domingo, 2 de febrero de 2020

EL PRIVILEGIO DEL TALENTO





                 

                                             Se ha dicho hartas veces que el problema de España es un problema de cultura. Urge, en efecto, si queremos incorporarnos a los pueblos civilizados, cultivar intensamente los yermos de nuestra tierra y de nuestro cerebro, salvando para la prosperidad y enaltecimiento patrios todos los ríos que se pierden en el mar y todos los talentos que se pierden en la ignorancia.

   

                                                                                              SANTIAGO RAMÓN Y CAJAL





                                                                                                                A Kamal

                                                                                                               A los grandes que en 2020 celebran diferentes aniversarios:
                                                    Delibes, Galdós, Benedetti, César Manrique, Carolina Coronado, Beethoven, Bécquer, Andresa Calatayud, Federico Fellini, Ortega y Gasset, Manuel Azaña, Moctezuma, Concepción Arenal, Margaret Mitchell, Julio Palacios, Ernest Lluch, Eugenia de Montijo, John Lennon, Dickens, Clarice Lispector, Mariano de Cavia, Luis Punter, Rafael de Urbino,... 



                 
                              
                                             Recorriendo el parque del Retiro madrileño, me encuentro con el monumento escultórico que Victorio Macho dedicó a Ramón y Cajal, ese que despreció por aparecer con el torso desnudo sin su permiso y el motivo por el cual se ausentó en la inauguración a cargo del rey Alfonso XIII: ya  nunca volvió al parque. No debió entender mi admirado científico y artista que el escultor homenajeaba no sólo a la medicina y a la vida situándolo en el centro de un idílico estanque, sino a su poderío físico -que lo ayudó a superar graves enfermedades-, ejercitado en sus años jóvenes en la naturaleza aragonesa que tanto amaba, y lo hizo asemejarse, dicen, a un héroe clásico, o a un dios, una imagen muy diferente a la que se conserva en el Museo Provincial de Zaragoza, en cuadro de Sorolla. ¿Quién se iba a imaginar que el investigador español de mayor proyección internacional serviría en estos tiempos de musa para los espectaculares diseños que se acaban de presentar en la pasarela de la alta costura de París? La colección de la holandesa Iris Van Herpen se ha inspirado en los dibujos con los que Cajal representaba las mariposas del alma, o sea, unas neuronas sensoriales individuales que, conectadas entre sí, formaban la obra maestra de la vida, como así se reconoció en la concesión, en 1906, del Premio Nobel de Medicina. Por cierto, un premio compartido con el médico italiano Camillo Golgi, quien, según el escritor y también médico aragonés Santiago Lorén, mostró escasa categoría humana al querer atribuirse el mayor mérito, al contrario que Cajal, que se deshizo en alabanzas hacia su colega.









                          Y es que don Santiago nunca perderá actualidad -aunque tal vez hoy sólo pudiera encontrar en algunas personas poco más de media neurona- y era tan honesto, tan humano y tan moderno, que, oponiéndose a la concepción de la vida como un don divino, seguramente no quiso aparecer en un monumento tumbado al sol de manera displicente. He tenido la ocasión de ver directamente sus dibujos, de una precisión milimétrica y de una destreza artesanal tan bella, que podrían catalogarse como verdaderas obras de arte, joyas que hacen honor a su profunda afición por las artes plásticas, por la imagen y la palabra exacta y a la vez poética. Parece que muchos genios suelen ser jovencitos rebeldes y traviesos y Cajal no escapa a la tradición: alguna vez debió estar recluido y castigado por su comportamiento y entonces dibujaba e inventaba, y a veces, trabajó de aprendiz de zapatero y de barbero, lo que le aportaría la habilidad necesaria para la minuciosidad en el detalle y el recoveco, para la creación de mares sensoriales, de bosques de árboles perfectamente estructurados, así que no extraña que sus descubrimientos sigan teniendo repercusión e influencia no sólo en el mundo científico actual sino también en el artístico. Una reciente y nueva biografía (Cajal. Un grito por la ciencia, de José R. Alonso y Juan Andrés de Carlos), revela nuevos datos sobre la personalidad de Cajal. Por ejemplo, cómo renegaba de la enseñanza que se impartía en su época, cómo en clase se fumaba y se jugaba a las cartas y cómo le gustaban los alumnos críticos y amantes de la literatura, porque eso les  fortalecía, aunque no lo pareciera. Lo que no soportaba era que se enseñara a base de golpes ni que la base del aprendizaje fuera la memorización. Recojo unas expresiones representativas de la novedad de su pensamiento: "Todo hombre puede ser, si se lo propone, escultor de su propio cerebro", el cerebro es "la enigmática organización del órgano del alma", y las neuronas independientes son "besos"... (o sea, lo que los neurocientíficos de ahora proclaman como el gran descubrimiento: el amor reside en el cerebro, algo así como que deberíamos decir a nuestro/a amado/a, "!te quiero con el cerebelo!" -y no con el corazón, que ahora pinta un poco menos en esos menesteres...). Además, The Beautiful Brain; the drawings of Santiago Ramón y Cajal, editado por Abrams, presenta 80 dibujos como el "Retrato de una chica joven", que pintó a los 16 años para su clase de arte en Huesca. Mientras se formaba como médico y anatomista comprendió que su pensamiento se basaba en la visualización y el dibujo, pensaba con los ojos: "soy lo que se llama un tipo visual", con un estilo que podríamos denominar como "expresionismo científico", como en la Italia del Renacimiento. Dalí, García Lorca y Buñuel quedaron fascinados por los dibujos de Cajal, viéndolos como un camino para acceder al significado de sus sueños obsesivos, aunque él renegara de las vanguardias artísticas por renunciar a la reproducción respetuosa de la naturaleza con el fin de comunicar ideas y sentimientos. Sus dibujos no han sido superados en expresividad, belleza y en capacidad para explicar conceptos esenciales.













                                                                               Diseños de Van Herpen




                             ¿Qué está ocurriendo con el legado de Ramón y Cajal? Es vergonzoso y lamentable que todavía no exista un museo dedicado íntegramente a su figura, quizá el único Nobel que no lo tiene. Los Ministerios de Cultura y de Ciencia e Innovación del Gobierno actual ya pueden ponerse manos a la obra y solucionar el entuerto, porque esto no ocurre en ningún país del mundo. El Instituto Cajal es el depositario del Legado Cajal, que comprende 22.000 piezas mal guardadas, aunque se van acondicionando lo mejor posible: lo de más valor se ha consignado en el Banco de Santander, y existe el propósito de mejorar el espacio del CSIC, y la creación de un Museo Cátedra Ramón y Cajal en la calle madrileña de Santa Isabel, en la que impartió clases y donde se realizan visitas teatralizadas. El Instituto Cajal está cerca del estadio "Santiago Bernabeu", así que para los amantes del fútbol, además de la ciencia y la cultura en general, entre los que me encuentro, resulta cómodo el trayecto. El Paraninfo de la Universidad de Zaragoza ha acogido una muestra-exposición con objetos cedidos por el CSIC y la familia, especialmente de su hermano, Pedro, con ocasión del 150 Aniversario de Cajal. Pero como ocurre a veces en temas importantes en que puedan crearse intereses crematísticos, los familiares no han estado unidos en sus actuaciones, así, algunos de los objetos se vendieron, otros se recuperaron de mala manera, su vivienda -donde permanecía parte de su biblioteca- se ofreció a una inmobiliaria para vender pisos de lujo y en cierta ocasión, se recogieron firmas para la creación del museo y se solicitó al Gobierno, infructuosamente. El legado ha sufrido desde la muerte del científico muchas vicisitudes y cambios de sedes y nunca los interesados consiguieron un resultado adecuado a la trascendencia de la figura. La biblioteca científica  no contiene originales sino réplicas y ocupa un espacio ridículo en el CSIC; por su parte, el Colegio de Médicos anunció en 2019 la creación del Museo Cátedra "Ramón y Cajal" en parte de su espacio*. Si a ello añadimos que existen otros ámbitos de muestras sobre el personaje, en concreto en algunos lugares en que vivió (Petilla, Valpalmas, Ayerbe, Linás de Marcuello, Huesca, y otras capitales), el estado de la cuestión es complicado, teniendo en cuenta que nos estamos refiriendo a un español de la categoría de Einstein, Galileo, Darwin o Newton. El Weisman Art Museum de Minneapolis organizó una exposición itinerante que recorrió las principales ciudades americanas, españolas y canadienses, para reconocer, entre otros valores, que los dibujos de Cajal constituyen el comienzo de la neurociencia moderna (fármacos como la morfina o el diazepam deben sus efectos al descubrimiento del mecanismo de la neurotransmisión).






                                                                     

                         Santiago Ramón y Cajal sacó de su estancamiento a la ciencia española y la inscribió en la modernidad. Vio lo que otros no veían. Circunstancialmente nació en la localidad navarra situada en la provincia de Zaragoza, Petilla de Aragón, donde permaneció hasta los dos años y a partir de ahí su vida transcurrió hasta ya entrada la época adulta en tierras de Aragón. De ascendencia oscense, estudió en la Universidad de Zaragoza, fue nombrado senador vitalicio, cargo sin sueldo, y reconocido como la cabeza de la denominada "Generación de Sabios". Hoy un cráter lunar lleva su nombre, así como un asteroide. Hablaba más arriba de su humildad, esa virtud que sólo adorna a los más grandes, y por ella renunció a ser ministro de Salud, no le otorgó una beca a su hijo aunque era presidente de la JAE y se rebajó él mismo el salario asignado por el Gobierno. Prefirió no ser médico rural como su padre, lo que le costó enemistarse con él, porque quería dedicarse a la investigación y a la enseñanza, y así, cuando descubrió que el bacilo causante del cólera quedaba inactivado si se cocía, la Diputación Provincial de Zaragoza le regaló un microscopio que no utilizó para observar cerebros de animales de adultos sino embriones. Pero España, como ha sido norma histórica casi habitual, no reconocía sus descubrimientos y fue Alemania la que lo encumbró, formando parte a partir de entonces de las Academias y asociaciones científicas más importantes del mundo de aquel momento. Mientras, en España, donde las cátedras se repartían por méritos políticos, se sometía a la mayoría de sus discípulos y colaboradores a depuración ideológica. Como escritor fue tan prolífico como en las demás facetas personales y profesionales -un hombre intenso, no olvidemos que tuvo siete hijos-, dejando libros de memorias, autobiográficos, hermosísimos, además de los de carácter científico, y uno especial para mí, Psicología de Don Quijote y el quijotismo. Actualmente, algunos de sus descendientes siguen su estela como catedráticos de Universidad.










                        Se había criado entre labradores analfabetos  y como a él de pequeño también le gustaba más el campo que estudiar, un día, castigado en la clase a oscuras, comenzó a fijarse en sombras y claroscuros que darían lugar al descubrimiento de la cámara oscura, así que a los 18 años inventó las placas para mejorar la sensibilidad y la rapidez de la instantánea fotográfica y ensayó su invento con éxito en una corrida de toros, pero se le adelantó Edison en el registro de la patente. Parece que Cajal manifestaba en ocasiones una ingenuidad o falta de astucia que por su carácter bondadoso tal vez le perjudicara a veces, pero fue un gran fotógrafo, otra de sus facetas artísticas en la que sobresalió. Mejoró el gramófono o fonógrafo, y se conservan cientos de fotografías estereoscópicas impresionadas en placas de cristal, con bastantes autorretratos. Cajal se vio obligado a participar de la guerra de Cuba como médico militar y allí pasó una serie de amargas peripecias que desembocaron en la declaración de un Consejo de guerra y como "inutilizado en campaña" pudo regresar a España. Resulta curioso comprobar las concomitancias vitales entre Ramón y Cajal y el héroe cubano José Martí, que como sabemos, estudió en Zaragoza. Si paseamos por las calles del casco histórico de la ciudad, encontraremos enseguida el lugar en que vivió Martí en la calle Manifestación. Los dos estudiaron en la Universidad de Zaragoza, uno Medicina, el otro Derecho y Filosofía. A Martí le dedica un busto el Paraninfo y la ciudad el nombre de una calle. Compartieron valores humanos y patrióticos y los dos llegaron a ser personalidades de proyección universal y expresión de las mejores cualidades de dos pueblos hermanados por la historia. Vivieron la caída de la Primera República Española. Martí, tras 19 meses en Zaragoza, vuelve a Cuba, siente la derrota de los liberales de Zaragoza y funda "Patria" y el PRC. Cajal regresa de la Guerra de los Diez Años después de una difícil estancia y vuelve a la Universidad. Coinciden en Zaragoza entre 1871 y 1873, muy aficionados ambos a la literatura, la filosofía y los paseos por el Ebro. A los dos los acompañó un sentimiento antiimperialista. Unos rastros sentimentales e históricos que vinculan a Cuba y Aragón...



             
                       




                   ZARAGOZA ES ALGO MÍO, MUY ÍNTIMO, QUE LLEVO EMBEBIDO EN MI CORAZÓN Y EN MI ESPÍRITU Y PALPITA EN MI CARÁCTER Y EN MIS ACTOS.



                De esta forma, Santiago Ramón y Cajal manifestaba su cariño hacia una tierra en la que vivió muchos años. Sabemos que había pasado su infancia en Larrés, Luna, Valpalmas, Ayerbe, Huesca y Jaca, y el amor a lo largo del tiempo ha sido recíproco: 148 municipios de Aragón llevan en sus calles su nombre, por delante de Goya y Cervantes. Si visitamos el Paraninfo de la Universidad de Zaragoza podemos admirar la estatua que Mariano Benlliure creó para su imponente escalinata. Obtuvo las condecoraciones y distinciones más relevantes oficiales, pero a él la que más le emocionó y conmovió especialmente fue la Medalla de Oro de los Estudiantes de Zaragoza, lo que provocó que en su testamento dejara instituido un premio de 25.000 pesetas para el estudiante anual más destacado. Y es que podemos realizar un recorrido o ruta por la ciudad desde que llegó de adolescente al barrio del Arrabal, de donde pasó a vivir a la calle Méndez Núñez, en cuyo número 13 una placa recuerda su estancia y de ahí, a la calle San Jorge. Junto a su padre, realizó prácticas de disección en el Hospital de Santa Engracia, época en la que seguía ejercitándose en el deporte y la gimnasia como el buen atleta que fue (!hoy se habla de Cajal como pionero del culturismo!), aunque con cierta gracia advertía en la deliciosa obra Mi infancia y juventud, que el ejercicio debía ser moderado y breve "sin traspasar la fase de cansancio", o se describía en Recuerdos de mi vida: "Ancho de espaldas, con pectorales monstruosos, mi circunferencia torácica excedía de 112 centímetros y al andar mostraba esa inelegancia y contoneo característico del Hércules de Feria". Tras su estancia en Cuba, enfermo del cólera, vuelve a Zaragoza donde se repone con una buena alimentación, los cuidados de su madre y el "aire de la tierra" (quien lo probó, lo sabe). Pero no fue su única grave enfermedad. Jugando al ajedrez, actividad en la que también destacó, en el jardín del café Iberia, se le desencadenó una tuberculosis. Su padre lo mandó a Panticosa y San Juan de la Peña, pero él, rebelde, como ocurre también con algunos grandes médicos, confesó: "mi plan curativo consistía en hacer todo lo contrario de lo aconsejado por los médicos; grandes médicos son el sol, el aire, el silencio y el arte".




                      Obtuvo el título de practicante en el Hospital Nuestra Señora de Gracia (hoy Hospital Provincial), de donde más tarde fue profesor auxiliar interino, en la calle del Hospital, como se denominaba entonces, en la que también vivió, ya casado, y que en 1901 recibió su nombre: calle de Ramón y Cajal (de resonancias personales muy especiales para mí). El Hospital fue sanatorio de pobres en principio y en 1906 se unió a la Facultad de Medicina para las prácticas de los médicos. Allí Cajal trabajó como ayudante de anatomía en 1876. Quien quiera admirar una de las Farmacias más bonitas y antiguas de España, la encontrará en este Hospital, el futuro Museo de la Farmacia Aragonesa alberga también los objetos de la emblemática Farmacia Ríos que se situaba hasta su cierre en la plaza de España y a cuyas tertulias asistía el hermano de don Santiago, el también afamado médico y profesor, Pedro. La calle del Hospital se había denominado calle de la Victoria, por el convento de frailes menores, y también calle de la Campana, y transcurre desde la calle Boggiero hasta la actual avenida de César Augusto. Desde su casa Cajal se acercaba al Hospital y de ahí a la cercana Facultad de Medicina (hoy Paraninfo). Durante sus estancias en Valencia, Barcelona, Madrid y Alemania, Cajal volvía a tierras aragonesas para veranear en Jaca o ver a sus familiares. Si prefirió la cátedra de Barcelona a la de Zaragoza fue porque creyó que allí sería más fértil su labor. Cuando viajaba, su padre acogía a su mujer y sus hijos, ayudándolo económicamente cuando fue preciso a pesar de sus encontronazos con él, pero el hijo siempre lo alabó.








                          ¿Cómo era su temperamento? ¿Cuáles fueron sus virtudes intelectuales y morales? ¿Por qué se dice de él que fue un "aragonés de pura cepa"? Se conocen de siempre los rasgos que se atribuyen al hombre de esta tierra, ¿tópico o realidad?, sería un debate interminable. Parece, en cualquier caso, que un aragonés no suele asemejarse a un andaluz, por ejemplo, pero, ¿hay fundamento científico en esta apreciación?, ¿se trata de una superficialidad? Lo ignoro, seguramente el propio Ramón y Cajal podría aclarármelo. Lo cierto es que él ponderó a los aragoneses más insignes como Marcial, Gracián, Servet, Zurita, Goya, y tantos otros, así como alabó la geografía aragonesa que conoció bien. En un atinado estudio el profesor, doctor y escritor aragonés Fernando Solsona destaca las virtudes que adornaron y potenciaron el privilegio de su inteligencia y sabiduría: la tenacidad, perseverancia, fe en el trabajo, pasión indomable, energía sin límites, fidelidad, afán didáctico, independencia de juicio, voluntad ante la adversidad (esa gloria del intento quijotesca), y sobre todo, lo que en mi opinión más definió su temperamento y actitud: el gusto por la esencia, fue un hombre auténtico e íntegro que buscó -y encontró- la verdad de la vida. Un hombre de bondad infinita en el más amplio sentido del término. Hasta parece que el tono de su voz - y eso sí es objetivo- lo caracterizó como aragonés puro: sus alumnos valencianos subrayaban la "hermosa voz" como de "cantante de jota", siempre preciso, siempre conciso, ausente de oratoria florida... El profesor Solsona señala cómo han sobresalido en Aragón figuras del derecho, pero no se recuerda tanto a los matemáticos, los filólogos, los naturalistas, en especial los botánicos (Lagasca, Loscos, Zapater, etc.), biólogos como Félix de Azara, Odón de Buen, Fernández de Luna, histólogos como el propio Cajal y su hermano Pedro, Francisco Tello, Galo Leoz, Sanz Ibáñez, Isaac Costero... Y es de justicia el reconocimiento de nuestras señas de identidad cuya repercusión es universal, de progreso y desarrollo, y eterna.







                                                               Poema de Raúl Wenceslao Fernández Moros




                              Se ha dicho frecuentemente que el talento no lo es todo. Y es que Cajal descubrió que a veces existen vicios de la personalidad que se repiten como patrones atemporales en personas talentosas que nunca aportarán nada al mundo (aunque algunos se lo crean). En Consejos para un joven investigador habla de ello. Si bien es interesante soñar e imaginar, hay que pasar a otro estadio superior. Es el caso de los contempladores, los eruditos empedernidos, los discutidores de todo, los teóricos, el inadaptado social (o solitario), los adictos a instrumentos (hoy a tecnologías varias), y los megalómanos, que tienen un ego tan enorme que creen que con su inteligencia conseguirán éxito en todo, esos, dice Cajal, son más soñadores que talentosos. Nunca una persona ególatra encontrará ni conocerá siquiera la verdadera realidad en su más amplia concepción. No fue su caso. Él formó una escuela a la que de todo el mundo asistieron alumnos para conocer el sistema nervioso, de los que algunos rozaron el Nobel. ¿Ramón y Cajal machista? Semejante afirmación he podido constatar en muchos de los comentaristas de su figura, pero la realidad es que contó con la colaboración y presencia activa de varias mujeres, no sólo en la secretaría (Ketty Lewy, que trabajó también como traductora), sino en su propia escuela (Laura Forster, Manuela Serra, Soledad Ruiz-Capillas, María Luisa Herreros), así como en el laboratorio como ayudantes, bibliotecarias, o ilustradoras (Conchita del Valle, María García Amador). Debemos tener en cuenta que hasta 1888 no se reguló el acceso de la mujer a la universidad y sólo bajo enseñanza libre. El derecho a matricularse en enseñanza oficial se alcanzó en 1910. Anteriormente, como señala Elena Ginés, a la mujer no se le permitía entrar sola, siendo acompañada por un ujier desde la puerta hasta el aula, mientras que tenía que salir detrás de sus compañeros acompañada nuevamente por el ujier.





                       Con la guerra y su fallecimiento desapareció en parte el fruto de su trabajo, pero aún así, en 2017 se consiguió que la Unesco reconociera su legado dentro del Programa Memoria del Mundo, al mismo tiempo que el Archivo General de Simancas y el Códice Calixtino. Un Museo nacional debería seguir incidiendo en la importancia de los logros científicos y culturales, en el trabajo de la ciencia del siglo XXI, la neurociencia, porque junto a las exploraciones geográficas, el Derecho Internacional y el Quijote, es lo español más relevante. Las ideas de Ramón y Cajal se adelantaron a su tiempo y por eso tienen vigencia. Y es tal la modernidad, que algún estudioso cree que podría ser la solución al conflicto soberanista catalán. Manel Montolíu Bargallo sostiene que en El mundo visto a los 80 años expone Cajal su visión sobre la unidad de España y las manifestaciones catalanistas, francamente antifascistas, pero "la fuerza aplicada a las pugnas intestinas de un país no resuelven nada. Propondría la separación de las regiones rebeldes, amistosa y acompañada de algunas compensaciones fiscales". Y admitía:



                         TRISTE ES RECONOCER QUE LA VERDAD NO LLEGA A LOS IGNORANTES PORQUE NO LEEN NI SIENTEN Y DEJA FRÍOS CUANDO NO IRRITADOS A LOS VIVIDORES Y LOGREROS.




                                                            (Fotografías: Autorretratos, Legado Cajal)


                                 * Finalizado este artículo, el actual ministro de Ciencia e Innovación, Pedro Duque, se compromete a desarrollar "un proyecto de Museo Cajal". El CSIC anuncia que una parte del archivo se expondrá en el Museo Nacional de Ciencias Naturales. El Instituto Cajal se desplazará al IMMPA en Alcalá de Henares. En el acto de conmemoración del primer centenario del Instituto se presenta la creación de un Centro Internacional de neurociencias.




                                                                                 Endings are beginnings


                         



                                                                                         Sobreviviré