lunes, 24 de abril de 2017

Un sueño de cristal en Málaga







                        Si el caminante, persiguiendo el sueño imposible de conseguir la inalcanzable estrella -por poco posible que sea, por muy lejos que esté-, recala en el castizo, popular y antiguo barrio poderoso malagueño de San Felipe Neri (primitivo barrio de Fuentanalla o Barrio Alto), encontrará brillos impensables, formas, líneas y colores que proceden de espacios singulares como el de la iglesia del mismo nombre, que especialmente en los días santos huele a algo más que a incienso, huele a pureza y consuelo, a raso, terciopelo y damasco, a sangre y cera que quema, a lágrimas de cristal..., porque en ella tiene su sede canónica la hermandad probablemente más antigua de Málaga, con más de cinco siglos de existencia, la Pontificia, Real, Muy Ilustre y Venerable Archicofradía del Santísimo Cristo de la Sangre, María Santísima de Consolación y Lágrimas, y del Santo Sudario. Su Hermano Mayor me ha ayudado a conocer en profundidad la intrahistoria de la Semana Santa malagueña, su vida desde dentro, con la sencillez que enciende el alma. Pronto dejará el cargo que asumirá una de las pocas mujeres Hermanas Mayores de las más de cuarenta cofradías existentes en la actualidad, Laura Berrocal. Ella será la cuarta mujer en tomar las riendas de un mundo más complejo de lo que puede parecer, lleno de dulzura, de diversas devociones y de rico patrimonio, de silencios, susurros y realce único de trompeta...








                        El entorno de San Felipe Neri pertenece a los primeros arrabales de la medina de Málaga, tal vez amurallado, en el que se guardaba ganado y se situaba una judería. Con el tiempo fue sufriendo un deterioro que debe repararse y en el empeño se encuentran muchos particulares que no obtienen el apoyo que sería conveniente, aunque algunos edificios cuentan con protección arquitectónica municipal, como el Instituto Gaona, oficialmente Vicente Espinel, que fue el primer instituto de enseñanzas medias de Málaga, de 1846, y único hasta 1928, cuando se abrió otro en Antequera. Contaba con un museo de historia natural, un jardín botánico, una estación meteorológica y una biblioteca provincial. Se construyó en 1758 y en él han estudiado los alumnos más ilustres que ha podido conocer Málaga: Vicente Aleixandre, Pablo Picasso, Ortega y Gasset, Victoria Kent, Severo Ochoa..., entre otros grandes de la cultura. Ubicado en lo que fue en su día la Casa de Expósitos creada por el gremio de carpinteros en el siglo XVI, el Centro Cultural Provincial aloja a los estudiosos de la generación del 27, así como un archivo histórico, bibliotecas y salas de exposiciones. La iglesia de La Santa Cruz y San Felipe Neri fue mandada construir en el siglo XVIII por un noble malagueño, el conde de Buenavista, ampliándose con sucesivas reformas en épocas posteriores, y dio nombre a un barrio de artesanos, uno de los sectores con más solera dentro de la economía malagueña con su gran variedad de oficios, que hoy combinan formas de trabajar tradicionales con técnicas modernas. En este barrio se realizaba una de las más importantes cerámicas de la Edad Media, la de reflejo dorado, con denominación de origen Malaka, calificada en la época como cerámica de sultanes por su gran calidad técnica y belleza. El esfuerzo por mantener esta actividad ofrece un esperanzador resurgimiento de esta labor, aunque sigue siendo bastante desconocida, ya que buena parte de la producción artesanal no entra en los circuitos comerciales y se limita al trabajo individual y aislado practicado como entretenimiento, producción de objetos de regalo o abastecimiento personal.


     
                   Por estas pintorescas calles paseaba un día un enamorado del resplandor y el destello, del más delicado y nimio detalle que dibujara sueños de cristal. Buscaba ese lugar mágico que no había encontrado por toda España para guardar su tesoro, el de la belleza de la fragilidad. Entonces, en la calle Cabello, escuchó el toque de unas campanas que llamaban al ángelus y supo que allí estaba el sitio. Gonzalo Fernández-Prieto rehabilitó un hermoso edificio del siglo XVIII (conocido anteriormente como la Posada de San Felipe Neri) y creó en 2009 el Museo de Vidrio y Cristal de Málaga, calificado por la Junta de Andalucía como "Colección Museográfica de artes decorativas", que, entre tanto museo de renombre y postín como adorna actualmente la ciudad, brilla con luz propia sin apenas difusión pública y menos aún, sin apoyo institucional y social. Se trata de un museo que apenas aparece en las guías promocionales turísticas y que es conocido más bien por el boca a boca y sobre todo, por los visitantes extranjeros que saben que allí se respira un mundo diferente con el encanto de lo no masificado, situado en un entorno por el que hay que perderse para hallarlo. Afortunadamente, el propietario de tanta exquisitez, elegancia y delicadeza ha querido compartir con quien lo desee una colección que se esfuerza en mantener sin ayudas económicas, en una labor callada a lo largo de los años que pone en valor su pasión de vida y afán coleccionista, exhibiendo objetos de artesanía en cristal y vidrio de todas las épocas, estilos y culturas ("artes menores", dicen), y  también para reavivar en lo posible el loable gusto por ese oficio casi desaparecido. El palacete -donde se desarrollan frecuentemente talleres, cursillos, conciertos nocturnos, exposiciones y conferencias- con los que el director desea fomentar la cultura lo más posible, merece más de una visita, entre otras razones, por si se tiene la suerte de que sea el propio habitante de la casa quien explique cada sutil detalle...Y si no, la peculiar guía, que conoce todos los secretos, nos ilustrará con original sabiduría y empeño nuestro paseo por los distinguidos habitáculos y vitrinas expositoras... He visitado prácticamente toda la oferta museística actual de Málaga y, sin dudarlo, recomiendo este íntimo, escondido y cálido espacio, que apuesta por lo minúsculo en fino cristal (y si el tiempo es navideño, el belén de LLadró resulta de imprescindible contemplación). No se debería desaprovechar la generosidad de quienes, con alma de artistas, crean lugares únicos para alimento de los espíritus ansiosos de bellezas singulares, y, así, que no ocurra lo que parece que está a punto de suceder con el extraordinario Centro de Arte de la Tauromaquia.







                    Para Gonzalo Fernández-Prieto, madrileño, un enfermo de la belleza, "mi gran sueño es conseguir que este barrio vuelva a ser lo que fue: un barrio artesanal. El mejor modo de crear industria es unir al artesano con el artista. No se puede competir con los países del tercer mundo en un producto más barato, hay que producir un producto más bello, que es lo que se llama arte decorativo". A pesar de haber vivido muchos años en Londres y París, se siente enamorado de Málaga, y dedica todo su tiempo a sacar el proyecto del museo hacia delante. Es historiador, (realizó sus estudios en la Universidad de Cambridge), pero no quiso dedicarse a enseñar porque considera que la enseñanza es un enorme sacrificio y él no tiene el valor necesario para realizarlo, pero sí desea mostrar cosas hermosas al público. Le gustaría crear industria para que su proyecto viera cumplido el objetivo final. Su afición por el cristal empezó siendo un niño, porque le llamaba la atención que algo tan simple como la arena y la sosa pudieran crear objetos a la vez bellos y frágiles. Su tutor lo inició en el mundo del coleccionismo con afán investigador y esta orientación incentivó su ansia por aprender acerca del cristal, casi un vicio que le ha hecho capaz de ir a cualquier lugar del mundo buscando una nueva pieza para su colección. Efectivamente, Gonzalo Fernández-Prieto se ha convertido en un gran erudito de las artes decorativas en general. Está muy orgulloso de dos vinajeras catalanas del siglo XVI y para ver unas iguales hay que visitar el Metropolitan de Nueva York. Él pasó mucho tiempo ahorrando para poderlas conseguir. O también de un vaso de cristal de Viena, tallado y esmaltado con la técnica de los miniaturistas por Anton Kothgasser con motivo de la Catedral de San Esteban de Viena (hacia 1820-1825). No obstante, se desvela remiso a cuantificar la inversión realizada tanto en la rehabilitación de la casa como en el valor de la colección del museo, íntegramente certificada, pieza a pieza, por Christie´s, Sotheby´s y Bonhams. No le preocupa estar situado entre los mejores museos españoles sino que busca ir más allá, le importa llegar a los más jóvenes e intentar que se interesen en este tema y su futuro.




       


                    La Colección se encuentra situada en una casona del siglo XVIII, cuidadosamente restaurada, en la que el actual propietario ha conseguido la atmósfera doméstica adecuada a los objetos resguardados para que se sitúen en el verdadero contexto en que vivieron los primeros moradores, como si fuera una narración de la Historia a través del cristal. Esta edificación se articula alrededor de un patio con columnas y galerías alrededor. Su rehabilitación se realizó buscando que todas las estancias dispusieran de luz natural, para provocar el cautivador destello... Unas bellas escaleras de azulejos conducen a la primera planta de estilo morisco con arquerías y galerías abovedadas. Esta construcción se salvó del derribo y del estado de ruina, y representa la típica casa malagueña de la clase media del siglo XVIII, erigida por la familia Cassini, que provenía de Génova. El solar lo compraron a los padres filipenses, que en ese momento construían la iglesia cercana, con la condición de que se ayudara en esa labor. Se trata de una casa que, como otras malagueñas de la época, tiene pinturas en la fachada, con motivos únicos en la ciudad, realizados a la manera en que se representan los continentes durante el barroco en Italia. A nivel museográfico, el propietario actual ha utilizado cada una de las estancias de la casa para contextualizar las piezas de la colección. Así, el público puede descubrir, utilizando como hilo conductor las piezas de vidrio y cristal, cómo eran los gustos de las sociedades pasadas, con habitaciones amuebladas según las modas de los siglos XVI hasta el XX, -así como tradiciones como la Cruz de Mayo o la presencia del magnífico piano de 1856, que ameniza los íntimos conciertos, y otros valiosos materiales como una cómoda francesa de marquetería, una butaca flamenca, lámparas de araña de La Granja...-, con lo que se aprecia a la perfección la evolución tecnológica del hombre y cómo el desarrollo ha estado influenciado por las modas y necesidades de cada momento y lugar. El complejo museístico debería generar no sólo conocimiento sino un foco de atracción de artistas artesanos, sobre todo los que viven en Inglaterra, para que enseñaran las técnicas a los malagueños o interesados en fomentar una industria que ya existió y que podría reavivarse. Un ejemplo podríamos verlo en la restauración de una de las vidrieras de la colección, de estilo prerrafaelista, realizada por Clayton and Bell, de la iglesia católica de Londres, llamada All Saints, titulada La Parábola del Buen Samaritano, restaurada por el maestro artesano Alberto Gascón.








                          La exposición muestra más de 3.000 piezas de cristal, acompañada por una importante representación de obra pictórica, objetos de decoración, mobiliario y decorados que corresponden fielmente a cada periodo histórico al que representan. Es un museo que quiere ser una entidad viva que sirva como núcleo de referencia y estudio para que aquellos artesanos modernos que estén atraídos por el apendizaje de una creación sin igual, encuentren aquí la realización de su deseo, observando ejemplos como la copa de Lieja, Façon Venise, del siglo XVII o el Jarrón de cristal Martín Pescador, de Émile Gallé, de 1900. Pero si impresionan las enormes vidrieras, no lo hacen menos las piezas conservadas desde el siglo VI a.C., del antiguo Egipto, vidrio fenicio, romano y medieval, los cristales bizantinos y persas de los siglos XI y XII, y las que provienen de donaciones de particulares que actualizan y renuevan constantemente la colección que se va ampliando sin cesar. Vidrios catalanes, venecianos y bohemios junto a retratos de Adrian Hanneman o John Riley se encuentran en las salas de los siglos XVI y XVII. Acompañados de pinturas de Mercier, Vanderbank o Wright of Derby, la sala del siglo XVIII contiene vidrio realizado en La Granja, durante los reinados de Carlos III y Carlos IV, la mejor fábrica que existió en su época, que fracasó en cuanto a exportaciones, puesto que para su embarque había que transportar las valiosas mercancías hasta el puerto de Cádiz, lo que no ocurrió en Inglaterra, que instaló sus fábricas cerca del puerto haciéndose con el mercado del vidrio y del cristal. La pintura "Retrato de dama" de la Marquesa de Astorga, realizado por Cortellini en 1860, y la colección de camafeos de cristal inglés representa el ámbito del XIX, mientras que piezas de Gallé, Lalique, Whitefriars y otros vidrieros de la escuela pop, así como jarrones, botellas y vasos de vidrio dorado, ocupan la estancia del siglo XX.









                          El museo se ha ido integrando en la vida cultural de Málaga, participando en eventos como la "Noche en Blanco" o con la colaboración en su Semana Santa, precisamente con motivo de la salida de los tronos de la iglesia de San Felipe Neri, proporcionando sus balcones para la interpretación de arias nocturnas que producen momentos verdaderamente únicos y emocionantes. Los talleres educativos organizados procuran adquirir un carácter lúdico para que a los jóvenes que se acerquen a las artes decorativas y a sus técnicas les resulten más atractivos, con su inclusión en programas como el de "La noche se mueve" que enseñan a realizar una vidriera, por ejemplo, impartidos por el maestro Alberto Gascón. A través de Facebook  también se puede realizar una aproximación a este conocimiento como si se tratara de una revista especializada en arte. El sueño de Fernández-Prieto permanece vivo. Le gustaría recuperar esta zona malagueña, hoy bastante deteriorada en general, dándole el carácter artesanal que tuvo en sus principios, cuando los hornos nazaríes de la calle Chinchilla (según atestiguan los restos arqueológicos allí aparecidos), funcionarían a pleno rendimiento, y crear en sus solares talleres para contemplar directamente el trabajo de los artesanos, además de una escuela de vidrio soplado, generando así oficio e industria. Algunos de los proyectos de este enamorado del cristal van poco a poco cumpliéndose de alguna manera, a pesar de la ausencia no sólo de prestaciones económicas públicas, sino de la divulgación adecuada que consiga impulsar todavía más un museo que enriquece a Málaga. El espacio ha acogido exposiciones únicas de carácter internacional, como la dedicada al diseño artístico en vidrio finlandés, El resplandor de la aurora boreal, propiedad de otro coleccionista incurable, el profesor Hannu Vuori, en la que destacaba la pieza "Orquídea", calificada por una revista americana especializada como el objeto más hermoso del mundo. O la de las cerámicas y porcelanas chinas pintadas con tinta, del chino Pan Lusheng, cuya obra se expuso además junto a la de Picasso en el Museo Picasso de esta ciudad.


                  Recibo con alegría la noticia de que se va a iniciar el estudio arqueológico en el solar adjunto al museo, tras superar los trámites burocráticos, como primer paso para la ampliación del espacio expositivo con biblioteca añadida. Los vitriales que ahora no se pueden exhibir por su gran tamaño podrán hacerlo, y además se dedicará una sala para el arte de la orfebrería y la joyería con cristales naturales. El museo confía en encontrar un horno alfarero o cualquier resto arqueológico que explique el pasado industrial del barrio de La Funtanalla, para enfocar el nuevo espacio en función de los hallazgos descubiertos.


                 
                    En mayo de 2018, "El Sur" se hacía eco de la ampliación del museo, según el proyecto del arquitecto Ignacio Dorao, con la intención de salvar el horno alfarero del siglo XVII de la familia Chinchilla, crear un espacio para disfrutar de las hermosas vistas a la iglesia de San Felipe y preservar el espíritu y la historia del barrio. Siguiendo el estudio del historiador Víctor Heredia, por el que se sabe que en este terreno estuvo ubicado el corral de la casa de los Cassini (formando parte del cuerpo principal del museo desde el siglo XVIII), se ha decidido levantar una construcción moderna que recuerde su pasado como patio de servicio. Así pues, en ese recinto aparentemente tradicional, entre los muros exteriores, porches y jardines, se instalará algo completamente novedoso: una magnífica colección de más de 500 piezas de Studio Glass, que incluye nombres tan prestigiosos como Chihuly, Layton, Constantini, Hashimoto y los más grandes creadores internacionales del arte del vidrio en los siglos XX y XXI.







                                                                                     Vasija.  Pan Lusheng



                  Gonzalo Fernández-Prieto se encuentra en el camino de conseguir su estrella de cristal, en el del esfuerzo que otorga la gloria del intento, en el de construir la solidez de lo eterno... Y está logrando que los que disfrutamos de su obra reforcemos la creencia de que la estética ideal la conforma una sinfonía de geometrías, transparencias y resplandores poéticos que aporta una connotación más amplia, una dimensión más válida y absoluta capaz de romper fronteras superficiales para acceder a esa huella cultural universal, de comunicación más lúcida y profunda, tal vez como les ocurre al vidrio y al cristal cuando se derriten y diluyen junto al fuego para moldearse en algo nuevo...



           * Fotografías propiedad Colección Museográfica del Museo de Vidrio y Cristal de Málaga.




                                  "Tengo que hacerme un rosario con tus dientes de marfil..." (Varios artistas)