con grandes dosis de humor. Intimista, reflexiva, atenta a la dimensión lírica que poseen los hechos cotidianos, Amparo Amorós se esfuerza en hallar un cauce expresivo adecuado para reproducir la lucha entre razón y sentimiento. En Las moradas, obra de madurez intelectual y dominio de las técnicas versificadoras, recupera el soneto despojándolo de la carga satírico-festiva de los quevedianos, sometiéndolos a constantes experimentaciones formales. Homenajea a Santa Teresa de Jesús, cuya fortaleza encastillada en su morada interior supone un precedente del refugio de Amparo en su morada de papel y tinta, y una tensión incesante entre el esfuerzo por despegarse de lo material y la necesidad de la cotidianidad, entre pasión e inteligencia. En este poemario también traduce sonetos célebres de la literatura universal, de Baudelaire o Nerval, por ejemplo. De sus textos quevedianos, segundos o marginales, quizá menores en su exigencia de perfección misteriosa y sutil para la autora, recojo dos sonetos que no por evidente levedad y alcance, constatan la minuciosa arquitectura que sustenta el edificio del esperpento abundante:











                                Soneto burlesco a un bocazas cobarde


                                     Pecas de lameculos genuflexo,
                                     de sórdido y baboso halagador,
                                     de eunuco en el cerebro y en el sexo,
                                     de perro ladrador no mordedor,

                                     como el enano de la venta tienes
                                     tronante voz de bravucón airado
                                     mas, llegado el momento, no te atreves
                                     a dar la cara en caso tan menguado.

                                     Más bien risa me das cuando alardeas
                                     de comemundos y quebrantahuesos
                                     siempre que no hay peligro ni ventaja
                                     porque, entre tanto, los calzones meas
                                     temiendo garrotazos tentetiesos
                                     del gran señor Poder que te rebaja.




                            Soneto a un mancebo masoca amigo de la marcha
                                       comunicándole que causa baja



                                      Lo malo de ti, amor, es que te gusta
                                      la soga corta y el dogal al cuello,
                                      sufrir con los vergazos de la fusta
                                      y que al follar te corten el resuello.

                                      Lo peor es que gozas discutiendo,
                                      encuentras el reñir apasionante,
                                      y, según las señales que estoy viendo,
                                      no te dejas respiro ni un instante.

                                      Si la gresca continua te da morbo,
                                      un destemplado grito te estimula,
                                      el acíbar lo apuras en un sorbo
                                      y te excita vivir como una mula,
                                      para novios no cuentes más conmigo:
                                      tú serás siempre mi mejor amigo.




                        Para Amparo Amorós, la poesía es un acto de afirmación y de libertad, un acto para el que no sólo hacen falta talento, creatividad e independencia, sino también riesgo, y el escepticismo y desdén necesarios para seguir escribiendo. Amparo me enseñó como nadie las moradas del alma y también a bucear hacia atrás, a encontrar la luz persistente de una tierra de promisión que no se extingue: la mía.
                               





                                                                Mayte Martín. Por la mar chica del puerto
                                                                                     (Poema de Manuel Alcántara)