viernes, 22 de abril de 2016

HOY ES EL DÍA...





                                       Éste que veis aquí, de rostro aguileño, de cabello castaño, frente lisa y desembarazada, de alegres ojos y de nariz corva, aunque bien proporcionada; las barbas de plata, que no ha veinte años que fueron de oro, los bigotes grandes, la boca pequeña, los dientes ni menudos ni crecidos, porque no tiene sino seis, y ésos mal acondicionados y peor puestos, porque no tienen correspondencia los unos con los otros... la color viva, antes blanca que morena...; éste digo que es el rostro del autor de "La Galatea" y de "Don Quijote de la Mancha"... Llámase comúnmente Miguel de Cervantes Saavedra. Fue soldado muchos años, y cinco y medio cautivo, donde aprendió a tener paciencia en las adversidades. Perdió en la batalla naval de Lepanto la mano izquierda de un arcabauzazo, herida que, aunque parece fea, él la tiene por hermosa, por haberla cobrado en la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros...

                                                        Miguel de Cervantes (Prólogo a las Novelas ejemplares)



            
                           ... En el que falleció realmente Miguel de Cervantes, un 22 de abril de 1616, hace cuatrocientos años, y no el 23 como suele señalarse para hacerlo coincidir con la fecha de la muerte de Shakespeare (con la salvedad de que en Inglaterra regía aún el antiguo calendario juliano y no el gregoriano, con lo que su fecha no sería el 23 sino el 3 de mayo): los dos más grandes escritores de la Historia, el inventor de la novela contemporánea (con el antecedente en germen del Lazarillo), y el creador del mejor teatro, hermanados en el fallecimiento... El único escritor que murió el 23 de abril de 1616 es el "Inca Garcilaso de la Vega" (Gómez Suárez de Figueroa), padre de las letras de América. En 1930 al escritor Vicente Clavel Andrés se le ocurre establecer esa fecha como Día Mundial del Libro, con el fin de fomentar la lectura y la protección de la propiedad intelectual y la UNESCO decide en 1995 aprobar el 23 de abril como "Día Internacional del Libro y del Derecho de Autor".




               El día 23, el cadáver de Cervantes, con hábito franciscano y a cara descubierta, fue trasladado al convento de las Trinitarias en la actual calle de Lope de Vega. Por esas cosas de la vida, este murió en una calle que llevaría el nombre de Cervantes: así quedaron ligados en la muerte los que tan distanciados habían estado en la vida. En marzo de 1616, Cervantes concluyó el Persiles convencido de que sería su obra de más éxito. El 26 de ese mes escribió al arzobispo de Toledo con la sensación de estar tan enfermo que no podría recuperarse (parece que padecía de diabetes y no de hidropesía), así que el 2 de abril decidió profesar los votos de terciario de San Francisco, ahorrándose de ese modo los gastos del entierro. El 18 recibió la extremaunción pero al día siguiente pudo escribir al conde de Lemos la dedicatoria del Persiles, que se publicó póstumamente. En ella decía que si se curaba por un milagro escribiría la continuación de La Galatea, las Semanas del jardín, y El famoso Bernardo, obra a la que nunca se refirió y que tal vez habría constituido una novela histórica sobre Bernardo del Carpio. Antes, también había hablado de una posible comedia, El engaño a los ojos. También en el Persiles se despide del lector: "Adiós, gracias; adiós, donaires; adiós, regocijados amigos: que yo me voy muriendo, y deseando veros presto contentos en la otra vida". Y en la dedicatoria al conde de Lemos, le dirige los famosos versos: Puesto ya el pie en el estribo/ Con las ansias de la muerte,/ Gran Señor, ésta te escribo. El día 23 se consigna en la parroquia de San Sebastián la muerte de Cervantes, fecha del entierro, como era costumbre en la época.




                Parece que Cervantes se autorretrató en la figura del caballero Diego de Miranda en el Quijote y lo hace también en el Persiles bajo la forma de autor en busca de editor, como compilador de aforismos, refranes y apotegmas. Es "un hombre curioso" que afirma que si "algunos años me he dado al ejercicio de la guerra", algunos otros "y los más maduros, en el de las letras", y en ambos le ha ido bien, "en los de la guerra he alcanzado algún buen nombre y, por los de las letras, he sido algún tanto estimado". En cuanto a sus retratos en la pintura, puede decirse que la duda sobre su figura se cierne en todos ellos por unas razones u otras. Se basan en la descripción de las Novelas Ejemplares y suelen reflejar la típica representación del caballero de las letras de la época. No hay un retrato auténtico hecho en vida de Cervantes, así como los hay de Lope de Vega, Góngora o Quevedo. Sus editores no debieron gastar nada en ello. Sí han atribuído distintos grabados a diferentes pintores creyendo que realmente habían dibujado a Cervantes, incluido Velázquez, que, puesto que no se conocieron y el pintor debía tener 17 años no parece que sea auténtico. Lo mismo ha ocurrido con los demás retratos a lo largo de los siglos. El único pintor al que Cervantes se refiere como autor de un retrato suyo es Juan de Jáuregui de 1600, que fue donado a la RAE en 1911 por José Albiol, pero no tuvo demasiada credibilidad. Otro retrato atribuido al mismo pintor de la colección marqués de Casa Torres, se conserva hoy en la RAE, aunque no se tenga la absoluta certeza de que el retratado sea nuestro autor. Queda recordar el famoso cuadro del pintor El Greco, El caballero de la mano en el pecho, cuya figura algunos dicen que es la de Cervantes, como que también lo es uno de los personajes de El entierro del conde Orgaz del mismo pintor, al que conocería durante su estancia en Toledo, pero las teorías se quedan en hipótesis que sirven para seguir fomentando las investigaciones.


                 En 1616, la capital del reino entonces, Madrid, desconoció que había muerto su vecino más ilustre y el pobre entierro de Cervantes no turbó la febril actividad de la corte. Ni siquiera sus colegas notaron la ausencia. Sólo Francisco de Urbina y Luis Francisco Calderón, ambos de mediano ingenio, cantaron sus alabanzas y pusieron humildes flores sobre su tumba. Ni Quevedo se ocupó de su muerte, y el gran Lope de Vega debió de sentirse más tranquilo y más dueño de los teatros y de la vida literaria de la capital. Las cuatro ciudades más significativas, Alcalá de Henares, en la que nació; Madrid, en la que murió, y Valladolid y Sevilla, en las que vivió y escribió, lo silenciaron tanto en vida como a su pérdida. Es tal la presencia sobre todo de Sevilla en la vida y obra de Cervantes, que muchos de sus contemporáneos y estudiosos posteriores le creyeron nacido allí y no fue así, pero la visitó en varias ocasiones. Se conocía el laberinto de calles sevillanas como la palma de su mano, y por eso traza en su obra las figuras y los escenarios de la ciudad con pleno realismo, consciente de la riqueza literaria que encerraban (así, el famoso Patio de Monipodio en Rinconete y Cortadillo). Marginado por la buena sociedad sevillana, su vida agitada no debió permitirle frecuentar con asiduidad los medios literarios. Llamó mucho su atención el famoso "Arenal", reunión de pícaros y gentes del hampa, y el "Compás", la entrada a la mancebía sevillana, la puerta de la "casa llana", teatro de ruidosas escenas que debió presenciar. Cervantes lo volvió a recordar en su Viaje al Parnaso. Y por conocer, llegó hasta a pasar en su célebre Cárcel Real unos meses en 1597, a causa de la quiebra y desaparición del banquero Simón Freire, al que había hecho depositario de los cuantiosos cobros de los impuestos que realizaba como recaudador. A ella debió referirse en el prólogo del Quijote, cuando afirma que la obra fue engendrada en una cárcel -para ser traducida después a casi todos los idiomas del mundo, algunos tan singulares como el tibetano, el manchú, el afrikaans, además de los "patois", el swahili, el volapuk, el esperanto o al abecedario númerico en edición criptonumerográfica, como pueden apreciarse en su casa de Alcalá-, aunque en Argamasilla de Alba prefieren pensar que Cervantes empezó a sentir el Quijote en la cueva de Medrano, donde dicen que estuvo preso. Toda su obra desprende un aroma sevillano, igual que la de Velázquez. Por todo ello, fue la ciudad decisiva en su vida de escritor, cuyo recuerdo evoca una lápida en la calle de Sierpes.


                Hoy rememoramos la figura de un escritor que durante siglos ha logrado conmover al mundo por su compromiso con su tiempo y su valor literario e incluso, filosófico, sin caer en el lugar común de pensar que su única obra trascendental sea el Quijote, -pues además de extraordinario novelista fue un excelente dramaturgo (aunque él se consideró frustrado en este género ante la magnitud de Lope de Vega), y buen poeta-, que recorrió los penosos caminos de su vida en busca de una quimera que sólo encontraría en la literatura, y supo sobreponerse a todas las locuras para dejarnos una herencia literaria sin parangón. Cervantes es en la literatura universal un autor fundacional, uno de esos genios límite que representa la ejemplaridad del clásico: con el Quijote, novela de novelas, expresó los requisitos eternos del género, intuyendo lo que la novela podía llegar a ser, aunque muriera sin ser consciente de la importancia de su descubrimiento, y acuñó una de las más hermosas parábolas de infinita sabiduría sobre la condición humana: la dicotomía entre lo que podemos ser y lo que queremos ser, originando al mismo tiempo una fuente inagotable de belleza y complejidad para la lengua española. De misteriosa vida, apenas valorado en su tiempo, su mérito estuvo en sobrepasar sus propios desengaños y fracasos ofreciendo unos personajes que nunca se desengañaron ni conocieron mayor gloria que la locura o la penuria, vidas que pudieron ser y no fueron, tantas como sueños... El Quijote es la novela de un soñador, moderno, contracultural, que cuestiona constantemente la estructura de valores de entonces en todas sus expresiones, desde la sonrisa siempre.


                  Francisco Ayala describe a Cervantes como un hombre de cultura media, abierto de ideas, conformado por un espíritu erasmista que mantuvo en secreto, que aceptaba el sistema porque pertenecía a él pero lo criticaba con reticencia "diciendo sin decir", liberal, que utilizó la novela para reinterpretar la realidad y su problemática con distancia y un cierto descreimiento. El Quijote aparece en un momento de tensión histórica en que España ya no puede vivir el modelo caballeresco medieval que alentaba los libros de caballerías ni se decide a asumir el burgués que traía consigo la racionalidad científica. Cervantes presenta entonces los conflictos humanos, los errores de la conducta, desde múltiples puntos de vista, para que sea el lector quien juzgue. Y lo hace con un conjunto de técnicas narrativas de gran impacto visual que se han presentado como contemporáneas pero que estaban todas dentro del Quijote y que si hoy pueden ser puro adorno, en él son funcionales, mostrándose siempre evasivo y ambiguo, porque ha llegado a entender lo máximo del mundo con todos sus matices, de ahí su duradero encanto...



               Entre 1575 y 1580, Cervantes permaneció como prisionero en la ciudad de Argel (tras su participación en la batalla de Lepanto con la consecuencia de su invalidez): cinco años que marcaron -entre los 28 y 33 de su vida- hondamente su obra literaria futura. Berbería es el nombre en el siglo XVI del actual Magreb, pero para los españoles era simplemente el reino de Argel, donde Cervantes estuvo cautivo cinco años de su vida.  La ciudad era una verdadera Babilonia, en donde un hombre podía pasar de esclavo a gobernar un navío o todo un territorio. Eran los tiempos de los hermanos Barbarroja, que habían conseguido crear todo un imperio, avanzadilla occidental del temido imperio otomano, y del turbio y turbulento mundo de los servicios secretos de Felipe II en esas tierras. Cervantes lo reflejó en sus comedias y entremeses y en el capítulo del Quijote del cautivo y la princesa mora Zoraida, un relato que encarna la fascinación exótica que, en época de Cervantes, ejercían los serrallos de Las mil y una noches. La Historia del Cautivo narra hechos similares a los relatados en la "Vida del soldado aragonés" del personaje Ginés de Pasamonte -o Gerónimo de Pasamonte, aragonés de Ibdes, combatiente en la batalla de Lepanto junto a Cervantes, que podría haber sido el autor del Quijote apócrifo firmado por Alonso Fernández de Avellaneda-.

                 Este relato autobiográfico dejó perplejos a sus analistas por la curiosa amalgama de partes históricas y partes novelescas que no llegan a fundirse armoniosamente, aunque, lejos de considerar la heterogeneidad del relato como un defecto, la variedad de estilos y géneros narrativos diferentes (cuento popular, relato histórico, novela de aventuras, leyenda piadosa, autobiografía) podrían interpretarse como indicios de un arte experimental y audaz, propio de un escritor conocedor de la cantidad de discursos que constituyen el mundo moderno, lo que le aporta vigencia a Cervantes. Esa fragmentación de la literatura corresponde a la fragmentación del mundo real que no tiene ni principio ni fin predeterminados. Si en la primera parte, que culmina con la victoria de Lepanto y termina con la evocación de la heroica defensa de Túnez, todo es valentía y noble idealismo, en la segunda (la de Zoraida), se refleja un mundo en el que el único valor efectivo es el dinero, lo que divide el tiempo del relato atendiendo a una diferente escala de valores que suponen los nuevos tiempos. Uno de los dos renegados, Hazán Bajá, revela que "llegó a ser muy rico" dedicándose al comercio de esclavos: sólo su extrema crueldad se ve compensada en parte por la simpatía que demostró hacia un "soldado español llamado un tal Saavedra". También Zoraida puede ser interpretada en clave de ironía: su único deseo es pasar a tierras cristianas, su amor no es real y su belleza es relativa. La colaboración entre la mora y el renegado en la fuga constituye la gran novedad de la Historia del Cautivo frente al tratamiento tradicional que Cervantes manejó en Los baños de Argel. Lo que aparece ahora es una síntesis del idealismo antiguo y una pervertida modernidad en la que, a pesar de todo, ningún personaje resulta totalmente malo...


                                                         
                    A pesar del dolor de toda ausencia de libertad, Cervantes debe a la cultura musulmana una parte de su tolerante sabiduría. En el acta de liberación como cautivo de los berberiscos en Argel, rescatado por sus hermanos se dice: "El 10 de septiembre de 1500 se rescató a Miguel de Cervantes, natural de Alcalá, de edad de 31 años, hijo de don Rodrigo Cervantes y doña Leonor de Cortinas, vecino de la villa de Madrid, mediano de cuerpo, bien barbado, estropeado del brazo y mano izquierda". Según la partida bautismal de Alcalá, Cervantes contaría 24 años en plena batalla de Lepanto. En tiempos actuales de regresos forzados y agresiones xenófobas vale la pena reflexionar en este Cervantes emergido del cautiverio que ayuda a desentrañar la producción literaria cervantina de mestizaje. En El trato de Argel describe paisajes y entornos con bastante exactitud por lo que esta obra de teatro de corte clásico pero innovadora en muchos aspectos, adquiere una singular importancia por su alcance histórico, autobiográfico y documental. La gran sultana recoge el mismo tema -los cautivos de los turcos- y, aunque evoca a Los baños de Argel, los personajes no se convierten en mártires a pesar de estar a punto de perder la vida. Cinco años después de su cautiverio, Cervantes con 38 años se instala en Madrid a probar fortuna con las letras: se le conoce como poeta y quizá se han representado algunas comedias suyas que hoy no conservamos. Entonces, 1585, publica su primera novela, La Galatea, que llama égloga. Tras la primera parte del Quijote en 1605, se editan las Novelas ejemplares (1613) que él mismo tuvo por algo genuino y novedoso: "Son mías propias, no imitadas ni hurtadas", convencido de que esta particularidad le iba a permitir proclamarse "el primero que ha novelado en lengua castellana". Ya fallecido, en 1617, aparece Los trabajos de Persiles y Segismunda. Historia septentrional, la suma de todos los puntos de vista posibles en su tiempo sobre la novela, tal como se ha calificado.

                                         
                                                             
                  El complejo mundo vital y literario de Cervantes ilustra a la perfección los avatares de la sociedad en la que se desenvolvió. Por su condición de "cristiano nuevo" parecía siempre contemplar a España desde su periferia o, más propiamente, desde sus arrabales. Su actitud ante la realidad reinante debe observarse a la luz de la permanente vigilancia de la Contrarreforma que le obligó a asumir una técnica de hábil disimulo velando sus más secretos pensamientos para despistar a los sabuesos inquisitoriales, topando con la rigurosa y exigente censura que, por ejemplo, eliminó del Quijote en su edición de Valencia y a partir de ella, en todas las de los siglos XVII y XVIII, la famosa frase que la duquesa dice a Sancho "advierta Sancho que las obras de caridad que se hacen tibia y flojamente no tienen mérito ni valen nada", que había que entender en un contexto humorístico al ver la duquesa que Sancho no quería azotarse. Con su fina ironía puso en solfa la hipocresía, mediocridad y la pobreza existencial de la sociedad española del momento, proponiendo a un don Quijote que representaba lo amable, lo gallardo, lo generoso y lo más puro, pero también la lucha de una España que se movía en tiempos fronterizos y cambiantes. Teniendo en cuenta, por otra parte, el erotismo soterrado que -como se ha estudiado- se desprende de la actitud de muchos personajes en casi toda la obra mostrándose esclavos del deseo, es admirable el atrevimiento de Cervantes, ya que, por mucho menos, había quien daba con sus huesos ante el tribunal de la Inquisición. Pero estamos ante una parodia de las novelas de caballerías y era inevitable que mostrara uno de los aspectos más característicos de las aventuras de los caballeros andantes.


                                                       
                      Don Quijote es, además, un amoroso idealista pero también esconde un lado pasional que lo atormenta. Es una novela con fragmentos tan libertinos que, en una época donde se llegaba a asesinar en nombre del honor, resulta sorprendente. Cervantes da un paso más en el terreno de la provocación usando como recurso cómico un tema que encendía la fantasía de sus contemporáneos: el travestismo. No en vano las mujeres se disfrazaban de hombres en el teatro del momento, algo que gustaba tanto que el abuso de este procedimiento originó que la Iglesia aprobara reglamentos para impedirlo... Nacido cerca de la Universidad de Alcalá, fue con todos los honores un "ingenio lego", según Francisco Márquez Villanueva, y los estudios tardíos que se le han supuesto, a su vuelta de Argel, no se han confirmado. Pero siempre tuvo mucho interés en la experiencia humana y literaria de la vida estudiantil: así, aparecen en la segunda parte, el bachiller Sansón Carrasco, el "primo" que prepara un libro de conocimientos inútiles y el joven poeta don Lorenzo, hijo del caballero del Verde Gabán, tipos eternos del bellaco estudiante, el pedantón y el verdadero amante de las Letras. En El coloquio de los perros hizo una gozosa pintura de la vida estudiantil, así como en La señora Cornelia y en La tía fingida, obra que se le atribuye, cuya inmoralidad ha sido muy exagerada por la crítica decimonónica que se escandalizó ante ciertas libertades de lenguaje de lo más corriente en la época. Salamanca era reconocida como capital de la vida regalada en Castilla, en la que la vida del estudiante era una mezcla de piedad y lujuria generalmente. Cervantes conocería las asociaciones o "nationes" que agrupaban a los estudiantes según su procedencia, y les sacó partido literario continuando un material heredado de carácter tópico, ceñido a la vida ruidosa y al erotismo que ya se había configurado con los goliardos, la comedia elegíaca y humanística y el chispazo celestinesco. Lo que pretendió fue infundir vida novelística a las anquilosadas tradiciones de la universidad medieval y eso requería a alguien curtido en el oficio, porque ese objetivo no era asequible a aficionados ni principiantes...

                       Sigmund Freud aseguraba en sus primeros comentarios sobre el Quijote que su lectura no era idónea para "jovencitas" porque muchos pasajes eran "bastos y nauseabundos". Sin embargo, en su juicio más maduro sobre la creación de Cervantes creyó que el personaje del Quijote proporcionaba "con su seriedad un placer que podría llamarse humorístico", pero una vez que el autor dotó a esta ridícula figura de la más profunda sabiduría y de los más nobles propósitos, y le convirtió en el representante simbólico de un idealismo que cree en la realización de sus metas, que se toma en serio su deber y que toma lo prometido al pie de la letra, esta figura dejó de tener un efecto cómico. Freud llegó a considerar a Cervantes el precursor de la psicología científica. De hecho, se dice que el Coloquio de los perros por su estructura en forma de diálogo interpersonal mantiene evidentes semejanzas con una sesión entre analista y paciente.

                                                     
                   Heraldo de Aragón publicaba un artículo de Santiago Ramón y Cajal en 1905, que he podido localizar, especialmente iluminador y sugestivo, titulado "Psicología del Quijote" con el que intentaba comprender la complejidad de los rasgos psicológicos y morales del hidalgo manchego y que achacaba a su "anormalidad mental". Se preguntaba también por qué Cervantes no había creado un héroe cuerdo, por qué "los altos idealismos de la ciencia, de la filosofía y de la política, los grandes heroísmos y las magnas empresas humanitarias", desgraciadamente sólo podían ser obra de la "insania" del personaje y por tanto, de la "complicada mente de Miguel". Y analizando su vida encontraba la justificación al comportamiento singular de don Quijote como consecuencia de tanto dolor, tanta penuria y tanto desengaño como tuvo que soportar a lo largo de su azarosa y amarga existencia, unido todo ello, naturalmente, al "privilegiado cerebro" que poseía. Cervantes se pasó la vida soñando: la gloria como soldado y como poeta, la prosperidad económica como funcionario, el amor perdurable... Pero "al doblar la cumbre de la vida se vio olvidado, solitario, pobre, cautivo y deshonrado". Ramón y Cajal recuerda su paso por la cárcel de Sevilla afirmando que lo que sintiera en ella seguramente le deformó el carácter y la voluntad, como suele ocurrir ante "los grandes desencantos", señalando que la figura del protagonista está tan soberana, tan amorosamente sentida y dibujada, que por fuerza el autor debió tener algo y aun mucho de Quijote (las nuevas teorías, como la del académico y crítico estadounidense William Eggington, ven hoy la novela como pura ficción -puesto que Cervantes inventó "la ficción"-, como un precedente de las actuales "expectativas de la experiencia ficticia"). Para Ramón y Cajal, Cervantes "se miró muchas veces al espejo" y entiende que la resignación final habría cambiado de enfoque si su vida hubiera sido serena, sin pesadumbres y miserias, aunque entonces la obra no habría llegado a ser imperecedera y don Quijote, universal y eterno, compendio de la vida humana. Concluye, como el gran experto que fue en su especialidad médica, que el dolor es un "gran despertador de almas e instigador de energías" y que "las perezosas células cerebrales sólo encienden su luz bajo el látigo de las emociones penosas". Por eso quizá necesitara para encontrar el tono de la inspiración sublime, además de su tormento vital, la visión del "espectáculo desolador de la miseria".


                   A finales de 1614, preparando la segunda parte del Quijote y la edición de las Ocho comedias y ocho entremeses, Cervantes publicó una obra en verso en el espíritu de la tradición satírica: Viaje del Parnaso. Aunque ya era conocido por esos años, no había podido conseguir reconocimiento para su poesía, "la gracia que no quiso darme el cielo". Quería reseñar a los poetas del momento quedando bien con sus colegas, como 38 años antes con el Canto a Calíope, pero entre una obra y otra ha transcurrido gran parte de su vida y todas las desilusiones, toda la reticencia de la que era capaz, quedaron reflejadas en el famoso viaje. "Desde mi más tierna infancia amé el arte dulce de la agradable poesía", escribía ya en el último recodo del camino, pero todavía hoy sigue sin estar suficientemente estudiada y valorada, probablemente por su singularidad: culta, solemne a menudo, casi siempre integrada en otras composiciones teatrales o narrativas y a veces, atribuida a él sin seguridad de que la hubiera escrito. Resulta muy recomendable la edición de la poesía selecta, de José Manuel Caballero Bonald.


                 ¿Hay un futuro para Cervantes? Rotundamente: sí, siempre que no se abandonen las Humanidades en la enseñanza en ese afán de vender tanto cientifismo y pseudomodernidad tecnológica, que están despreciando los estudios de las lenguas clásicas, los conocimientos filosóficos, históricos y artísticos siguiendo un modelo de vida exclusivamente pragmática y de utilidad inmediata, y se reconduzca la educación global de los españoles poniendo de la manera adecuada al alcance de los jóvenes el pensamiento de nuestros clásicos, a la manera de la fórmula británica de desempolvar los ancestros y ver qué provecho actual pueden tener. Si el clima general cambia, es posible soñarlo. Para saber si Cervantes es algo más que un fetiche trasnochado hay que conocerlo. Y eso supone no sólo leerlo sino comprender su contexto. Si ya se conoce la ruta de Don Quijote por La Mancha, las mejoras realizadas en los últimos años pueden aportar otra mirada en una nueva visita. Si se desconoce la ruta por Aragón, no se la pierdan, y si la recorren completa, como la que nos han mostrado recientemente Julio LLamazares y el fotógrafo Manuel Navia, seguro que repiten.Y de paso, disfrutan de la gastronomía del trayecto tal como la leemos en el Quijote. Cervantes y la lengua española son marca "España". Lo que me acerca a Cervantes desde que entró en mi vida es esa mezcla de lo complejo y lo sencillo que caracterizó su vida y su obra llenas de claroscuros, en las que, de pronto, la emoción de la victoria se une a la riqueza del sueño y de la idea, o se construyen la dignidad y la verdad de lo oculto y del suspense, o cuando la escritura que expresa una ética de la inteligencia se desencadena en libertad y belleza desatadas... Desprende mucha ternura la afirmación de don Quijote: "A pesar del sufrimiento, yo resisto".


                Para una visión diferente de la biografía de Cervantes desde un punto de vista muy original puede consultarse la reciente obra de Jordi Gracia, La conquista de la ironía. También resulta enriquecedor escuchar en voces actuales el texto del Quijote: en la web de "Literatura sonora" se ha llevado a cabo una encomiable labor rescatando la lectura en voz alta de la novela. En cuanto a la relación de Cervantes con aspectos científicos -que también existe-, se ha estudiado el vínculo del escritor con sus contemporáneos Galileo y Kepler y la revolución astronómica de la época (se puede encontrar en la página de "Space Apps Zaragoza"). Dijo Gerardo Diego, uno de los "Premios Cervantes", al recibirlo: El año de Cervantes no existe, porque a partir de 1605 todos los años son suyos... Desde 1547, el arte, el tiempo, la vida, son suyos... 

             

               

viernes, 8 de abril de 2016

Desembarazarse de Crisantemo





                                                                    que no está en la elegancia
                                                                    y modo de decir el fundamento
                                                                    y principal sustancia
                                                                   del verdadero cuento
                                                                   que en la pura verdad tiene su asiento.


                                                                          Miguel de Cervantes (La Galatea)



     Then beauteous niggard, why dost thou abuse    (Luego, bello egoísta, ¿por qué abusas
     The bounteous largess given thee to give?           de lo que se te dio para que dieras?
     Profitless usurer, why dost thou use                     Avaro sin provecho, ¿por qué empleas
     So great a sum of sums, yet canst not live?         suma tan grande, si vivir no logras?

     For, having traffic with thiself alone,                       Al comerciar así sólo contigo,
     Thou of thyself thy sweet self dost deceive.          defraudas de ti mismo a lo más dulce.
     Then how when nature calls thee to be gone?       Cuando te llamen a partir, ¿qué saldo
     What acceptable audit canst thou leave?              podrás dejar que sea tolerable?)


          William Shakespeare (Sonetos)                           M. Mújica Láinez (Traducción)



                                                     
                                    El que dice una mentira no sabe qué tarea ha asumido, porque estará obligado a inventar veinte más para sostener la certeza de esta primera.

                                                                                            Alexandre Pope




                                 El ovetense Gonzalo Suárez recibió el Premio Goya al mejor director de cine por su inquietante película "Remando al viento", y por el conjunto de su filmografía le fue otorgado el Premio Nacional de Cinematografía en 1991. Recordamos "Oviedo Express", "Epílogo", "El portero", "La Regenta", "Los pazos de Ulloa" (serie para televisión)..., pero la dimensión artística y creativa de Gonzalo Suárez engloba facetas menos conocidas: actor, director de teatro, guionista, adaptador de novelas (insuperable "La colmena", que dirigió Mario Camus), y sobre todo, la de escritor. En su obra no hay distancia entre creación y representación, porque el cine y la literatura no sólo se han ido alternando a lo largo de una trayectoria ya muy extensa sino que se han fusionado en ocasiones, incluso adaptando sus propias narraciones al cine y mostrando en películas y libros los mismos temas, obsesiones y una estética híbrida absolutamente sugestiva y original. Su vocación real, ha declarado, es escribir (en 2015 publicó su última novela, Con el cielo a cuestas). Y como lectores o espectadores, siempre tendremos asegurada la risa. Porque Gonzalo Suárez ha utilizado constantemente la imaginación como un modo de enfrentarse al mundo, como una forma de evadirse de una realidad demasiado aburrida y decepcionante, como una manera de "romper lo cotidiano", en palabras de Cortázar. Innovador y surrealista, muestra una enorme capacidad de sorpresa, la constante dialéctica entre realidad y ficción, la complicidad del público y un humor arrasador, cercano al absurdo, herencia, según confiesa, de escritores como Chandler, o de una tradición española que entroncaría con la primera línea vanguardista española: Mihura y "La codorniz", Jardiel Poncela, o cineastas como Buñuel y Berlanga.


                 Su obra literaria se reedita con frecuencia. Quizá los mejores libros se encuentren en el comienzo de su producción, cuando el relato corto se acomodaba perfectamente al deseo de libertad formal adecuado a narraciones breves de final abierto en la línea de las de serie negra de Dashiell Hammet, que más tarde adquirieron mayor complejidad estructural. En el volumen antológico La Literatura, se incluyó uno de sus libros de relatos iniciales, Trece veces trece -al que pertenece el "cuento" moderno Desembarazarse de Crisantemo-, que lleva esta cita inicial:

             "Si yo paseo por un bosque y veo dos árboles, mi deber sería decir que lo que veo son dos árboles. Usted ve, en efecto, dos árboles. Pero yo veo el hueco que hay entre los dos árboles, y paso". 

                    Los analistas actuales del cuento contemporáneo señalan que el relato breve de ficción recoge elementos del cuento folclórico tradicional y por tanto, de la oralidad, a los que se añaden nuevos rasgos renovadores. Augusto Monterroso afirma: "la única regla para escribir un cuento es que no hay reglas". Y el profesor de la Universidad de Zaragoza, Luis Beltrán Almería, según los planteamientos de Mijaíl Bajtin, señala que "el cuento literario conserva deformada su naturaleza folclórica". Además del didactismo, la atemporalidad, la agudeza, los personajes arquetípicos, el afán generalizador y el deseo de distraer, José Mª Merino especifica que en el cuento "debe producirse la mayor intensidad en la menor extensión posible", y que, efectivamente, en los autores españoles de cuentos de los últimos cien años el gusto por lo fantástico y lo humorístico es lo más relevante, puesto que las influencias más notables recibidas son las de los grandes rusos, la de Hemingway y otros escritores de "the lost generation" y la de Kafka, a través de Borges, Cortázar y Calvino: un humor que podría relacionarse con una "estética patética", la pertenencia del cuento a los géneros "serio-cómicos" o con el "fabliau" narrativo, o sea, una simbiosis de tradición y escritura e historia que da lugar al carácter proteico del cuento literario y que en definitiva, lo que pretende es criticar y ridiculizar la sociedad del momento a través de una sátira mordaz y burlesca, divertida pero un tanto cruel, como se aprecia en Desembarazarse de Crisantemo.





                   A esa combinación de rasgos temáticos y formales, añade Gonzalo Suárez en este cuento otros recursos técnicos compositivos que articulan el relato, como los que provienen de la parodia carnavalesca, de la animalización de la fábula, de la atmósfera caricaturesca y la bufonada engañosa, del mundo de las maravillas y las metamorfosis cercano al universo mágico de la ciencia-ficción y, sobre todo, del carácter que lo envuelve desde el principio: el misterio y el suspense, que sólo se resolverán en la sorpresa final de un desenlace inesperado (¡o no!...), una especie de pirueta última ingeniosa, el "golpe" definitivo...( el "knockout" de Cortázar), que recuerda inevitablemente a Hitchcock por ejemplo, en la adaptación de un episodio de los Relatos de lo inesperado de Roald Dahl. Por la vía de una estética de la mascarada clásica y moderna Gonzalo Suárez mostrará, en definitiva, la ética de la verdad.


                   El turbador título anticipa un desarrollo alarmante: Desembarazarse, ¿quién, por qué, para qué, cómo librarse de lo que genera un enorme peso o estorba? Crisantemo: el personaje que aparece abruptamente desde el principio se apellida así. "Crisantemo" es el nombre de una flor, pero no es una flor cualquiera sino una muy peculiar: una flor amarilla (del griego chrysos, oro, y anthemos, flor), considerada a veces como "una mala hierba" de la que se extraen polvos insecticidas. Tradicionalmente, en la cultura occidental es la flor que se lleva a las tumbas de los cementerios, y en las costumbres orientales se utiliza para celebrar "los hechos memorables" que implican sabiduría. En el lenguaje de las flores, simboliza la eternidad y la inmortalidad. Para su correcto desarrollo el crisantemo necesita la luz y una temperatura cálida. Aunque puede crecer en diferentes colores, en el más genuino, el amarillo, representa el estímulo de la memoria pues refleja el color del sol que surge de las tinieblas como mensajero de la luz y vuelve a desaparecer en la tenebrosidad, es el color de la intuición que ilumina las tendencias de los acontecimientos. Se asocia como superstición a la muerte. Crisantemo (amarillo) aplicado a nombre de varón implica rechazo y desdén. Por su naturaleza, las flores simbolizan la fugacidad de las cosas: los griegos y romanos cubrían con ellas a los muertos y las esparcían sobre los sepulcros y para los egipcios recordaban la realidad de la muerte y el bienestar de una nueva vida. Son una imagen arquetípica del alma. En fin, la flor de oro, en la mística china, es el símbolo legendario del imposible.


                   Con tales antecedentes, el título podría aclararse pero lo que realmente se acrecienta es la intriga. Crisantemo se ha presentado de repente ante un librero para requerirle la razón del envío a su padre -recientemente fallecido- de un lote de libros que ha debido abonar él. Dos, pues, son los personajes que protagonizan el hecho narrativo: un librero, sin nombre, que adopta la función de narrador, del que se deduce que es mayor ya que lleva "años de trabajo" ahorrando, según dice, frente a "un joven", de apellido simbólico, que ha realizado un "viaje a la ciudad" para hablar con él, que no se sabe de dónde viene pero sí que su padre no le había dejado "ni un céntimo", y que "sonreía" a pesar de llevar "el traje de luto", lo que resulta muy patético para caracterizar a un hijo. Dos personajes opuestos que entran en conflicto desde el principio a través del diálogo, basado en preguntas y respuestas rápidas, breves, inquisitivas por parte de Crisantemo, casi como ráfagas policiales. El relato remite a un comienzo tradicional, "hacía", y a un contexto espacio-temporal no absolutamente precisado pero intuido: un mundo urbano contemporáneo. Se sabe, también, que el librero hacía tres meses que había comenzado ese negocio: la venta de libros. La referencia al padre muerto es constante, como si se tratara de un fantasma que pulula a lo largo del cuento (el mundo de los muertos adquiere una enorme importancia en cualquier narración folclórica), con el que ya tenemos el número mágico, el tres, que se reiterará varias veces a lo largo de la narración, otorgándole cohesión y unidad, junto a otros elementos recurrentes.


              El número tres es considerado como el de la armonía en los contrarios, síntesis espiritual base de la perfección. Crisantemo siente curiosidad -y con él, el lector- por saber qué motivos ha tenido su padre para comprar una serie de libros antes de morir, lo que le revelaba "un aspecto inédito" de su carácter...porque "no acostumbraba a leer", según le responde al librero. Los libros son tres, entre ellos un manual de gimnasia sueca. En la conversación, Crisantemo interroga al librero acerca de si recuerda a su padre cuando se presentó a efectuar el encargo, que tal vez hiciera en su última estancia en la ciudad. Al describírselo, el librero afirma recordarlo, pero Crisantemo confiesa que no fue a la ciudad. A estas alturas, el lector está confundido e intrigado (quizá ya menos el librero) y todavía más cuando añade estas enigmáticas palabras:

          - Tiene usted un negocio bien organizado y muy próspero. Nunca hubiera sospechado hasta qué punto podía resultar lucrativo vender libros en este país. Compartía la idea, bastante generalizada, de que aquí nadie lee.


            Para el librero, la clave del éxito radica en "localizar a los clientes". Crisantemo sabe que "usted ha descubierto una clientela segura. Esta es la razón por la que he decidido ser su socio", pero sólo para "compartir beneficios". Ante su negativa, Crisantemo deberá insistir y desenmascarar definitivamente al impostor de una forma sorprendente e irónica, que deja bien a las claras la catadura moral de un nuevo pícaro. Y lo hace de forma gradual, sin dar opción a las evasivas del librero que, acorralado, acaba sucumbiendo al descubrimiento:


                      1.  Su padre estaba paralítico desde hacía cinco años, así que el manual de gimnasia le había producido "hilaridad".
                      2. "Además de paralítico, papá era ciego"
                      3. "El nombre y dirección de mi padre constaban en la esquela que publicaron los periódicos".



                     El diálogo continúa:

              - El negocio ha sido concebido muy inteligentemente, y podemos pensar en nuestro porvenir. La gente no ha adquirido la costumbre de leer, pero no pierde la costumbre de morirse. Evidentemente, los muertos son unos clientes seguros y poco exigentes. Y las familias de los difuntos suelen estar atareadas y preocupadas.
              - Siempre pagan, y se quedan con el paquete.

       
                   Y finaliza con la invitación a visitar el almacén, situado en el sótano, donde se guardan los libros, comprados "al peso". Con él termina el planteamiento de la historia y la caracterización de los personajes, aunque esperan sorpresas todavía: un librero se ha visto obligado a acoger como socio de su negocio a Crisantemo, al ser descubierto por éste en el fraude de vender libros a los ya fallecidos -en este caso, al padre de Crisantemo-, con el fin de lucrarse a costa de los familiares. ¿Podríamos considerar esta propuesta como imaginativa y ficcional a la manera clásica de una patraña? A partir de aquí, se ha planteado un problema que necesita una solución y para lograrla, el autor introducirá los componentes fantásticos necesarios para el desarrollo del relato hasta llegar a un final previsto o imprevisto, según le parezca al lector. Los personajes se reconocen  en una caracterización emotivo-valorativa como astutos: los dos engañan, fingen, disimulan y silencian, carecen de integridad y honradez; probablemente, el librero muestra más ingenuidad, pues cae en su propia trampa y Crisantemo resulta un ser abyecto, que contiene "las carcajadas" simulando "que sollozaba" en una de las misas celebradas por la memoria de su padre mientras recordaba el manual de gimnasia sueca. La epifanía se resuelve rápidamente con el descenso al sótano de la sabiduría.


               Acabado el diálogo y sin solución de continuidad, una elipsis temporal (que correspondería a un fundido en negro en una versión cinematográfica) interrumpe bruscamente el relato que intensificará la tensión con el desarrollo de la idea germen del título. En el lugar adecuado va a encontrar el librero -una vez descubierto en su mentira- el objeto mágico que le ayudará a intentar liberarse de quien le ha chantajeado queriendo sólo beneficios, pero sin trabajar. Es una nueva aparición que continúa manteniendo la expectación del lector: en el almacén aparece el libro Magia africana para influir sobre los acontecimientos, las personas y las cosas.

            Desde que Crisantemo se había convertido en mi socio, busqué sin cesar la manera de desembarazarme de él. Descarté el asesinato por ética profesional y, sin embargo, comprendía que sólo la muerte podría librarme de mi colaborador, ya que nos unían lazos más indestructibles que los del matrimonio...Cada vez se volvía más insoportable y exigente... y él se limitaba a leer las esquelas del periódico que yo le llevaba cada mañana a la cama, con el desayuno.


              En el mundo de valores del librero, sólo la muerte puede hacer desaparecer el conflicto, lo que evidencia una mentalidad primitiva y arcaica de la que se burla con un sarcasmo implacable el autor, que también satiriza la actitud pasiva y dominante de Crisantemo, que, en una vengativa inversión de papeles, se ha convertido en el amo y señor que no era, en clara parodia de ascenso social. En la descripción de la cotidianeidad de los personajes y la sobrevenida presencia de la inverosimilitud de la fantasía se observa una combinación de lo natural cotidiano más la espera de lo milagroso y maravilloso, como consecuencia de que en la modernidad el canon del cuento ha sido difuminado por un nuevo género, la novela. La muerte simboliza, en el caso del librero, la suprema liberación, el final de lo negativo: el sacrificio de Crisantemo (al fin y al cabo él siempre se había aprovechado de los muertos...). Cuando Crisantemo duerme, él desciende al submundo del sótano (los subterráneos -cavernas, pasadizos, el laberinto tenebroso, el interior de la tierra... encarnan la incomunicación, la visceralidad, la posibilidad de la búsqueda de la luz), para leer a hurtadillas y maquinar de forma maquiavélica cómo zafarse del intruso.


                 El librero se detiene en el capítulo "Cómo perjudicar a las personas a quienes no se quiere bien", pero los venenos hechos con plantas exóticas que aprende no le sirven porque a Crisantemo "no le gustaba la verdura" (a pesar de todo, el autor ha dotado a este personaje de un punto de inocencia que justifica de alguna manera el final todavía en suspense). Prefiere los procedimientos para "transformar a los amigos y esposas infieles en animales salvajes o domésticos":

                 Cada persona tiene propensión, desde su nacimiento, a convertirse en un animal diferente. Es conveniente, antes de iniciar los sortilegios, concretar la clase de animal adecuada en cada caso.

             Este es el descubrimiento que le da la clave de la resolución del enigma: la metamorfosis, la transformación en el animal que le corresponda a Crisantemo. Descartada la idea de la muerte y convencido de que el negocio va a peor pues Crisantemo no colabora, piensa en convertirlo en animal, porque eso parece ser para el librero. Para saber en cuál, lo observa y anota sus palabras.Y le escucha nombrar a tres animales en frases absurdas: lobo, mariposa y asno. Como no le convencen, deduce que el adecuado es una jirafa porque lo había visto estirar mucho el cuello en tres ocasiones: cuando se hacía el nudo de la corbata, cuando se disponía a estornudar y cuando bostezaba. Y además le había dicho: "Los seres humanos estamos ante una tapia, y no conseguimos ver lo que hay detrás". Este es el punto de mayor concentración de intensidad y tensión en la narración, el lector se pregunta ¿qué pasará?, el misterio avanza y juega a imaginarse cómo se descifrará el embrollo.


              Comienza, pues, el proceso, que no estará exento de enormes dificultades (las "pruebas" del cuento folclórico, en el que "todo se puede transformar en todo porque nada es realmente nada"). La jirafa es un animal totémico, mágico, dotado de una gran capacidad de ir más allá de su ámbito, con una visión de gran alcance y percepción. Los tres cuernos le aportan fuerza y poder, le ayudan a abrirse camino, y le añaden una mayor aptitud para la estrategia. El enorme cuello le hace extenderse y conectarse fácilmente con el medio. Alegóricamente, los elegidos por este tótem son visionarios, con mentalidad proyectada al futuro, capaces de influir en los acontecimientos, son intuitivos, detectan lo que otros están pensando, consiguen los logros propuestos y animan a cumplir desafíos (en negocios, empresas...). Las jirafas son de color amarillo con estampado laberíntico para mimetizarse convenientemente con el entorno y ayudarse de su táctica de supervivencia con más eficacia... (Gonzalo Suárez, en claro guiño buñuelesco, hace pasear a una jirafa por un exquisito salón en "Remando al viento"). Los orígenes de la "animalización" hay que encontrarlos en el cuento medieval de raíz oriental. Muchos proceden de las parábolas predicadas por los monjes budistas, "jatakas", reencarnaciones de Buda en diversos animales. Son los primeros cuentos que pasan a la escritura. La colección arquetípica es el Panchatantra, de donde nacen Calila e Dimna y el Sendebar. También hay que tener en cuenta la tradición de los bestiarios medievales con todas las derivaciones artísticas posteriores, sobre todo en la literatura (Borges, Tomeo...). Gonzalo Suárez relataba en una entrevista que a él le habría gustado ser una mosca, por la perfección de su vuelo y porque se lo pueden comer todo...


                El ritual se inaugura con una especie de brebaje confeccionado con ingredientes dispares, entre ellos "cincuenta y tres gotas de vitamina A y agua abundante de la piscina municipal", lo que le provoca una ictericia que... ¿de qué color va a cubrir entero a Crisantemo? !Amarillo, claro! En ese gusto por contar que supone la amplificatio, el librero continúa realizándole "pases magnéticos" que cree han podido tener efecto cuando imagina verle un cuerno en la frente, que no es otra cosa que un chichón producto de un golpe, así que por tercera vez lo intentará acudiendo a la autosugestión psicológica: debe hacerle creer que se está convirtiendo en una jirafa. En ese clímax de horrores gradual que suponen todos estos pasos, recurre al disfraz, por lo que le regala una corbata !amarilla! con lunares negros, consigue que lleve calcetines amarillos y con un traje negro ya tenía "el aspecto de una jirafa". Al mismo tiempo, con el pretexto de comprarle una camisa, le va midiendo el cuello, comprobando que aumenta en tres milímetros en dos semanas, así que calcula que en tres o cuatro años el proceso de transformación habrá terminado.

             Lo importante, ya lo decía el libro, era no desistir en el empeño y aplicarse con paciencia y meticulosidad

              Ante esta actitud, Crisantemo respondía de una forma muy sospechosa para el lector. Dejaba proceder al librero disimulando mientras le repetía: "Tenemos una profesión privilegiada y trascendente.Vender libros a los muertos es una ocupación que enaltece", pero su socio estaba convencido de que "a pesar de ser un hombre listo, distaba mucho de imaginar mis propósitos". Cuando está en la creencia de que conseguir el objetivo va a resultar un proceso lento, se produce un corte repentino en la narración, una distensión conducente a un rápido y breve final, un cambio brusco, en palabras del librero "una brutal revelación". Dice el autor por boca del personaje introduciendo así al lector en el relato: "me sorprendió tanto como pueda sorprenderles a ustedes". Es un final con fuga: en el amanecer, con la luz de la aurora, Crisantemo desaparece. El librero, "despierta" de la oscuridad del sótano, de una forma tan despiadada que suscita la compasión del lector, de alguna forma cómplice, ante un burlador burlado.

           Sobre la cama vacía aparece una nota o carta, a modo de nuevo recurso estilístico muy utilizado en la tradición literaria (como en Chéjov), en la que Crisantemo, dirigiéndose al librero como "colega" le cuenta que, probablemente a causa del "exceso de trabajo", se está convirtiendo en una jirafa y que huye a un zoológico por temor al ridículo y a dar explicaciones de su embarazosa transformación. Le agradece que se haya ocupado de su porvenir más de lo que lo habría hecho su papá. Pero no será hasta el último párrafo cuando se descubran todas las claves del cuento. Gonzalo Suárez "juega" con el lector hasta el final absoluto, momento en que el perfil del librero queda definitivamente caracterizado. En sus palabras, nos damos cuenta de su miseria moral por una parte, pero también de la estafa del que ha sido más listo: el librero no se lamenta de la huida pero le sorprende para qué querría Crisantemo, convertido en jirafa,

           la cajita donde yo guardaba mis ahorros, fruto de años de trabajo, empaquetando y vendiendo libros, con el noble designio de elevar el nivel cultural de todos los muertos de este país.



               Aunque podríamos entender que el final es definitivo, el cuento, no, no se ha acabado, cada cual puede cerrarlo según su imaginación. El "juego de inmorales" no tiene límites. Aunque el relato aparece como un cuento "novelizado" o "novelístico", se desprende una cierta estética carnavalesca, producto del canon de la sátira menipea antigua que ridiculizaba las actitudes de los cínicos y denunciaba los vicios y defectos de la sociedad. También Cervantes creó un pícaro, Pedro de Urdemalas, ingenioso, que simulaba simpleza para embaucar a los ambiciosos y obtener éxito en su supervivencia e intento de cambio social. Las historias de burladores se tejen con mentiras y verdades: descubrir en ellas el componente realista o fantasioso es tarea del lector. Los personajes engañan y son falsos: se mienten unos a otros sin importarles más que su propio beneficio, son hipócritas y deshonestos. El objetivo es denunciar la inconveniencia de estas acciones no éticas que corrompen a la sociedad y por las que deberían recibir lo que se merecen, su justo castigo.


                A Gonzalo Suárez  los seres humanos siempre le han asqueado, según ha declarado, por su pequeñez, porque tenemos una tapia delante y no conseguimos ver lo que hay detrás, porque no existen las verdades objetivas concretas... ¿Cómo seguirían comportándose Crisantemo y el librero en el futuro? Lo que este cuento refleja es el mundo de valores propio de la época del autor, de la cultura en que ha surgido, del tiempo español en que ha sido escrito. Gonzalo Suárez indaga con ironía en el lado oscuro de la vida y en las frágiles fronteras entre el bien y el mal, añorando un imposible paraíso mientras critica la evasión de la norma y la decencia. El individualismo de los tiempos actuales tiene un alto precio: la soledad. Crisantemo y el librero, a pesar de su "complicidad" inicial son dos personajes en soledad. Los espacios en que se desarrolla el hecho narrativo resultan asfixiantes en ese sentido.



                Este mundo de valores presenta una defensa de los derechos humanos, de la dignidad personal, de la cultura y el trabajo, y una condena de la falta de honradez, la insolidaridad (que tanto criticó Chéjov) y de un nuevo valor material, el dinero generador de diferencias sociales. Pero también, un ciclo repetido del tiempo como reflejo del mundo primitivo: los muertos "sirven", la muerte está siempre presente en ese "eterno retorno" típico de Cortázar (porque las historias se repiten, lo mismo que la vida), así que seguramente se volverá a engañar para "enaltecer" el producto con cualquier método utilizado para ello. Parece que no se puede escapar al destino, fatum pesimista por parte del autor, por lo que al librero seguramente le volverá a pasar lo mismo porque es un personaje "crédulo", al estilo antiguo y su vida consistirá en un perpetuo "desembarazarse" de timadores como él y chantajistas como su socio. El cuento Desembarazarse de Crisantemo aparece configurado por la mezcla de ficción y realidad (un "realismo mágico" muy cinematográfico), la unión de lo maravilloso y fantástico con lo cotidiano, y la hibridación entre lo tradicional y lo moderno. A lo mejor, lo que el escritor pretende insinuar es que los avances tecnológicos, científicos y económicos de nuestra sociedad la mejoran de alguna manera, pero para conseguir un bienestar definitivo es necesario potenciar la sensibilidad social, el desarrollo espiritual y el progreso moral, o sea, que desaparezca la estupidez humana. O tal vez, usted haya deducido otras conclusiones...


                 Algunos de los componentes de los cuentos tradicionales dejan paso a nuevas técnicas para intentar "desrealizar la realidad", unas veces de forma impresionista, tan del gusto de Gonzalo Suárez, como ocurre con los irónicos diminutivos "cajita" -de ahorros- o "pobrecito" -el padre-, o bien expresionista, en las hipérboles deformadoras siempre en contraste con los claroscuros que potencian la intriga (esos puntos suspensivos misteriosos...), y en la forma más breve posible: es un arte miniaturista que correspondería a una fuga musical, a un vodevil teatral, a la cloisonné, a la presencia de un enano en un circo..., pero siempre con el tratamiento libre y personalizado de cada artista en su obra. El cuento está determinado por algo que está fuera de él, el escritor, con su carga de valores humanos, pero también literarios...

                    Julio Cortázar afirmó:


                     " Todo cuento está predeterminado por el aura, por la fascinación irresistible que el tema crea en su creador ".


                    Y Edgar Allan Poe:


                     "El cuento breve permite al autor desarrollar plenamente su propósito, sea cual fuere, de lo que se ve privada la novela ordinaria que, dada su longitud, no puede ser leída de una sola vez careciendo de la inmensa fuerza que se deriva de la totalidad".


                  He aquí un magistral ejemplo, Desembarazarse de Crisantemo, de Gonzalo Suárez.





                                                   
                                                                    Japón, la tierra de los crisantemos
                   


             

           


       
             
           

                   


                 


                   
                   

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