lunes, 16 de julio de 2018

EL PERCHEL







                                         El día de la Virgen del Carmen es el santo de mi madre, el nombre más bonito que puede llevar una mujer, y uno de los distintivos más característicos de las gentes del mar, de los malagueños, y más en concreto, de ese barrio que contiene tanta poesía: El Perchel (o Percheles). Nunca me canso de recorrer uno de los barrios con más encanto y tradición de Málaga, ese ejemplo único de asentamiento hispanoárabe, que creció fuera de la muralla por su industria de secado del pescado que se colocaba en perchas, de ahí un apelativo tan auténtico, suave y delicado, que hasta suena a Málaga, la metáfora de una esperanza quimérica... En días como los actuales en que el ventoso e imposible terral arrasa con fuerza y pone el mar a temblar, veo a los percheleros felices, a su albedrío, sin sentido del tiempo, en tal compromiso con su libertad que raya en una obstinación casi simpática, transitando entremezclados con otras gentes en medio de un laberinto donde se cruzan todos los caminos del mundo. Los percheleros de raza se muestran orgullosos de que hasta el día de hoy se haya mantenido arraigado ese sentimiento de pertenencia al lugar en que nacieron, y es que crecer al margen de la ciudad ha generado un intenso sentido de la propiedad entre los vecinos, que ha convertido al barrio en referencia a lo largo de los siglos. También la industria de salazones marcó su carácter de espacio extramuros, ya que los malos olores que producía lo situó fronterizo al resto de Málaga para no sufrir las desagradables consecuencias de tales aromas...









                       El Quijote -el libro que contiene toda la vida-, no podía dejar de señalar en algunos de sus fragmentos las tierras malagueñas. Cervantes había viajado por el Reino nazarí de Granada y entonces conoció la fama de los vinos dulces de la comarca de la Axarquía, a los que alude en el capítulo VIII de la primera parte, cuando habla de que Sancho "empinaba la nota con tanto gusto", y Vélez-Málaga es citada por tres veces en la obra. El Perchel aparece mencionado en el famosísimo capítulo tercero "La vela de las armas", donde se cuenta la graciosa manera que tuvo Don Quijote en armarse caballero:


                        El ventero..., por tener que reír aquella noche, determinó seguirle el humor; así le dijo... que él ansimesmo, en los años de su mocedad se había dado a aquel honroso ejercicio, andando por diversas partes del mundo buscando sus aventuras, sin que hubiese dejado los Percheles de Málaga..., y otras diversas partes, donde había ejercitado la ligereza de sus pies y sutileza de sus manos, haciendo muchos tuertos, recuestando muchas viudas, deshaciendo algunas doncellas, y engañando a muchos pupilos, y finalmente, dándose a conocer por cuantas audiencias y tribunales hay casi en toda España.


                   En las traducciones al inglés, El Perchel aparece como Fish Market en unas ediciones o Curing-grounds of Malaga en otras, o sea, Pescadería o Secaderos de Pescado de Málaga. El barrio también fue cantado por poetas. Así que los percheleros, como a veces nos pasa a todos, fueron durante mucho tiempo "los otros", los del lado allá del río Guadalmedina, los que vivían al día, los libertarios, los díscolos. Aprender a ser perchelero lo era a costa de la propia persona, hecha a todas las vicisitudes y carestías, y defender esa peculiaridad ciudadana por su origen acarreaba enormes dificultades para integrarse en la población intramuros. Por eso forjaron un carácter demasiadas veces a la defensiva. Cervantes muestra una tipología más cercana a la picaresca y a la escuela de vida de la calle. De la idiosincrasia del perchelero algo queda, sin duda, y si no, hablen ustedes con algún vecino de los de toda la vida, y aprenderán su esencia, su historia, su vida. Y si no, relean la que a Cervantes le parecía la mejor de sus novelas, Los trabajos de Persiles y Segismunda, por cierto, entretenidísima, llena de naufragios, bandidos, piratas y hasta de icebergs, y por allí desfila un personaje cautivo de los moros con un compañero que dice: "Nos cautivamos juntos porque yo cautivé en Alicante en un navío de lanas que pasaba a Génova: mi compañero en los Percheles de Málaga, donde era pescador",... ¡piratas por Málaga!.







                        Los percheleros han tenido la suerte de ser los que han vivido más cerca del mar, y eso también ha conformado una personalidad única y diferente, siendo como es la malagueña la más genuina entre las andaluzas, por lo que he podido experimentar. El mar, no cabe duda, imprime carácter y unas costumbres y tradiciones muy particulares. A los percheleros les ha gustado disfrutar de la vida siempre que esta, claro es, se lo ha permitido. Cómo explicar de otra forma el nacimiento de la figura del chulo de barrio, el "guapo", una especie de amo o jefe de la calle que mandaba sobre todos. Cuando se ordenó el derribo de las murallas árabes de la zona sur, por donde discurriría la Alameda Principal, malagueños y percheleros se veían como extraños. Tardó en producirse el acercamiento. La aparición de la nueva burguesía ciudadana y las reivindicaciones obreras populares propiciaron esa comunicación y avenencia. Todos querían pasarlo bien en las fiestas (profanas y religiosas) del Perchel y a la vez vigilar movimientos peligrosos de los corralones del barrio, el único precisamente que no había nacido a partir de la construcción de una iglesia o convento (como La Victoria, Capuchinos o la Trinidad), porque estos monumentos e instituciones aparecieron más adelante, como el convento de San Andrés, que sirvió de prisión al general Torrijos y sus hombres antes de ser fusilados en las playas de El Bulto, o, cómo no, la iglesia y convento de El Carmen, entre otros muchos destacables.






                                                                   Pintura malagueña. José Moreno Carbonero



                          El periodista Julián Sesmero ha realizado una exhaustiva recreación histórica con un estudio profundo y detallado de este barrio (junto a otros de la ciudad), destacando su origen antiquísimo, heredero de la industria de salazones de la Málaga fenicia, que se situaba en lo alto de la Alcazaba. Parece ser que esta condición de barrio se remontaría a la presencia romana en la ciudad, lo que documentan los hallazgos arqueológicos que avalan esta teoría, aunque la dominación hispanoárabe fomentó el desarrollo urbano e industrial perchelero. Siempre, por supuesto, a las afueras, porque los árabes, tan exquisitos, "no querían esas pestilencias tan cerca", así que El Perchel quedó relegado durante ocho siglos al otro lado del río Guadalmedina. Aunque se dice que el barrio poco tiene que ver con el que fue, todavía hoy podemos encontrarnos con algunas casas tradicionales y sus antiguas calles y, aunque se echen de menos rumores musicales, alborotos y algarabías, bullicio y ruidos varios, no faltan las veladillas, los sones procesionales, bulla en el mercado al que todos vamos y jaleo alegre en esos lugares recónditos donde todos comemos un potaje perchelero y bebemos mientras se huele el mar...






                                                                                 Pepita Durán (bailarina)


                   En El Perchel han nacido personajes de mucho lustre e imperecedero recuerdo que trascendieron fronteras por su talento en diferentes ámbitos o profesiones, desde el obispo Armengual de la Mota hasta el pintor Moreno Carbonero, pasando por artistas como Pepita Durán o La Repompa. Pero la lista es amplísima: Francisco Hidalgo, Pepe Vargas, El Piyayo, Matías Lara, Paco Madrid, Pepe Mena, Juan Vargas, etc. Uno de los símbolos percheleros fue la Estación de Andaluces, que nació gracias a que varias familias como Heredia, Larios y Loring la fundaron para establecer la línea Córdoba-Málaga y le aportó a la zona una gran actividad comercial. Calles como Cuarteles (llamada así por el antiguo cuartel de los gurripatos de aviación), Ancha del Carmen, Callejones del Perchel..., mantienen el latido cotidiano de toda una ciudad. Lo mismo las casas de vecinos o corralones, aunque de ambos quedan pocos ejemplos. Por allí flotan Vírgenes al paso y levitan Cristos, alguno muy chiquito, emerge la historia, se mece la emoción y se confirma la certeza de que las murallas están para abrirse desde el monte hasta la playa, al corazón del amigo.


                                                     
                                                                                    Aznavour. She. Toi